En una ocasión conocí a un noruego que me contó haber estado en la República Dominicana sin saberlo. La cosa comenzó cuando a través de un brochure plagado de fabulosas fotografías de mujeres en bikinis, playas infinitas, y palmeras que tocaban el cielo, le vendieron un destino en el Caribe, para sus vacaciones. A su llegada a un aeropuerto con techo de cana, lo introdujeron en un cómodo minibus con aire acondicionado, y pocos minutos después, el noruego llegó a un resort amurallado donde dos empleadas disfrazadas de “gente típica” le dieron a tomar de una bebida de nombre corto pero efecto largo que le hizo ignorar aún más dónde se encontraba. A partir de ahí todo fue playa, piscina, shows con empleadas disfrazadas de gente tipica, y abundante alcohol y comida. Antes de regresar a Oslo, el noruego compró en la tienda de regalos del resort un lindo souvenir con una bandera tricolor, que en la parte inferior llevaba impreso el lema universal “made in China”.
Al igual que el susodicho noruego, una gran cantidad de turistas que visitan anualmente la RD, viaja a una franja de mar amurallado, protegido de las múltiples realidades que le rodean. Es como visitar un país-resort que bien podría llamarse Ningunlandia.
“República Dominicana lo tiene todo, captúralo y conviértelo en TU paraíso”, dice el eslogan del Ministerio de Turismo, a la mejor manera del “fiestas, refrigerio y ganancia” anunciado por Colón en su famosa carta a Luis de Santángel. En el web oficial (cuyo logo es, curiosamente, un sol enorme con una de las carabelas de Colón en primer plano), lo primero que aparece es la foto de una playa y un enlace para accesar a información sobre Punta Cana. Pero siendo la nuestra una isla tan rica en paisajes y lugares interesantes y bellos, y ya que dependemos más del turismo que de la agricultura, hay que ser muy poco creativo para únicamente ofertar y promover playas y resorts. ¿Y las montañas, ríos, valles, lagunas, lagos y demás bellezas naturales? Como opinaba alguien en facebook el otro día, están también las diferencias que se dan en cada región, cómo es y qué ofrece cada una, incluyendo su historia, costumbres, artesanía, el contacto con la gente, etc. Existe también la posibilidad de potenciar un turismo ecológico que beneficie a todos, tomando en cuenta que contamos con hoteles y lugares dignos de promoverse para este fin, como la finca de mi amigo Colmar en Las Terrenas, o uno que otro hotel en Montecristi y Barahona, por sólo mencionar algunos. Al fin y al cabo, no todo el que hace turismo quiere viajar a un país para encerrarse en un resort a mirar a un grupo de sankys dando brincos alrededor de una piscina. Y a no todo el mundo le parece agradable hacer turismo en Ningunlandia.
(Que por cierto, aquí a lo callaíto y a modo de posdata, vale la pena entrar a la sección de “Libros” del mencionado sitio web del Ministerio de Turismo, donde informan al visitante sobre la literatura dominicana, foto de Joaquín Balaguer incluida. A Balaguer lo ensalzan como escritor mucho más que a Juan Bosch, Freddy Gatón Arce y Franklyn Mieses Burgos, calificándolo como “uno de los grandes escritores dominicanos del siglo XX”. De las escritoras, a Aída Cartagena Portalatín apenas la mencionan como poeta perteneciente al movimiento de la Poesía Sorprendida, mientras que Hilma Contreras, sencillamente no existe, es decir, la ningunean).