“¿La democracia se puede exportar?
Yo respondo: sí, pero no siempre”
Giovanni Sartori
En pleno proceso de exhibición de las “Declaraciones Juradas”, nada más indicado que recordar a Byung-Chul Han en su crítica a la idea del rol que puede jugar la transparencia en lograr que la política recupere su importancia. El filósofo coreano-alemán plantea que lo que hace falta no es transparencia: lo que falta es confianza. Recurrir a la transparencia como reivindicación no conduce más que a una multitud de espectadores pasivos frente a una pantalla, con el agravante de que lo que esa pantalla intencionalmente nos pone al frente son cuestiones francamente obscenas y preguntas maliciosamente inservibles que buscan inclinarnos hacia cuestiones deliberadamente sin importancia: “La Cámara de Cuentas debe…”
La publicación de las “Declaraciones Juradas” ha resultado todo un portento, pero más alucinante aún es el silencio generalizado que le ha sucedido. Tanto silencio solo puede ser atribuible a la sorpresa de enfrentar los siguientes tres escenarios que queremos comentar:
1.- El origen y el crecimiento de las riquezas insultantes “declaradas” debieran ser detalladamente explicados. Ya sea porque deben estar sustentadas decisivamente en su relación con el Estado patrimonialista y clientelar al punto que resulta prácticamente imposible su existencia sin que hayan estado presentes de alguna forma u otra las “alianzas público privadas”, o si el origen de dichas fortunas descansa en alguna forma de acumulación francamente ilegal como los fraudes fiscales. Lo que sí está clarísimo es que ninguna de esas obscenas cifras puede ser resultado de una vida de trabajo puesto que mucha agua ha corrido desde que la humanidad fue condenada por el pecado original a ganarse el pan con el sudor de su frente hasta que la ciencia económica se ocupó de revelar por qué hay gente que tiene tanto pan sin sudar.
2.- En esta danza de millones, sin embargo, las consecuencias políticas casi no necesitan ser explicadas, pues se trata de los principales funcionarios del gobierno y su desempeño no puede ser extraño a las fortunas declaradas.
3.- Lo que está a la vista no necesita espejuelos, dicen, pero por mucho que hemos esperado el tema de las inversiones en paraísos fiscales prácticamente no aparece en la agenda de los debates públicos. Lo que nadie puede esperar es que luego de este destape a alguien se le ocurra felicitar a un empresariado que se vende como creador de empleos.
Es cierto, definitivamente cierto, que tener empresas e inversiones “off shore” (extraterritoriales) no es ilegal pues no existe ninguna norma legal que lo prohíba, pero, insisto en que quienes tienen las más altas responsabilidades políticas “son quienes deben cumplir con estándares superiores a los señalados en la legislación que es por lo general muy precaria.”
Partamos del acuerdo de que no se violenta ninguna norma legal y tampoco ninguna norma social, pues al parecer una inversión en un paraíso fiscal da “status” aunque se falte a las normas religiosas, lo que resulta muy extraño en un gobierno tan poblado de egresados de colegios y universidades católicas donde al parecer no asimilaron aquello de darle al César lo que es del César.
¿Significa esto que está bien, que es bueno? Claramente no. Mientras esperamos la explicación de la Comisión de Ética, podemos ir dilucidando por qué llevan su dinero a los paraísos fiscales. Las razones visibles solo pueden ser tres: para ocultar su origen (lavado de dinero), para mantener el secreto de la existencia de esos recursos y/o para evadir el pago de impuestos.
Entonces, el hecho que la existencia de estos papeles se haya hecho pública no significa ningún gran aporte a la transparencia, es sólo una invitación a responder lo que el Dr. en Economía Aurelio García del Barrio define como la pregunta correcta “¿cuál es el motivo o para qué fin se constituye una empresa offshore?” Las respuestas de los altos funcionarios son, sin duda, un compromiso ante la ciudadanía y ante la Comisión de Ética.
Para que vean que, aunque nadie vaya preso algo le pica en la conciencia, cuando el escándalo de los llamados papeles de Panamá, el presidente de “Chile Transparente”, Gonzalo Delaveau Swett, renunció inmediatamente. El máximo representante del capítulo chileno de Transparencia Internacional, se vio obligado a renunciar por estar involucrado en la gestión de recursos en paraísos fiscales.
Por su parte Macri, presidente argentino, responsabilizó a su padre que fue quien fundó la empresa y remató el asunto diciendo “es legal”. En Panamá hubo un socio de Martinelli que sobrevivió a la tormenta. En Perú, el ex ministro de Fujimori y jefe de campaña de Keiko, Yoshiyama Tanaka, donante de US$ 61.821 para la campaña, pasó la prueba igual que Pedro Pablo Kuczynski.
Para no deprimirnos dejemos las cosas hasta aquí, no sin antes repetir la pregunta de García del Barrio: “¿cuál es el motivo o para qué fin se constituye una empresa offshore? Eso sí, no se le ocurra a nadie olvidar que quienes deben responderla están éticamente impedidos de opinar sobre reformas fiscales.