Las más de mil personas que asistimos a prima noche del miércoles 26 último al salón de actos del Alma Máter de la UASD a la premier de la Película “339.El Crimen de Amín Abel” estuvimos atrapados de principio a fin por el “melodrama” dirigido por el cineasta Etzel Báez, también autor del guión plagado de sarcasmo revelador.
Quedé francamente impresionado por la destreza –casi de mano maestra- del rosca izquierda Etzel –como le llama su legión de amigos y también de enemigos-, al llevar a cabo una narración cinematográfica en la interfaz del documental y del drama, absorbente, envolvente, que me impuso olvidar los ripios técnicos y actorales.
Etzel desarrolló su proyecto “a mano pelá”, limitado por escasísimos recursos humanos, económicos y técnicos, lo que salta a la vista desde los primeros minutos de la proyección y lo que probablemente lo obligó a darlo todo de sí, a hacer de tripas corazón. Sólo a un “loco” como Etzel -¿el temperamento artístico es de cuerdos?- se le ocurre hacer algo de la nada y casi sin nada ($).
Durante aquella hora y 37 minutos Etzel logró retrotraer vívidamente aquel horrendo crimen característico del régimen de los 12 años del doctor Joaquín Balaguer, a quien 5 años antes las fuerzas de ocupación de los Estados Unidos habían traído al país e impuesto mediante una de las elecciones más fraudulentas de la historia
El “melodrama” lo construye a partir de un guión coloquial con filmaciones de dramatizaciones, todo lo cual gira alrededor de interrogatorios oficiales ciertos del procurador General de la República a policías como cabeza de una Comisión Investigadora oficial para esclarecer el asesinato del ingeniero comunista de 28 años de edad Amín Abel Hasbun en 1970, el jueves 24 de septiembre, Día de las Mercedes.
Valga recordar que seis meses antes, el martes de Semana Santa 24 de marzo de aquel año, Amín había dirigido y encabezado el comando armado que secuestró al Teniente Coronel estadounidense Donal Joseph Krowley, agregado militar aéreo de la Embajada de los Estados Unidos, con el propósito de canjearlo por un grupo de presos políticos que días después, gracias a negociaciones secretas, fueron enviados al exterior y aquel fue liberado.
A través de los interrogatorios, conectados con escenas del asesinato en el curso de un allanamiento temprano de la mañana a la vivienda en un segundo piso en que estaba Amín junto a su esposa Mirna Santos, embarazada, su hijo de tres años de edad y una jovencita del servicio doméstico, se teje la narración cinematográfica salpicada del “humor negro” que caracteriza a Etzel en sus conversaciones entre amigos.
El actor William Simó estuvo excelente en el papel de interrogador que ejerciera en aquel entonces el Procurador General de la República, doctor Marino Ariza Hernández, a un ayudante de fiscal y a los policías actuantes en el allanamiento y crimen, a saber: a Tucídides Martínez, hermano del posteriormente asesinado periodista Orlando Martínez, al teniente Edilberto Estrella Fernández, al sargento Rafael Antonio Portes, al cabo Rafael Medina Tejada y al raso Hermógenes Luis López Acosta.
También estuvieron bien las actuaciones de la francobrasileña, aplatanada dominicana desde hace 15 años, Margoux Da Silva, en su papel de la esposa Mirna Santos; Mario Núñez como el Sargento Portes; Ico Abreu como el Cabo Medina Tejada; Guillermo Jiménez como Amín, y otro actor que hizo el papel del raso Hermógenes.
Durante aquella hora y 37 minutos Etzel logró retrotraer vívidamente aquel horrendo crimen característico del régimen de los 12 años del doctor Joaquín Balaguer, a quien 5 años antes las fuerzas de ocupación de los Estados Unidos habían traído al país e impuesto mediante una de las elecciones más fraudulentas de la historia de nuestros procesos electorales de los últimos 48 años, y lo mantuvieron en el poder hasta el 1978. Como colofón a este decir, valga recordar que en el momento en que asesinan a Amín oficiales militares estadounidenses hacían “servicio permanente” en el Servicio Secreto de la policía y en las comandancias del Ejército Nacional, de la Fuerza Aérea y de la Marina de Guerra.
Y si alguien lo dudare, que lo confirme con el aún vivo -¿beber sangre humana nos hace longevos?- ex mayor general y Secretario de las Fuerzas Armadas de entonces Enrique Pérez y Pérez, quien tenía frente a él, ocupando un escritorio más grande que el suyo, a un teniente coronel norteamericano.
¡Y le place hablar de tal “distinción”!