Me encontré en las redes (nunca mejor empleado el término) con la llevadísima y traidísima entrevista que le hiciera el presentador de televisión Jochy Santos, a una joven, también presentadora de televisión, llamada Venya Carolina, teniendo ambos, según mis parciales apreciaciones, más o menos, el mismo coeficiente intelectual, pero colocado uno en posición del martillo, y la otra, a modo a clavo, para respetar el sagrado folclor.
Bajo ninguna circunstancia, me atrevo a creer que el equipo de producción del programa de don Jochy, y/o el propio don Jochy, armaran deliberadamente una puesta en escena, para ridiculizar y burlarse con toda crueldad de una de sus colegas, que debía ser acogida con más respeto y comprensión, especialmente, si su conducta les parece un poco errática, a quienes creen tener alguna discrecionalidad, para determinar cuáles son las conductas erráticas, aunque a mí no se me ocurre el nombre de nadie que pueda desempeñar esas funciones…bueno…excepto yo misma.
Honestamente, las que a mí me parecieron erráticas no fueron las conductas, ni las palabras de Venya Carolina, sino las del resto, incluyendo, la de otra presentadora, que con una falta de sensibilidad escalofriante, intentó posteriormente hacer una comedia, de trasfondo clasista, con los restos de un delirio patético.
Del grupo entero envuelto en esto, Venya Carolina era la que parecía más sobria y menos trastornada. El rugiente regocijo con que recibían la ingenua confesión de los sueños completamente alienantes, que le han inoculado, era de una elocuencia estremecedora y descarnada.
¿Y qué los escandalizó?
En el país y en el área de las “comunicaciones” hay una sólida y vetusta tradición del bulterismo más mediocre y bisutero que pueda imaginarse. Incluso décadas atrás, teníamos un personaje, que fuera cronista en Hollywood. llamado José Jasd, que hacía un programa -si mal no recuerdo, emitido por el muy educativo canal oficial- que incluía presentar a la audiencia una serie de fotos, en las que don José aparecía acompañado de todos los ricos y famosos del “jetset” internacional (creo que la palabra “jetset”, tan en boga en otros tiempos, está en completo desuso). Hasta donde tengo entendido, muchas de las foto eran verídicas y otras no. Pero ese no es el punto, sino la patología de asumir que la proximidad con ciertos personajes y ambientes elevan el nivel. El pobre Peña también pasó gran parte de su vida haciendo esos alardes.
-Aquí estoy Yo, en compañía de mi amiga, Jacqueline Kennedy Onassis, paseando por Capri, mientras tomamos un sorbete de helado de pistacho- decía José Jasd y espero no estar calumniando, pero me parece que algunas fotos estaban trucadas y otras fueron conseguidas con cierto tipo de necedad.
La etapa simplemente no se ha superado, ni tiene visos de hacerlo. Y si nadie se alarmaba porque don José Jasd decía que andaba con Jacqueline Kennedy ¿Por qué Venya Carolina no puede decir que ella se comunica y tiene amistades con Jennifer López? Esto último es hasta más verosímil. Entre José Jasd y la Kennedy, no había nada en común y Venya Carolina y Jennifer López deben tener traseros si no similares, al menos de la misma escuela.
Estoy segura de que por lo menos tres programas de televisión local, iniciarán hoy con sus estelares conductores diciendo algo así: “Esta corbata (con el nudo mal hecho o, peor aún, bien hecho) me la envió de regalo Donald Trump, en su avión privado y el avión vino solo a traer el regalo mío”. Si eso se acepta como “normal” -y de excelente gusto- no veo razón de escándalo, porque alguien subraye una alucinación cotidiana, con una pizca extra de literalidad.
A lo de la Reina de Inglaterra sería un poco más difícil de buscarle la vuelta, si no existiera el precedente de la presentación de saludos ensombrerados, que tuvieron a bien orquestar en su momento, Leonel Fernández y su esposa, sabrá Dios mediante cuáles excusas, sobornos, tejemanejes y macuterismos.
Seguro que Venya cree que le bastará presentarse en el palacio de Buckimgham y decir que va de parte los Fernández, que son compadres de la Reina, para organizar la visita que ésta realizará a RD. Y no es solo Venya que cree cierta esa eventualidad, sino el país casi entero.
