Hay un pacto no escrito para que la oposición le dé al nuevo presidente de la República cien días de tregua para que emprenda su plan de gobierno.

Esto no es exclusivo de nuestro país. En los Estados Unidos es tradición que el partido de oposición le dé un respiro al nuevo gobierno. Sin embargo, desde la ascensión y hasta la salida de Donald Trump de la presidencia esto parece desvanecerse.

La atipicidad de Trump y sus enemigos políticos, merecidos o no, han sido, fundamentalmente, la causa de la guerra abierta contra él, aun antes de llegar a la Casa Blanca.

Trump quizás se lo ha ganado. Pero no podemos negar que los poderes sombras y visibles norteamericanos y mundiales, aliados con la gran y mayoritaria prensa, han obrado para aumentar su desaprobación. Han sido ataques sin cuartel contra un presidente que, al margen de sus errores, su mal mayor ha sido no tener pelos en la lengua para cantarle la verdad a cualquiera, incluida a los medios de comunicación, a quienes ha herido grandemente, pero que ha sido instrumento y fin de quienes mandan.

A Trump no le perdonan nada. Que sea dominante, fanfarrón, bragueta floja y empresario, conocedor de todas formas para eludir impuestos, es lo menos. Su gran problema es no tener filtros: no deja de decir cuanto piensa, aunque ofenda.

Quienes se oponen a Trump, no le perdonan ser franco y transparente, aunque obre en su contra, y menos aún, enfrentar a los sobornadores legítimos (en Estados Unidos el cabildeo está permitido legalmente).

¿Por qué tanto de Trump? El presidente Abinader señaló esta semana que en sus primeros cien días no hubo tregua. Nunca hay que dilatar el tiempo para contribuir con el presidente para que lo haga bien, quien tiene esta obligación y la de transparencia y, que incluye no andar con poses, actuar abiertamente, como lo está haciendo hasta ahora el presidente.

Lo que se espera es una oposición firme; pero responsable y que no ponga en juego la gobernabilidad y los principios del estado constitucional, convencional y democrático de derecho. Las críticas fortalecen y abren las puertas de la verdad, y como ha dicho Abinader: le deben ayudar a gobernar mejor.