Si las cosas van mal, déjalas pasar, no vayas con ellas, no te envuelvas en su camino. Nada en la vida es eterno, todo pasa, sin importar que tanto te preocupes o mortifiques, pasan…

Muchas veces, cuando atravesamos momentos difíciles, situaciones familiares o laborales que no son las deseadas, que nos abruman o preocupan, dejamos que ellas nos arropen y como consecuencia de ello todo empieza a salirnos “mal”.

Es muy común que cuando perdemos el norte en nuestro día, por algo que no nos salió como esperábamos, cambiemos nuestro humor y estado de ánimo. Sin darnos cuenta, nuestra actitud cambia. Nos desmotivamos o entristecemos. Cuando esto sucede, nuestro día cambia.

¿Por qué pasa esto? Es una cuestión de actitud mental. A partir del instante donde permitimos bajar la guardia, que el desánimo o la preocupación nos arrope, en ese mismo momento, empezamos a perder control de nuestras emociones y ellas empiezan a dominarnos. Como las emociones que en ese momento han surgido frente a la situación son emociones negativas, estas provocarán que todo lo demás que nos venga, lo veamos de forma pesimista y equivocada.

En cambio, si cuando las cosas nos van mal, cuando llegan de la forma no deseada, en vez de permitirle que nos arrastre con ella, la dejamos  transitar y fluir hasta que pasen, es muy probable que estas caminen dejándonos menos secuelas.

Muchas veces somos nuestro peor enemigo, nos boicoteamos a nosotros mismos; victimizándonos, hundiéndonos, entrando en un estado de ánimo que una vez le damos paso, nos anula y controla.

Es momento de detener esta actitud, es momento de imponernos, de muy a pesar de nosotros mismos, no permitirnos debilitarnos frente a situaciones indeseadas, complicadas y  estresantes que siempre encontraremos en la vida.

Cuando las cosas no te vayan como deseas, no te vayas con ellas, llévalas a donde tú quieras que vayan.