Cada día que pasa se aviva más la idea de una posible recaída en el débil proceso de recuperación económico mundial. La deslucida riña dentro del congreso norteamericano para aprobar el aumento del techo de la deuda, la pérdida de la codiciada AAA de la deuda norteamericana a manos de la calificadora de riesgo Standard and Poors, más las dudas sobre la solvencia de Italia y España, son los elementos claves de este pesimismo financiero global.

En las últimas semanas el congreso de Estados Unidos se mantuvo hundido en un irrisorio pleito entre demócratas, republicanos y el tea party, sobre cuáles eran las políticas idóneas para afrontar el tope de la deuda, aún a sabiendas de lo impostergable de la situación. Y aunque se arribó a un compromiso, no dejo satisfecho a ninguna de las partes.

Este teatrillo de mal gusto, perjudicó la imagen que todos teníamos del coloso económico. Cuán equivocados estábamos cuando ilusamente pensábamos que la estabilidad económica mundial importaba al “big brother”.

¿Con qué moral estas empresas que por años dieron de manera alegre esas AAA a productos que ni entendían, vienen ahora a empañar el proceso de recuperación? , ¿Deberíamos hacerles caso en sus predicciones, después de tantos intentos fallidos?

Luego de que por fin se aprobó el aumento del techo de la deuda en EEUU, la calificadora de riesgo Standard and Poors arremetió contra la estabilidad de la deuda gringa, reduciendo su calificación de AAA a AA, dando a entender que se ha aumentado la probabilidad de impago de los compromisos contraídos por parte del coloso occidental.

Pero recordando el papel protagónico de las calificadoras de riesgo en la crisis económica mundial, ¿Con qué moral estas empresas que por años dieron de manera alegre esas AAA a productos que ni entendían, vienen ahora a empañar el proceso de recuperación? , ¿Deberíamos hacerles caso en sus predicciones, después de tantos intentos fallidos? Yo considero que NO.

Del otro lado del atlántico las cosas no lucen mucho mejor. La discordante economía europea freno su incipiente crecimiento en este segundo trimestre del año. Los inversores desconfían de las medidas que se han tomado para hacer frente a la crisis. Y todos se preguntan quienes serán las próximas víctimas, apuntando a Italia y España quienes están al borde de perder su acceso a los mercados; países agobiados por el mal manejo de la cosa pública, desempleo y deuda apabullante.

Más allá del teatro de mal gusto en el congreso norteamericano, y las continuas dudas sobre la solvencia de España e Italia, el problema más apremiante es la incapacidad que han demostrado las grandes potencias económicas para volver a la senda del crecimiento y la creación sostenible de empleo.

Ya está bueno de teorizaciones y politiquerías, es necesario apretarse fuertemente los cinturones, aún a sabiendas del ineludible costo político que esto traerá.