La joven parece ser todavía bastante cándida. De lo único que se le puede acusar a ciencia cierta es de haber aprendido las lecciones recibidas, sin cinismos, sin las suspicacias primordiales y de dar por cierto que la valía y el estatus dependen de lo que le han dicho que dependen.
¿Y por qué los ángeles y los “poderes” y “dones” de Venya son delirios alarmantes? ¿No es todo el mundo -excepto yo- que está delirando de una forma muy parecida? Conozco a muchísima gente que ha vuelto a pleno Medioevo y si les sale una espinilla en la nariz es un designio divino y si se le explota, también.
Y ni qué decir de los valiosos y apreciados cánceres -que hacen aparecer a los milagreros como si fueran moscas atrás de un pastel- y las ambicionadas catástrofes, que en la actualidad tienen el mismo valor místico que un fémur del Rey Melchor, o una falangue del dedo grande del pie derecho de San Policarpo.
Los profetas e iluminados proliferan en ramilletes, por todas partes. Tengo entendido que Vickiana y Martha Heredia son predicadoras. ¿Por qué Venya no? Creo que Relámpago Hernández terminó de igual forma y nadie dijo que estaba mal y no tenía por qué estarlo.
Tal vez la comunicación con Hollywood y Jennifer López es telepática y la visita de la reina va a ser en espíritu. En mi familia hay un par de privilegiados que son distinguidos habitualmente con visitas de ángeles (como si fueran La Virgen María) y dioses en los momentos más imprevistos.
Por ejemplo, hace poco, uno de ellos estaba comiendo sopa y de repente se quedó paralizado, con la cuchara a medio camino entre el plato y la boca y yo me pegué un susto del carajo. ¡¿Qué le pasa a Perencejo?! Grité espantada y alguien respondió con toda tranquilidad: “No, nada. El solo está descansando en El Espíritu” y yo respiré aliviada, aunque no seguí comiendo la sopa.
Un aspecto positivo es que se ha ampliado un poco el vocabulario de uso común. Hasta hace muy poco el verbo “reprender” era casi desconocido y ahora es habitual y además tiene un efecto embriagador sobre la autoestima del usuario. Cuando alguien dice: “¡Te reprendo en el nombre de Jehová! está ejerciendo una autoridad superior, reservada a los semi-dioses y hablando de tú a tú con El Demonio.
En el mundo actual, donde tanto se ha dicho que querer es poder, ni el cielo es el límite. A mí, personalmente, me parece hasta inmoral alarmarse por un par de inexactitudes creativas faranduleras. Mucha de esta gente exalta el fantocherismo y cuando alguien quiere integrarse al mismo, porque no tiene con qué resistirse al bombardeo, entonces es motivo de burlas.
No, Venja Carolina no tiene ningún problema que no pueda resolverse, con un poco de afecto, paciencia y terapia sicológica correcta y expectativas realistas de lo que puede hacer en el medio en el que desea trabajar y ya lo ha hecho, con la entusiasta aceptación de cierta clase de público.
Lo preocupante y escandaloso es el bulterismo bisutero político, que se convierte en paradigma y nos trasmuta a casi todos, en lastimosas caricaturas de nosotros mismos.
Si ser el depositario de una serie de reconocimientos autogestionados y pseudo-imaginarios; hacer “bulto”, fingir conocimientos de los que se carece; manipular y alterar sin ningún rubor trabajos académicos de especialistas -y de quien sea- para ajustarlos sin rigor, a discursos babosos y circenses; simular que simples acuses de recibo son evaluaciones admirativas de propuestas disparatosas; ayantar con estar involucrado en cuestiones de alta política internacional (el equivalente a Hollywood para la farándula), mentir de forma ridícula y ostensible, no han sido suficientes para descartar a Leonel como Presidente de un país, ¿Por qué un par de sucedáneos de esos recursos, afecta la credibilidad de alguien, para presentar un combo en la televisión o para firmar una películastra de Robertico Salcedo?
¿Por qué produce burlas y risas? La cultura de pantallosidad nos debía hacer llorar. Pero no la de Venya que no nos cuesta gran cosa, sino la otra, que nos está costando todo. Está encaramada sobre nosotros y nos aprieta el cuello.