¿Existe compatibilidad entre ciencia y religión?  Las diferencias entre los dos campos son obvias.  Las verdades religiosas tienen su fuente en la creencia de que un dios sobrenatural revela verdades absolutas a personas escogidas.  Las escrituras así reveladas constituyen los textos sagrados de diferentes religiones que son aceptados sin cuestionamientos por los fieles.  La autoridad viene de un poder divino y demanda obediencia absoluta, bajo pena de consecuencias en otra vida después de la muerte, y en pecados transformados en crímenes sancionados por leyes en países con teocracias o estados confesionales.

Por el contrario la ciencia reniega de dogmas.  Aunque los precursores de la ciencia vivieron en la Antigua Grecia y Roma, no es hasta los siglos XVI  y XVII que filósofos y científicos desarrollan un nuevo método de investigación que inicia la ciencia moderna.  Estos científicos abandonaron dogmas y construyeron hipótesis y teorías que pueden ser confirmadas o refutadas con evidencias empíricas.  Los principios científicos fueron considerados tentativos y objeto de cambio ante nuevas evidencias o teorías más comprensivas.

De esta manera, el progreso científico se inició abandonando conceptos metafísicos y principios filosóficos del pasado.  El resultado ha sido un progreso tecnológico sin paralelo en la aplicación de conocimientos que han revolucionado la vida del ser humano en el planeta.

El primer conflicto de envergadura entre ciencia y religión ocurrió cuando Giordano Bruno (1548-1600) fue quemado por la Inquisición Romana y Galileo Galilei (1564-1642) fue arrestado.  La física heliocéntrica reforzada por Galileo, Kepler, y Newton ponía al sol en el centro del Universo, no la tierra como afirmaba la Iglesia Católica.

El conflicto entre ciencia y religión continuó en otros frentes.  La Reforma protestante buscó la libertad de conciencia individual en vez de la autoridad de la iglesia.   La Ilustración buscó extender los métodos de la ciencia a todas las áreas de conocimiento, incluyendo la economía política, sociales y psicología.   En el siglo XVIII, la Revolución francesa proclamó los principios de  libertad, igualdad y fraternidad en momentos en que las colonias Católicas de América todavía se nutrían del despojo y el trabajo esclavo  de indígenas y africanos.

En 1950, el papa Pío XII en la encíclica Humani  Generis declaró en esencia que los católicos podían adoptar la teoría que los científicos aceptaran sobre el desarrollo del cuerpo humano, siempre y cuando aceptaran que Dios, en algún momento, decidió crearle un alma.   Pero esta encíclica pone en tela de juicio la validez de la teoría de la evolución de Darwin y aconseja a los fieles ser cautos.

Casi 50 años  más tarde,  el Papa Juan Pablo II en su mensaje a la Pontifica Academia de Ciencias, el 22 de octubre de 1996, acepta la teoría de la evolución como un dato científico no cuestionable,  reafirmando a la vez  la creencia en la infusión del alma.   Esta declaración es posible porque  la interpretación Católica de las Escrituras es la de que la Biblia no ofrece lecciones en ciencia y no debe de tomarse literalmente.   Esta es una posición opuesta a la de muchas iglesias cristianas de origen estadounidense  que interpretan literalmente la historia del Génesis y se oponen a la enseñanza de la teoría de la evolución en las escuelas.

La autonomía de los campos científicos y religiosos  predominó con anterioridad a la sistematización conferida por el biólogo evolucionista estadounidense Stephen Jay Gould.  En su libro Rocks of Ages (1999), Gould propuso lo que él llamó “una resolución simple y totalmente convencional sobre el supuesto conflicto entre ciencia y religión”.   Definió el magisterio como "el dominio donde una forma de enseñanza tiene las herramientas apropiadas para lograr un discurso significativo y su resolución".  Divide así dos magisterios que no convergen: el de la ciencia y el de la religión.

Gould atribuyó el magisterio de la ciencia al campo empírico, esto es, la materia existente en el universo y las teorías que explican su funcionamiento.  El magisterio religioso lo reservó a preguntas sobre el último significado de la vida y sobre valores morales.  No asumió crear una nueva teoría al respecto, sino presentar lo que consideró una solución tradicional y consensuada entre personas de buena voluntad en ambos magisterios.  Pero esta perspectiva ha sido fuertemente criticada, particularmente por otros científicos ingleses y estadounidenses y por asociaciones de humanistas, escépticos y ateos que se extienden a varios continentes.

