1. Los partidos políticos y el problema de las ideologías

Parece mentira, pero es dolorosamente verdad: Los partidos políticos dominicanos que tienen más seguidores, no tienen ideologías firmes. No son ni lo que dicen ser, o sea: social demócratas, ni acaso, lo que sí hubo una vez, social cristianos, estos últimos con seguidores sin partidos. En las ideologías se está.

Por lo demás, diluidos en minorías están los extremos de izquierdas y derechas.

Los tres grandes se conforman con indicar que son revolucionarios o liberales o masivamente fuertes, con una serie de siglas aunque lo único que tienen en común es el populismo.

Usted llama a un militante cualquiera de uno de los tres que tienen el bate en la mano en el Congreso y en los Municipios, y les pregunta cuál es su ideología política, no sabría qué decir. No se sabe cuál es el rumbo, cuáles son sus objetivos reales aunque lo digan los programas, nadie que milite en ellos lo sospecha siquiera.

Los extremistas dirán que están claros. Saben lo que quieren y lo que buscan si alcanzan el poder: Dominar. Crear dictaduras. Modos de meter en cintura a todo un pueblo.

Sin embargo, sería conveniente que por lo menos los tres que podrían echar al país en el pozo de la dicha o del desorden, se pusieran claros.

Todos vienen de la clase media, unos más médiums y otros menos médiums, no importa la infancia sino el paso dado para superar las faltas que tuvieran ya no se distinguen más que como miembros del mass mediums.

Si usted le preguntara a cualquier proletario dominicano le diría que él no quiere ser pobre, que por eso trabaja para que sus hijos lo superen y lleguen a vivir mejor,  y los ayuden, es decir, todos quieren ser del mass medium.

Si esa clase media es la que gobierna realmente, tanto en lo civil como en lo militar ¿Por qué no hay una ideología de la clase media?

Por el terror de los extremos, que se han vendido siendo los líderes de esta clase media, en vez de querer dignificarla la traicionan yéndose a los confines.

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  1. Un país que se está quedando atrás

En muchas cosas avanzamos. Pero en otras nos estamos quedando atrás. Eso no solo, sino que el afán de lucro, del dinero por el dinero, de la ostentación vacía de cultura, parecen la norma.

¿Acaso no es lo normal en muchos otros países el retorno a lo ecológico, a lo orgánico?

El éxito del cacao ya es un hecho. Es una costumbre y la fama del grano mágico cultivado en el país no solo ha reportado beneficios extra a los cosecheros sino que tenemos excelente producción industrial. ¿Acaso no nos sentimos orgullosos de que las más grandes chocoletorías internacionales lo estén prefiriendo?

Los bananeros de la Línea Noroeste, no solo han demostrado que ello es viable sino que el guineo dominicano orgánico le sigue pie con pie al cacao en precio y calidad.

¿Qué esperan los agricultores dominicanos para iniciar una cruzada donde lo orgánico sea lo normal?

No es de ahora que el guineo o cachirula se exporta con éxito si recordamos bien las exportaciones por Sánchez y Puerto Plata de los racimos de siete manos en los años cuarenta. Entonces todo era orgánico y a nadie le llamaba la atención que lo fuera.

Hoy en día falta propaganda oficial y privada para interesar a los agricultores nuestros a producir orgánicamente. Los que tienen sus conucos típicos y producen sin abonos químicos, no saben que son miembros de la revolución verde, por eso no alardean de sus frutos orgánicos, que podrían tener mejores precios si luego de asociarse y de ser certificados como orgánicos, se integrarían en  cooperativas, a venderlos como tales, en especial a las ciudades, donde hay un criterio x selectivo de esos bienes de consumo.

No solo eso, esos pequeños productores, poco a poco dejarían de ser pequeños, frente al éxito de sus ventas, y podrían producir lo que hemos llamado en otras ocasiones, la salvación del dominicano ausente. Con unas granjas orgánicas de cerdos y de pollos y una producción ídem de plátanos, auyamas, yautías, guineos, yuca, los llamados víveres o bastimentos, con los sazones criollos, podrían enlatar sancochos típicos o asopaos, con una venta segura de miles, a lo mejor millones de latas, y ni hablar del mondongo criollo.

A Freddy Gatón Arce le hacía mucha gracia cuando le contaba que en New York,  Boston o en otros lugares me habían invitado a comer sancochos, con los caros y a veces difíciles que les era conseguir los bastimentos, diciéndome con ironía: “Ir tan lejos a comer sancochos”. Era verdad, pero es la realidad también del criollo y su nostalgia por la comida típica. Un filón de oro a la vista de todos, aunque eso sí, que lo hagan en el Cibao o en el Sur, los capitaleños no saben hacer ese caldo sabroso.

Portada de la guía artesanal

Nos ha asombrado ver la calidad y la belleza de las producciones que la Asociación de Fabricantes de Artesanías de Mao produce con las fibras del guineo orgánico. Un ejemplo de cómo este grupo de mujeres nos demuestran que cuando se quiere, se puede.

Siempre pensé que deberíamos traer artesanos de diferentes países, especialmente de Brasil, para instruir a las empresas criollas. El ejemplo maeño me obliga a repensar que bien deberíamos enviar de los diversos sitios del país a quienes quisieran aprender formas de embellecer con lo que antes se botaba.