Ocurrió hace más de una década y es bueno contarlo. Daneris era lo que llamamos un buen muchacho; dedicado a su familia y consagrado a su trabajo en una línea aérea de carga. Un día un malvado llegó al establecimiento donde trabajaba y le solicito a Daneris los servicios correspondientes para enviar un motor de una pequeña nave aérea que habría de ser reparado en la ciudad de Miami. Daneris prestó la debida atención al recién conocido y a propósito del servicio solicitado se vio en la necesidad de intercambiar llamadas con él.
El cliente de Daneris insistía en el envío de su motor y Daneris dilataba el despacho bajo el argumento de que era una rutina que ese tipo de objetos fuesen examinados por la DNCD previo a su salida. Daneris logro la revisión por la institución antinarcótico y resulto que el motor estaba repleto de cocaína. La policía remitió a Daneris a la fiscalía y ahí se inició un “viacrucis sin Cirineo” de este buen muchacho que lo mantuvo por años en una cárcel inmunda arruinando su vida para siempre.
Yo, que no estigmatizo a los abogados por la naturaleza de su ejercicio, no tengo dentro de mi catálogo de trabajo la defensa de personas acusadas de violar la ley sobre tráfico de drogas, sin embargo a pedimento de un amigo común con Daneris me solidaricé con su causa y hasta elevé un recurso de Habeas Corpus en su favor ante la entonces juez de primera instancia Miriam German que como era procedente fue acogido, aunque por uno de esos tecnicismos de la ley el muchacho siguió en Najayo hasta que un fiscal responsable, el Lic. Duarte Canaán, dictaminó pidiendo su absolución por no existir motivos para su condena. La juez apoderada del caso lo entendió y fallo de ese modo. La acusación era sobre drogas, sin embargo el acto de defender a Daneris fue digno.
Ahora me planteo si asumir la defensa de una persona injustamente acusada de un acto de corrupción es un estigma para el defensor. Muchas opiniones abundan sobre estos casos sin conocer los mínimos elementos para la formación de un juicio sereno y justo. Al fin y al cabo vale más que todo para un ejercicio ético, actuar apegado a la verdad.