Porque el fin de los pueblos es mas honesto que el de los nobles, ya que estos quieren oprimir y aquel, no ser oprimido. –Niccolò Machiavelli-.

En los años transcurridos entre la elección y reelección de Danilo y la renuncia del antiguo Maestro, Guía y Líder del partido de gobierno, nos dedicamos a observar con detenimiento el proceso involutivo de la política criolla como propuesta inteligente para la resolución de conflictos. El espectro electoral, cargado de situaciones anómalas llevaba, y sigue siendo así, un curso acelerado de desviación temática para la obtención de los apoyos en procesos de campaña. 

Definitivamente, el escenario en que se desarrolla el debate político nacional, de alguna manera, procura desenfocar al electorado de los tópicos que laceran el desarrollo progresivo de las distintas capas sociales. Y, pretende también, establecer un relato condicionante que gestiona enraizar la creencia de una oposición débil o en estado de indefensión frente a la maquinaria corrupta enquistada en el gobierno, así como, vender la tesis de que el PRM, como fuerza política, es incapaz de desplazar junto a otras emergentes, del poder a los comesolos.

La cuestión parte de observaciones simples y se refuerza a partir del discurso del domingo del expresidente Fernández, quien después de haber quebrado al Estado para llevar a Medina al poder, replantea sus aspiraciones a partir de una indignación colectiva, de la cual se vende como principal abanderado. Del otro lado, el ungido, el megalómano, el magnánimo, el que ve la política desde su perspectiva narcisista, consciente del daño causado por la partida del "León", enfila los cañones a su antiguo camarada, para reforzar la fábula y dejar fuera del debate al candidato perremeista.

La lucha, que no es otra cosa que, la apuesta ególatra entre dos seres mezquinos que no conciben el mundo sino, a partir de sus elucubraciones, no puede enrolar a un pueblo que, marginado por sus acciones en estos fatídicos veinte años, ha sido objeto de malos tratos y colocado ante el mundo, como uno de los países con mayores índices de inmovilismo social. Haciéndolo parte en una disputa que va más allá de los intereses de la gente y que en el fondo, atiende a cuestiones de carácter psicológico.

Esos grupos, hoy divididos exclusivamente por el apego enfermizo a la nómina publica y por unas rebatiñas internas no resueltas por la vía de la concertación, hay que sacarlos del escenario en las elecciones venideras y darle a esta sociedad un merecido y esperado respiro. Esto así, porque el esfuerzo mancomunado de los sectores que aspiran al adecentamiento de la administración pública podría ser en vano si perdemos la batalla frente a un de las dos facciones que, aunque distantes, confunden intencionalmente lo público con su patrimonio familiar.

La razón manda a que, para este proceso electoral, como en otra época en que la unidad de los hombres fue determinante para encarnar por la vía pertinente, ese personaje mítico que brinde con sus planteamientos y hechos, esperanza y paz a los desvalidos, se impida a toda costa que el país caiga o siga en manos espurias. De ahí la necesidad perentoria, de que el candidato del PRM, articule una propuesta atractiva, real y realizable que lo distancie de los que se creen con el derecho de embarrarnos a todos en sus delirios de grandeza.

No cabe dudas de que la pugna entre el león de Villa Juana y el heredero de Olivorio, perfila favorable al principal partido de oposición, por ello, ambos bandos, acostumbrados a tergiversar la realidad para sacar provecho de las debilidades estructurales de esta sociedad. Acuden a la política maniquea con el objetivo de lograr efectos favorables a sus vicios. Y el uno quedarse ordeñando por interpósita persona la teta publica, y el otro volver para saciar la ambición desmedida de gobernar y auspiciar como lo hizo antes, la corrupción y su hija la impunidad, mostrando que la unidad solo era posible, en función del saqueo al presupuesto.