El biólogo evolucionista Richard Dawkins, en su libro The God Delusion, argumenta que la división entre los dominios de la ciencia y la religión no es tan sencilla como aparenta.   Uno de sus principales argumentos es el de que la mayoría de las religiones defienden la existencia de milagros, lo cual constituye una violación de los principios de la ciencia.

En otras palabras, si Jesús tuvo o no un padre biológico no es asunto de moral, sino de dato físico.   La doctrina de la Asunción de María al Cielo, promulgada en 1950, implica que el cielo es un lugar físico.  La pregunta científica investigaría la descomposición del cuerpo o su remoción del suelo hacia el Cielo, el cual, también sería físico y puede ser refutado o verificado empíricamente.

Además, Dawkins contradice la idea de que las religiones tengan nada significativo que decir sobre ética y valores, y por lo tanto no tienen autoridad para reclamar un magisterio propio.  Dawkins razona, que en la práctica, los textos sagrados son ignorados en función de un consenso liberal de formas de comportamiento decente y de justicia social que cambia con el tiempo, casi siempre debido a reformas seculares.  Las Iglesias sencillamente escogen los pasajes apropiados, (como el sermón de la montaña) e ignoran aquellos que promueven prácticas ya superadas o en vía de superación por la civilización moderna (esclavitud, sexismo, homofobia, apedreamiento de mujeres adulteras, genocidio de poblaciones conquistadas, muerte a hijos irrespetuosos, poligamia, etc.)

En el 2004, el libro del neuro-científico  Sam Harris, The End of Faith [El final de la FE], apareció en la lista del New York Times entre los más leídos por 33 semanas.  Sus libros siguientes también mantuvieron records entre los más leídos, particularmente su libro sobre como la ciencia puede determinar valores humanos.   A estas voces se ha unido el físico teórico de más renombre de nuestros tiempos, el inglés Stephen Hawking.

Anthony Burgess, en su presentación del libro de Hawking “Towards a Theory of Everything” (29 diciembre 1991, The Observer, p. 42)  afirma que el libro habla de Dios como una metáfora útil, pero Hawking es ateo.  En su mismo libro y a través de presentaciones televisivas del programa estadounidense NOVA, Hawking ha afirmado que la existencia de Dios no es necesaria para explicar el origen del universo.

En la entrevista de Ian Sample para el guardian.co.uk, el 15 de mayo del 2011,  Hawking señaló que el concepto de cielo religioso es un mito, comparándolo a “un cuento de hadas para personas que le tienen miedo a la obscuridad”.  Además, añade que la ciencia predice muchos tipos de universos que serán espontáneamente creados de la nada y que nuestra propia existencia en el planeta es producto del azar.  (Ver entrevista en http://www.guardian.co.uk/science/2011/may/15/stephen-hawking-interview-there-is-no-heaven).

La apertura de los medios masivos de comunicación a la crítica religiosa rompe esquemas tradicionales.  En los Estados Unidos, cerca del 90% de la población es creyente y  los debates conflictivos entre ciencia y religión han sido lentos.  Recién en 1968 la Suprema Corte de Justicia argumentó sobre la separación entre Iglesia y Estado para considerar inconstitucional la prohibición de enseñar la teoría de la evolución de Darwin. Y finalmente en 1987, consideró que la obligación de enseñar el creacionismo era contraria a la Constitución por ser equivalente a promover una creencia religiosa en la educación pública.

En el presente, el mayor desafío que enfrenta la comunidad científica es la ignorancia y resistencia  de pueblos y gobernantes para actuar y tomar sus hallazgos sobre el cambio climático seriamente. Para gobiernos y corporaciones es más importante continuar con la tecnología que les produzca más beneficios sin considerar consecuencias.  Las poblaciones pobres y sus gobiernos, particularmente residentes en islas y zonas costeras, no logran pensar en un futuro más allá de un término de gobierno.  Y para muchos religiosos, los signos de los tiempos se reducen a los anunciados en el Libro de Revelaciones y la segunda llegada del Mesías, al que esperan con los brazos abiertos.