“…Así como en una partida de naipes, en el juego democrático existen circunstancias impredecibles, pero a diferencia de los juegos de azar donde la suerte baraja las cartas, en la articulación de la democracia no se debe desafiar a la fortuna…”.

Los jugadores profesionales de póker precisan cambiar los naipes durante una partida ante la posible existencia de una estafa o como estrategia para sortear una mala racha. Solo basta con que alguno de los apostadores exclame la frase “baraja nueva” para que el crupier acceda a abrir un nuevo mazo de cartas perfectamente sellado, luego entonces, el juego continúa.

Así como en una partida de naipes, en el juego democrático existen circunstancias impredecibles, pero a diferencia de los juegos de azar donde la suerte baraja las cartas, en la articulación de la democracia no se debe desafiar a la fortuna.

En República Dominicana es preciso abrir una baraja nueva; llegó el momento de sustituir a los integrantes del órgano encargado de organizar y dirigir las elecciones, sin embargo, no es el infortunio lo que propicia el cambio de dirección en ese órgano autónomo al que la Constitución de esta nación denomina Junta Central Electoral (JCE).

Si bien es cierto que fracasó la implementación del sistema automatizado de votación en los comicios municipales de febrero 2020, y ello fue motivo para cuestionar la imparcialidad de ese órgano garante de la democracia, los actuales integrantes de la JCE dejarán sus cargos al concluir el periodo constitucional de su gestión, mas no porque se haya promovido un proceso para removerlos.

Así, por razones jurídicas y no políticas, en el Senado dominicano se integró la Comisión especial para la selección de los nuevos miembros de la JCE, correspondiendo a ese órgano de trabajo parlamentario iniciar el proceso de sustitución.

Aunque el Senado debe abrir un nuevo mazo de naipes, la selección de los integrantes de la JCE no será cosa de suerte, sino de un proceso de selección que, de acuerdo con los principios de parlamento abierto, debe llevarse a cabo de manera transparente.

Es decir, si se quiere renovar a la JCE y aprovechar la oportunidad para reconstruir la confianza en ese órgano, el Senado debe abrir un concurso de selección a través de una convocatoria pública, la cual debe contar con máxima publicidad, y de manera subsecuente, dar a conocer mediante en todos los medios de comunicación el desarrollo de cada una de las etapas del proceso de selección.

Además de lo anterior, el Senado tiene el compromiso democrático de establecer criterios razonables de selección, publicando su fundamento, así como los motivos en que se sustentará la designación de cada uno de los miembros de la nueva integración de la JCE.

Otro factor crucial, será garantizar el principio de igualdad y equidad de género en la selección de candidaturas, pues el Senado también deberá tomar en cuenta que la democracia dominicana necesita de la participación de la mujer en cargos ejecutivos y de toma de decisiones.

Actualmente, la integración de la JCE se compone por dos mujeres y tres hombres, de los cuales uno de ellos es el Presidente, lo cual conlleva que la voluntad de los hombres prevalezca, pues el género masculino no solo preside, sino que también conforma la mayoría de ese órgano de decisión.

En ese sentido, el reto para el Senado es lograr un verdadero equilibro de género en la conformación de la JCE. Para lograrlo puede seleccionar, por lo menos, a dos mujeres entre las cuales se designe a una como Presidenta, o bien, puede optar por seleccionar por lo menos a tres mujeres, dejando la presidencia para el género masculino.

En otras palabras, la prueba de fuego del Senado en materia de igualdad es lograr que, por lo menos, en esta ocasión el género femenino o sea mayoría o presida el órgano garante de la democracia dominicana.

Nuevamente, ante los vientos de cambio, el Senado tiene la oportunidad de ir más allá de los criterios convencionales, pues consolidar la democracia dominicana no es cuestión de suerte sino de voluntad política.