La sociedad dominicana ha ido perdiendo aceleradamente su espíritu combativo, su capacidad de lucha, su interés por las reivindicaciones y hasta su entusiasmo por la vida. Es una sociedad cansada, angustiada, asediada, jarta, empobrecida, entregada a los hechos y discapacitada. La desintegración de la familia, la creciente ola de criminalidad, la delincuencia común, el consumo de droga y los feminicidios, son parte de esa descomposición social que es incentivada y alentada por la profunda descomposición política y económica del país.

Eso explica la pasmosa indiferencia de la sociedad ante la inmensa fortuna acumulada por un grupo de poder que se han convertido en vándalos del erario público y que exhiben su riqueza sin el menor pudor. Observan impávidos y sin reaccionar, como el país se va hundiendo en la corrupción, la delincuencia, la anarquía institucional y la ilegalidad, dejándose arrastrar, sin el menor asomo de lucha, hacia un sombrío y tenebroso destino, en cuyo seno no existen esperanzas ni expectativas.

Es una sociedad a la deriva, sin rumbo, guiada por demagogos, ladrones y usurpadores, que no respetan leyes, instituciones, normas y compromisos contraídos. Se sienten inmune a todo y nada ni nadie osa enfrentarlos por el poder que han acumulado. Un poder que les da derecho a extorsionar, sobornar, insultar y amenazar a quien sea, incluyendo inversionistas extranjeros, miembros de la cúpula empresarial, de las organizaciones no gubernamentales y de cualquier otra instancia civil, sin importar su naturaleza.

Ocasionalmente la gente se queja, expresa su desconcierto y se lanza a la calle a protestar, pero todo eso es marginal, cae en el limbo y es neutralizado por el control mediático que ejerce el gobierno sobre los medios de comunicación. Ese control también acelera la descomposición de una sociedad que vive a ciegas, engañada y sometida toda clase de atropellos, especialmente cuando se trata de satanizar y perseguir a detractores y opositores al régimen.

Los pocos ciudadanos que sacan la cara para enfrentan las injusticias y vejámenes a que nos tienen sometido estos políticos arrogantes, corruptos y despreciables, ven como la mayoría de la sociedad les da la espalda o es indiferente a su lucha, lo que también influye para que esos abanderados de las reivindicaciones, bajen sus armas.

Así, poco a poco, nos adentramos a un mundo sin ley, sin orden, sin disciplina, sin valores morales, sin respeto a los demás, sin castigos, sin responsabilidades, sin esperanzas, sin refugios espirituales y con una alta dosis de frustración.

Una día me encontraba de visita en una casa, invitado por unos amigos, todos de clase media o medianamente adinerados. A dos cuadras del lugar se está levantando un lujoso edificio de 25 pisos cuyo costo, con todo y terreno, debe rondar los 45 millones de dólares, o su equivalente en pesos de 1,850 millones. Todos los presentes estaban absolutamente convencidos que esa propiedad era de uno de los magnates del gobierno, identificados como uno de los mayores corruptos del país y posiblemente uno de los principales testaferro de la mafia presidencial.

Pero algunos chisteaban sobre el asunto y otros simplemente mostraban perplejidad e indignación preguntándose porque ese tipo de cosas no se denuncian en el país. Alguien comentó "y que medio de comunicación se atreve a denunciarlo, si esa persona es considerada un Padre de la Patria en varios programas de radio y televisión"

Así comenzaron otros cuentos de varios edificios de apartamentos de lujo de 10 y 15 pisos con la ubicación y nombre de las calles, que pertenecen a un Senador multimillonario que es probablemente el rey de los testaferros de la cúpula presidencial. O que el hotel tal lo compró otro grupo del consorcio peledeista por 40 millones de dólares o que ciertas industrias y medios de comunicaciones están siendo adquiridos por el mismo grupo. Yo dije, "bueno, en mi calle y en las calles aledañas de la Esperilla, varios edificios han sido adquiridos por FUNGLODE y están construyendo un imperio en pleno corazón de la ciudad, que supera en poder, tamaño y dinero a cualquier otro emporio financiero o empresarial del país"

Después de horas hablando de lo mismo, los 14 invitados comenzaron a bajar la cabeza, a entristecerse por las historias, todas verídicas y a meditar y comentar con desaliento "este país no tiene salvación". Un inconsciente dijo "que los pobres se lancen a las calles que son las principales víctimas de esas vagabunderías" o algo como esto "por mí, que se lo roben todo". Para cerrar la noche alguien dijo "miren, no se quejen tanto que muchos de ustedes votaron por los que están en el poder y ahora están hablando mierda y quejándose"

Ese pequeño grupo es un reflejo de la sociedad de hoy y yo me encontraba entre ellos, aunque me desahogo con mis escritos y lucho por un cambio de rumbo, que ya parece inevitable.