Porque… “ni la ironía ni el sarcasmo son argumentos”.

La palabra es un don divino gracias al cual el hombre puede ocultar sus pensamientos, cuando los tiene, y simularlos, cuando no los tiene. (J. Camba)

Grandes pensadores han asegurado que todas las pasiones en el fondo son buenas y todo depende la dirección hacia la cual se dirijan. Por eso cada persona es una bestia turbada, un impenitente pecador o un eterno enamorado de la vida, cuya mirada siempre está dirigida hacia las cosas consideradas “buenas”.

Pero no hay hombre perfecto sino aquel que sabe desenvolverse entre el llamado bien y el llamado mal, esto es, ni santo ni diablo, solo hombre. De ahí que el comportamiento de los enganchados a la política sea tan enigmático, tan difícil de descifrar. En ocasiones nos producen el deseo de que el mismo incendio que ardió en Roma los envuelva y pulverice, mientras en otra, sin ser fanático creyente, solo atinamos a decir: “Dios, perdónalos que no saben lo que hacen”.

La plebe rencorosa para unas y alabardero para otras, se postra a sus pies o los desacredita y abandona cuando el viento no corre a su favor. Nos gastamos políticos que prácticamente en su oratoria, fácilmente,  si Dios no fuese tan inteligente, los tuviese a su derecha pero con asiento en la tierra. Hablan del pueblo cual si fuesen predestinados para salvar a los desposeídos del mismo, ocultando su vanidad y maldad como lo puede hacer cualquier depredador o ave de rapiña, al decir que no quieren mal para el pueblo, por el contrario, dicen querer lo mejor para ellos pero…¡no hay nada tan sabroso como su carne!

De esa manera es que vemos nuestro adelanto político, donde el tigueraje de buena labia se convierte en un dirigente fogoso y locuaz hasta tanto obtiene su “elección” pero, por igual y gracias a Dios, contamos con líderes que son lumbreras políticas que solo se ven opacados cuando permiten ser arropados por las crápulas que hemos hecho referencia y todo esto, sin que sean santos ni diablos, solo hombres de buena fe aun yerren en su accionar.

La campaña se inició hace tiempo con estrategias muy audaces, donde los “monaguillos van delante del sacerdote” alejando los diablos, aunque muchos por igual, con sus aspiraciones ocultas para suplantar al sacerdote. Pero la campaña está abierta y ya los “escribidores” de siempre se destapan con sus “análisis” políticos sobre las condiciones de tal o cual candidato que claro, el mismo siempre favorece aquel que ha aflojado la lana.

Son alabanzas y artículos dirigidos a esa gran masa esclava de la ignorancia y presa eterna de la miseria, solo en busca de su voto. Son escritos que avergüenzan a la clase periodística y donde los responsables de  los mismos dejan ver algo más que las enaguas, sin sentir vergüenza alguna.

Ya se destapo la industria del chisme y el descredito, donde dan por hecho que la vil mentira es nuestra mejor y más cara cultura. La “comunicación” ha llegado a tal extremo, que es alto conocido el pensar y hacer de muchos al no ver canales nacionales para evitar escuchar la mediocridad de la plaga de mediocres enganchados a periodistas y “comunicadores” que han invadido los medios de comunicación.

Se nos ha desgastado la vergüenza y los principios sin apenas darnos cuenta. Todo es banalidad, todo lo moral se nos escurre como agua entre los dedos y los degradados representantes políticos se niegan abdicar a sus irritantes privilegios, por demás inmorales y faltos de ética. Todo lo cual nos hace pensar si no sería mejor establecer por las buenas o por “las buenas”, la utopía que ronda por ahí de que estos representantes tendrán que:

“Ser asalariados solamente durante el periodo que haya sido elegido y no tendrán jubilación de por vida: contribuirán a la seguridad social y toda persona actualmente en el fondo de jubilación del Congreso deberá pasar  al régimen vigente de la seguridad social: debe pagar su plan de jubilación como  todos los dominicanos: no le asistirá el derecho de votar su propio aumento de ingresos parlamentarios y se debe eliminar el barril de inmediato: debe cumplir con las mismas leyes y obligaciones que los demás ciudadanos dominicanos y no podrá cumplir más de dos mandatos. Creo que todo esto es más que utópico pero, no perdemos nada con soñar. ¡Si  señor!

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