Así de horrendo, de hedonista, infausto provocador en el exilio (cara pálida, cancerbero amarillo, truhan calamitoso herido de muerte). Así de aferrado a un poste, a la argolla mastodonte e intestina del transporte público; solemne como liquido viscoso, herramienta y oficio de espesos letargos. Así de inventivo, de zalamero, afán compulsivo en el recuadro ajeno, monologo arrastrando sus cadenas, el bultito de sueños, la camisa a cuadros (sudada, apestosa). Todo un disparate al caer la tarde.

Usted posiblemente me ha visto, quizás me conoce, se conduele o sale huyendo de las rarezas. Soy una amalgama de huesos, pellejo ensimismado con las ventanillas, con el transeúnte, con la afección despertada por un niño llevado a cuesta, cuya silla de ruedas arrastra una señora gorda, inmensamente gorda, pero sonriente frente al espejo.

Allí mi ser, asido como tantos a las últimas esperanzas posibles; cerrando los ojos de vez en cuando; anhelante, formando un crucigrama de preceptos (un Chauvin cualquiera). Y dentro, dentro de mí, todo lo anterior y las reposiciones: la trama, el drama, la escena.  Diez mil desamores, preguntas, indignación, desespero…

Igual reparo en las luces del final de la tarde, todo el ocaso de otro día prestado. Sobre la ciudad diviso un avión de pasajeros (va volando, sólo sé que vuela). Honestamente no sé si seguir indignado o dejar pasar la página. Personalmente quisiera descansar de los cinismos, de las tropelías y sórdida vagabundez de los mismos ineptos, bribones, indolentes conocidos.  Jamás imaginé que existiesen tantos  seres henchidos de las más miserables y nefastas actitudes posibles como el clan de los que gobiernan.

Esos hombres sin moral, sin principios, maquinadores e incapaces de mirar a otro lado que no sea todo lo que le beneficie o nivele el paso (pero que no se preocupen, yo reconozco que ellos no son los únicos culpables de nuestras desgracias y penas; motivos por lo cual una gran mayoría hemos tenido que escapar huyendo al abandono).

Igual nosotros, insisto tanto, igual nosotros (masoquistas a los que le fue arrebatado la capacidad de entendimiento, la capacidad de reconocerse como víctima de la cruel realidad de tantas malevolencias).