He comparado en mi último artículo los debates con las peleas de boxeo. Por considerar que este símil es válido, continuaré usándolo. Analizaré extractos de dos de los más famosos debates franceses, de los que anexo más abajo los links a los videos correspondientes, traducidos por mí al español criollo.

La primera estrategia para no perder un debate es evitar los ganchos del adversario. Y cuando hablo de ganchos, lo hago usando tanto la acepción boxística (es decir, uppercut) como la criolla (es decir, trampa). Con estos ganchos se busca o bien llevar al adversario a un terreno que no le es propicio, o bien forzarlo a dar una imagen que no le sea favorable. Evitarlo es esencial: ya se sabe, el triunfo o la derrota en un debate se basa mayormente en la imagen, en la percepción – positiva o negativa – de quienes lo observan.

El primer debate tuvo lugar en 1981, entre Valéry Giscard d’Estaing y François Mitterrand, candidatos a la presidencia por la coalición derechista “republicanos independientes y por una coalición de izquierdas encabezada por el Partido Socialista, respectivamente. Giscard d’Estaing buscaba la reelección.

El objetivo de Giscard d’Estaing era el de presentarse como un presidente moderno que encarnaba un cambio sin peligro. El peligro al que se refería era el propio Mitterrand: entre los aliados de los socialistas estaban los comunistas franceses, cucos de los grandes burgueses entre los que se contaba Giscard. En los meses que precedieron las elecciones, muchos sacaron sus riquezas de Francia, temiendo que un gobierno que daba cabida a los comunistas se las incautara. Este es un buen ejemplo de cómo se usa el miedo para lograr sus propios objetivos, como hizo Balaguer en 1996, metiendo miedo con la unificación de la isla si ganaba Peña Gómez. El objetivo de Mitterrand era demostrar lo contrario.

El gancho lo tiró Giscard y fue peligrosísimo: durante un intercambio sobre la devaluación del franco frente al marco alemán, Giscard le preguntó a Mitterrand, cara a cara y de manera altanera, cuál era la prima del marco alemán ese día. Y lo hizo porque el franco se había devaluado. Giscard pretendía argumentar que se había devaluado por la incertidumbre de que los comunistas tomaran el poder.

La situación de Mitterrand era delicada: si respondía iba a aparecer en condición desfavorable frente a Giscard (como el muchacho frente al maestro), y si no lo hacía daría la impresión de que no conocía el tema o que de alguna manera asumía la responsabilidad de la caída del franco. Por eso, debía probar que la caída del franco no era causada por la coalición que sustentaba su candidatura.

Siete años antes, Giscard d’Estaing noqueó a Mitterrand con una frase corta pero contundente. Pero Mitterrand aprendió la lección y en ese nuevo debate – una verdadera revancha – se olió el gancho y se zafó magistralmente: denunció a Giscard por tratarlo como si fuera su alumno y luego pasa a demostrar que el franco no se había devaluado de forma súbita sino durante los últimos siete años que coincidían, precisamente, con el gobierno de la derecha. De esa manera demostró maestría en el tema monetario y descartó que el franco se devaluara por su alianza con los comunistas.

Como Mitterrand evitó el gancho, a Giscard d’Estaing no le quedó más remedio que contradecir lo que había afirmado apenas algunos segundos antes.

El segundo debate tuvo lugar en 1988. En esa ocasión Mitterrand, que buscaba reelegirse, debatió con Jacques Chirac, primer ministro y candidato presidencial de la derecha. El objetivo de Chirac era lograr despojar a Mitterrand de la imagen presidencial a fin de presentarlo como un simple candidato, buscando de esa manera mejorar su propia imagen, elevándola a una estatura presidencial. El objetivo de Mitterrand era precisamente lo contrario: mantener su imagen de presidente y no bajar a la categoría de un simple candidato. De hecho, una de las condiciones que puso Mitterrand para debatir fue que el escritorio en que debatiría contara exactamente con las mismas dimensiones de su escritorio presidencial. De esa manera Chirac recordaría que su jefe era Mitterrand.

Chirac tiró el gancho y Mitterrand evitó caer en él nueva vez. Su jugada fue tan brillante que no la mencionaré. Los invito a ser testigos de la misma en el video correspondiente.

De más decir que en ambas elecciones Mitterrand fue elegido presidente de Francia.

Ambos videos son cortos, no más de dos minutos. Parecería que contienen simples conversaciones, conversaciones corteses, cuando en realidad se trata de guantazos que buscaban knock-outs, movimientos estratégicos esenciales para el triunfo electoral de uno y la derrota del otro.

Continuaré la próxima semana con el video de un debate en que participó Jean-Marie Le Pen, nuevo mesías de muchos dominicanos.