El pasado jueves me mandó el Doctor Odalís Pérez Nina un poema escrito por Gabriela Mistral, poeta chilena, premio Nobel de Literatura en el año 1945. Primera mujer iberoamericana y la segunda persona latinoamericana en ganar tan importante premio. Yo gocé del privilegio de conocer su humilde casa la cual usó como escuela. Pude ver la sencillez de su vida, su cama, su mesa de noche, en fin, imposible de creer que de una simple mujer de campo, pudiera salir alguien tan grande.
El Dr. Pérez Nina es un educador, filólogo, poeta, ensayista, dramaturgo, crítico de arte, investigador, conferenciante y una faceta desconocida por mí, pintor. Lo único que puedo añadir es que ha sido un gran honor el que al leer ese poema tan místico y humano de Mistral, pensara en mí y tuviera la deferencia y delicadeza de mandármelo a través de mi hijo.
Él sabe que tanto Luis Augusto como yo le tenemos un gran cariño y mucha admiración.
Consideré que algo tan hermoso debía compartirlo con todos, sobre todo, en estos momentos tan difíciles que estamos viviendo y en esta época de Semana Santa.
¿De qué quiere Usted la imagen?
Preguntó el imaginero:
Tenemos santos de pino,
Hay imágenes de yeso,
Mire este Cristo yacente,
Madera de puro cedro,
Depende de quién la encarga,
Una familia o un templo,
O si el único objetivo
Es ponerla en un museo.
Déjeme, pues, que le explique,
Lo que de verdad deseo.
Yo necesito una imagen
De Jesús El Galileo,
Que refleje su fracaso
Intentando un mundo nuevo,
Que conmueva las conciencias
Y cambie los pensamientos,
Yo no la quiero encerrada
En iglesias y conventos.
Ni en casa de una familia
Para presidir sus rezos,
No es para llevarla en andas
Cargada por costaleros,
Yo quiero una imagen viva
De un Jesús Hombre sufriendo,
Que ilumine a quien la mire
El corazón y el cerebro.
Que den ganas de bajarlo
De su cruz y del tormento,
Y quien contemple esa imagen
No quede mirando un muerto,
Ni que con ojos de artista
Sólo contemple un objeto,
Ante el que exclame admirado
¡Qué torturado más bello!
Perdóneme si le digo,
Responde el imaginero,
Que aquí no hallará seguro
La imagen del Nazareno.
Vaya a buscarla en las calles
Entre las gentes sin techo,
En hospicios y hospitales
Donde haya gente muriendo
En los centros de acogida
En que abandonan a viejos,
En el pueblo marginado,
Entre los niños hambrientos,
En mujeres maltratadas,
En personas sin empleo.
Pero la imagen de Cristo
No la busque en los museos,
No la busque en las estatuas,
En los altares y templos.
Ni siga en las procesiones
Los pasos del Nazareno,
No la busque de madera,
De bronce, de piedra o yeso,
¡mejor busque entre los pobres
Su imagen de carne y hueso!