Ahora que el presidente Danilo Medina pide “Que lo dejen trabajar”, como reclama Desiderio Arias en el famoso merengue liniero, evoco la historia que solía relatarnos a Persio Maldonado y a quien suscribe mi fenecido padrino de bodas, don Dido Corominas Pepín, sobre el tenso ambiente en que terminó una fiesta en La Sierra, de Santiago.
Al concluir la fiesta, y tras pasarse un rato buscando en vano, uno de los participantes, conocido por su recio carácter, advirtió con voz estentórea: “Bueno, señores, estamos entre amigos, pero que aparezca mi sombrero”.
Creo que dejar trabajar al presidente Medina es entender que debe concluir su mandato. No porque no tengan validez los cuestionamientos que se hacen en el ya famoso documento que se propone demandar su renuncia, dadas las manchas que cuestionan la legitimidad de su elección.
Más ahora, que esa legitimidad quedó definitivamente enlodada por los testimonios de los directivos de la Oficina de Sobornos de Odebrecht que enviaron el dinero, y quienes como Temo Montás lo usaron en las campañas de 2012 y 2016 del presidente Medina.
Conviene que lo dejen trabajar a Medina para entregar su mandato, espero que sin mayores consecuencias en 2020. El desmadre institucional entronizado por los gobiernos del PLD y las características de canibalismo alcanzadas por su competencia interna harían de una sustitución institucional adelantada un alumbramiento demasiado doloroso, quizás sangriento.
En mi último artículo, “El camino de la reelección está cerrado”, advertía que en vez de mantener en la prensa el laborantismo de una permanente campaña de endiosamiento de su figura, que apunta a una solapada lujuria continuista sustentada en los fondos públicos, el presidente Medina debe ocupar el tiempo que le dejan los próximos tres años en prepararse para entregar el poder en 2020, sin mayores consecuencias.
Esa preparación incluye que como jefe de Estado y de gobierno, Medina evite al país las turbulencias que augura el hecho de que el más grande escándalo de corrupción jamás conocido en el país no esté siendo investigado en base al debido proceso de ley sino montado como una parodia politiquera, escenificada por Jean Alain Rodríguez y Francisco Ortega Polanco.
Que deje de ser esa parodia politiquera aderezada con estudiado montaje mediático, dirigido a manipular el subconsciente de la gente, y empiece a convertirse en un serio proceso judicial en el que sean procesados los verdaderos responsables que junto a Odebrecht perpetraron ese desfalco, y que se deje de estar usando como chivos expiatorios a dirigentes opositores y a desafectos de su grupo en el gobierno.
Que lo dejen trabajar a Medina, hasta el 2020, pero que se deje de estar montando nuevas investigaciones caravelita, y que aparezca el sombrero.
La de Odebrecht y compartes es la más grande estafa que se le haya hecho al país, en toda su historia, pero de ese mismo tamaño es la madura y certera conducción del movimiento social exigiendo enjuiciamiento imparcial y serio, y castigo ejemplar, que sean reveladores de que llega el fin de la impunidad y el cese de la corrupción.