A Sara Pérez
Las opiniones son como las nalgas: cada quien tiene las suyas. (Esta no es una opinión, es un axioma, no necesita demostrarse). Las mías empiezan más abajo.
Existe entre los dominicanos un exhibicionismo tan diverso como generalizado. En ‘repdom’ las muestran todos, de la periodista al arzobispo, de la comentarista al zapatero. “Opino, luego existo”, habría dicho Descartes si hubiera nacido en Quisqueya. “Dime lo que opinas (y por qué) y te diré quién eres”, habría que aplatanar el consabido proverbio.
En nuestro país las hay de todas las formas: rotundas, cuadrangulares, chatas, barrocas… Las hay de todos los tamaños: descomunales, enormes, ‘comodiosmanda’, telegráficas (¡Lástima que sean tan pocas!)… Vienen en múltiples consistencias: macizas, transigentes, flácidas, huecas…Y en variadas texturas: rugosas o pulidas… Quien les arrime su lengua o sus narices podrá detectar gustos/aromas de grasa de puerco, de pachulí, de incienso de sacristía, de escalpelo, de lavagallos, de berrón o – las más de las veces, lamentablemente – de boñiga fresquecita…
Que, para satisfacer gustos, las hay de todos los colores, es otro axioma irrefutable.
Quienes las exponen lo hacen por romanticismo, por necesidad – o necedad -, por esnobismo o simplemente por una que otra sinecura: un chequecito, un puestecito en el gobierno, un cachafú, un raso de guardaespalda, una yipetica o una bicoquita en Pinar Morado… Estos chupatintas, más que enseñarlas, las dan.
Lo lamentable de tanto narcisismo es que no todos tienen atributos – corporales, morales o intelectuales – que ameriten ser expuestos. Como bien decía Perich, el argumento más contundente contra el nudismo son las gordas de ochenta años. Eso mismo pasa aquí: Habla el que no tiene nada que decir, escribe el que no tiene nada que pensar, twittea el que no tiene nada que hacer, discursea el que no tiene nada que ofrecer, diserta, en suma, el que no tiene nada que enseñar…
Existen, por suerte, las excepciones sin las que no habrían reglas. De entre éstas, escasísimas, prefiero las de Sara Pérez: Duras, paraditas, guapas (en las acepciones criolla y peninsular), bien tramadas, rotundas, sólidas… en suma, necesarias, urgentes, revelables…Hablo de sus opiniones, naturalmente… Por cierto, ¿Cuándo escribirá Sara un artículo sobre sus nalgas, que complemente – ¡Oh Dios, me ruborizo! – el que dedicó hace unos meses a su ‘toto’?