Ahora que Cuba y Estados Unidos han restablecido relaciones, recuerdo que un diario dominicano calificó hace cinco años como “un valioso primer paso” la liberación de 52 presos cubanos, sin reconocerles su condición de prisioneros políticos, diciendo que con ello espera el cese de la “campaña contra Cuba” y “el criminal bloqueo económico patrocinado por Washington y secundado por Europa”. También tildaba de “delincuente” a Guillermo Fariñas, el disidente que mantuvo una huelga de hambre por 135 días en demanda de la puesta en libertad de gente pudriéndose en las ergástulas de la tiranía castrista por el crimen de un poema, un artículo o un grito de libertad.
Lo del bloqueo es una de las grandes mentiras en defensa de una revolución que ha sumido en el atraso y la pobreza al pueblo de Cuba. Lo que sí ha habido, y ya parece cosa del pasado, es un embargo selectivo al comercio de Estados Unidos con la isla. Un embargo que en realidad ya no existe, porque desde hace años Estados Unidos es uno de los socios comerciales más importantes de Cuba, con un intercambio de productos de miles de millones de dólares. Las remesas de los exiliados en territorio estadounidense a sus familiares han sido de enorme ayuda a la revolución castrista, permitiéndole divisas para financiar sus importaciones y evitar una debacle social.
Los europeos nunca suspendieron sus tratos comerciales ni diplomáticos con el régimen de La Habana. Las quejas de los hermanos Castro contra la Unión Europea se deben a que esta ha condicionado la asistencia económica a cambios democráticos en la isla, a lo que se resiste terca y cruelmente la tiranía dinástica más corrupta, criminal y antigua que se haya dado en esta parte del mundo. Calificar de delincuente a Fariñas, un hombre que arriesgó su vida por la libertad de más de un centenar de compatriotas injustamente encarcelados, no me parece propio de un medio que se precie de sus valores democráticos.