Estas son dos cosas diferentes que se confunden con facilidad.  Se actúa en defensa propia al enfrentar a quien inicia una agresión contra uno o un tercero, en el mismo momento que ésta tiene lugar y con uso racional de la fuerza.  “Señor juez, él hoy occiso me dio una galleta en la disco, fui a buscar revólver,  esperé que saliera y le disparé.” No hay defensa propia. Tenía opción someter querella por golpes y heridas, pero toma justicia en sus propias manos y se convierte en imputado por homicidio o asesinato. Devolver pescozón de un mano de piedra desarmado con un balazo, tampoco salva de compartir inodoro y ducha colectiva en recinto carcelario.   

El mensajero que se defendió de un atraco de tres malhechores armados, disparando e hiriendo gravemente a uno que quedó tirado en el pavimento, si actuó en defensa propia.  También lo hizo el valiente joven al que propuse para Medalla Valor Civil Comando 1965.  Salió en defensa de familiares iban en un auto delante del suyo, cuando fueron interceptados por delincuentes armados con intenciones de robar y matar.  En el trágico suceso llegó a herir un atracador, lo que condujo a captura de bandoleros que, en el intercambio de disparos, mataron su novia.

¿Qué hubiese pasado con el mensajero si una de las balas que dispara mata a un vendedor ambulante de la Churchill o con el joven empresario si enfrentado atraco hiere a persona sentada en banco del Malecón? Sencillo: se someten a la justicia por homicidio involuntario y casi seguro van a la cárcel.  Ambas serían muertes accidentales en un acto de legítima defensa en que no estaban involucradas.

El caso del homicida de Delcy Yapor es todavía peor. No puede alegar legítima defensa propia o de tercero por peligro de muerte.  Las cámaras no mienten. La señora que iba a ser víctima del atraco salió corriendo y soltó su cartera, los asaltantes la toman y emprenden la huida a toda velocidad.  No sacó el arma para enfrentarlos cuando éstos venían hacia él con bolso robado. Decide hacer justicia por sus propias manos cuando están escapando.  Es ahí que apunta y dispara con una puntería que apesta, como deberá demostrarse en la trayectoria seguida por la bala que impacta de muerte a la Sra. Yapor.  En su contra está que tomó muy en serio lo de “anónimo” en su papel de “vengador”.  No se entregó a la policía, que llega con velocidad inusual a la escena. Se le ve guardar la pistola con la esperanza de que no hay testigos y confiado en que su mascota no lo delatará. Es arrestado luego de investigación policial.

Sería el colmo que a la impunidad de muertes por “intercambios de disparos” ahora se quiera añadir las que causen imprudentes vigilantes gatillos alegres, cuyas acciones también desacreditan el imprescindible papel que deben jugar civiles responsables, con valor y puntería, en la autodefensa armada contra la delincuencia.