"La historia ocurre dos veces:
la primera vez como una gran tragedia
y la segunda como una miserable farsa."
Tengo la extraña sensación de haber vivido antes lo que en estos días me está tocando vivir.
Tenía 9 años cuando mis tías (que no eran católicas practicantes, pero sí le tenían más miedo al comunismo que el diablo a la cruz) me llevaron a uno de los llamados "mítines de reafirmación cristiana" convocados por la iglesia católica contra la "amenaza comunista" que, según ellas, se cernía sobre el pueblo dominicano con el Gobierno de Juan Bosch. Era 1963.
La concentración se llevó a cabo en la antigua "Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre", hoy Centro de los Héroes de Constanza, Maimón y Estero Hondo. Recuerdo que una de mis tías y yo lo presenciamos desde la escalera exterior de uno de los edificios que habían alojado las exposiciones de 1955.
Mucha gente allí no entendía lo que los oradores decían, simplemente los había convocado a ese lugar el liderazgo de la iglesia católica, y el miedo al comunismo.
Y es que estaba muy patente la propaganda anticomunista de la AID, publicada en unos "comics" donde decía, entre otras falacias, que si el comunismo "se apoderaba" del país le iba a quitar a los campesinos, no solo su conuco, sino también sus hijos y los iba a mandar a Rusia a estudiar la doctrina y que iba a fusilar a todos los guardias y policías. Con la clase media por igual, y ponía como evidencia las carencias de todo tipo que sufría la Cuba bloqueada por los EE. UU.
Hoy día nadie pone en tela de juicio que esas manifestaciones fueron un espaldarazo previo y una luz verde para los que en septiembre de ese funesto 1963 asestaron una herida incurable a la democracia dominicana, derrocando un Gobierno libremente elegido por los dominicanos en las elecciones de 1962.
Por eso, y volviendo a 2021, cuando veo que la iglesia católica convoca a una "gran caravana celeste por la vida" el 27 de marzo en la mañana, creo estar reviviendo "lo ya vivido".
Tomando en cuenta que el presidente Luis Abinader se ha expresado públicamente a favor de incluir las tres causales en el Código Penal que se debate en el congreso ¿No es demasiado coincidencia la iniciativa de la iglesia católica?
¡Dios me libre de siquiera insinuar que con esa marcha el clero está propiciando un golpe de estado! No soy tan mecánico interpretando los hechos de la historia. Además, en estas latitudes los golpes de estado como los conocimos en los ’60 dejaron de existir, ahora son más sofisticados, más sutiles, más "constitucionales" (Dilma Rousseff, Evo Morales, etc.).
Pero sí la iglesia católica quiere cumplir con su misión de hacer que todo, absolutamente todo, sea a su imagen y semejanza, invocar el malhadado concordato si hiciera falta, y emplear todos los medios y sus inmensurables recursos, para que nadie se salga de lo que dicta la liturgia.
Ante el debate, muchos legisladores, temerosos del púlpito en función de sus eventuales planes reeleccionistas, muestran su cerviz, con la frente hacia el suelo, y aunque algunos creen en la justeza de esas causales, el temor de ser anatemizados en un sermón los lleva a sumarse al rebaño fundamentalista.
Por otro lado ¿A qué vida se refiere el título de la marcha eclesiástica? Porque a la de la madre no es, ni a su esfera psíquica, ni a su dignidad como ser humano. Proteger a la mujer cuando su vida peligra a causa del embarazo, cuando su feto es absolutamente inviable (de acuerdo a la evidencia científica), o cuando su embarazo ha sido producto de una violación o un incesto, es un acto de mera humanidad.
Sí, sé que es un ejercicio fútil hacer este tipo de análisis ante una posición cónsona con los preceptos de una religión descendiente de la Ley Mosaica, de la Torá, al igual que la musulmana, para las cuales la mujer vale un poco menos que un camello.
Todas las mujeres dominicanas tienen sus ojos puestos en este trance histórico (del cual muchos farsantes quieren salir con subterfugios y medias medidas), todas tienen sus puños en alto y sus gritos al cielo; ojalá Dios, a despecho de sus servidores oficiales, se apiade de la madre de todos sus hijos.