Pocos conceptos se han empleado tanto en el País como el de “Unidad”   Entre los perredeístas se ha llevado casi a elevarlo al concepto de dogma.

“Hay que soportarlo todo por la Unidad”

La unidad, como la unanimidad, son relativos.   Propios del debate democrático.  Dependiendo del tema a debatir y la condición de los debatientes.

A los perredeístas, nuestros contrarios nos acusan de díscolos.  De bullangueros!  De rebúseros!  De nunca ponernos de acuerdo! Nada más falso!   Ahí está la historia que lo niega.  Quienes así nos califican actúan basados en un espejismo.  Creen que el debate en democracia es buenos modales y aceptación La lucha en defensa de los intereses genera chispazos.  En ocasiones algo más que un chispazo.

Se le atribuye la frase de que no le “gustaban los embutidos” al gran canciller alemán Otto von Bismarck,  porque había visto como se preparaban éstos.  Lo mismo podría decirse de las leyes.  A uno no le gustan porque ve como se preparan.  Y, sobre todo, los intereses que defienden!

Quienes hayan visto en televisión los debates de las grandes democracias orientales recordarán haber visto lo que era común en la lucha de Jack Veneno y Relámpago Hernández: Sillas y hombres por los aires.  El debate en democracia es así.  No es un organismo militar con jerarquías rígidas.  Todo lo contrario, la disensión es la norma.

He señalado lo anterior porque ahora vuelve al tapete el perenne tema de la Unidad.  Unidad con quién y para qué?  Se nos conmina a que se acepten intermediarios entre Miguel Vargas y Hipólito Mejía para preservar la unidad.

Acaso quieren plantear los intermediarios que la acción cometida por Miguel Vargas y compartes, en los momentos en que se desarrollaban la elección presidencial, fue una acción correcta.   ¿Qué es eso a lo que está obligado todo el que ocupe la presidencia de un partido en medio del combate?

¡Señores, no le demos vuelta!    Lo cometido por Miguel Vargas Maldonado en las pasadas elecciones generales es TRAICIÓN, dicho en el idioma que se prefiera.

Ante este hecho solo cabe que el culpable reconozca lo cometido y el daño causado.  Que públicamente se arrepienta de su acción proditoria y, entonces, solo entonces, podremos plantear que Hipólito y Miguel se reúnan.

Mientras tanto las autoridades partidarias están obligadas a recurrir al Soberano.  Sea vía el Plebiscito, el Referéndum Revocatorio o la Convención para que las bases, dadoras de toda posición de mando en el Partido, decida el camino correcto.

Si Miguel Vargas cree que lo hecho por él carece de importancia y que cuenta con el apoyo de la mayoría, debe someterse a su escrutinio.

Tanto la Junta Central Electoral como el Tribunal Superior Electoral, que exigen acatamiento a sus decisiones, porque ellos actúan basados en verdad y justicia, deben responder a la pregunta.  ¿No les causó sorpresa que un presidente de partido en funciones, que no era candidato porque perdió la batalla para esa nominación, se presentara dos días antes del certamen electoral para presentar un listado de quien es miembro del máximo organismo de dirección, el Comité Ejecutivo Nacional, y, por deducción lógica, quien no lo era?

Son ustedes tan ingenuos que un documento de esas características no les llamará la atención?

El calificativo que merece esta acción es de complicidad,  no de ingenuidad o inocencia sorprendidos en su buena fe!

Nosotros, los perredeístas,  estamos obligados por el bien del País y del Partido a seguir presionando por la reunión de nuestros organismos de dirección.

A Miguel Vargas que se reviente contra la pared!