El miércoles pasado a media mañana, sentado yo con un amigo, se me acerca un joven y me dice:

– Hola, Luis. Quiero preguntarte algo. – quien se encontraba conmigo trató de pararse para dejarnos solos, pero el joven le dijo que se podía quedar-.

– Tú me dijiste y siempre has dicho que hay que prepararse, estudiar, ser responsable y no faltar al trabajo, ser disciplinado, todo eso me lo dijiste y todo lo he hecho. Ahora te pregunto, ¿para qué y de qué ha valido todo el esfuerzo? Porque me he preparado y sigo en esto con  mucho esfuerzo y mira quién es que está al frente de todo. Soy puntual, no falto, sin embrago todo mundo sabe quién nunca está y ahora hasta premian a uno de los que casi nunca viene y cuando lo hace es a desarticular todo con su comportamiento. Nadie dice nada y no puedo decir nada  para que no se cojan conmigo. Creo que me he equivocado y debí dejar esto hace mucho, ahora ya no puedo, porque cómo comienzo otra cosa.

Lo escuché con mucha atención y mientras hablaba se acercaron dos jóvenes más corroborando todo lo expuesto por él. Le contesté:

– Hay que hacer lo correcto, no por el otro, sino por uno. – Me retiré del lugar, porque el reloj marcaba las diez.

Esa persona, de unos veinte y tantos años, habló por toda una generación que está decepcionada y poco esperanzada, por la indolencia e irresponsabilidad de unos que cobardemente piden pruebas de lo malo, teniendo todo frente a ellos.