Fue ayer que lo trajo el avión
lo estuvimos esperando mucho tiempo,
lo estuvimos esperando todos,
goteante mi interés, racimo en vela, entrañas con alas sostenido,
viento, canción dormida,
el mismo contento de cuando niña me tendían
mi regalo de navidad,
entre sus páginas mieles, elocuentes rosales en vuelo, azul,
zumo escondido, cristal, vapor celeste, en mis manos
el libro de poemas de mi padre…
¡se supo entonces todo!
inclinado en la mansedumbre ardiente de los vocablos tantos días
papá escribía…
tardes enteras rescatando hasta el fondo la belleza,
su esfuerzo con luna o sin ella, su conteo de sueños,
el encanto de las sílabas, pétalos, follaje,trepadora
la inspiración que recibía con la puerta entreabierta
como se deja cuando se espera a un amigo,
latidos, cantos de espigas, mientras la vida se iba…
él, absorbido, regresando a su esencia, cereal en los surcos de las líneas,
construyendo con vena y pulpa, y muriendo con la poesía
un poco cada día…
platería sus dones, resinas, ritmos clamor granate
él, aislado todos los santos días con su racimo de silencios,
voces que escuchaba, sobrevivir un tanto…
luego, entrado en años, seguía más rotunda su virtud de araña
tejía y tejía… apegado a su único remo: su máquina de escribir,
miraba distraído al cielo, comía una naranja, exploraba alguna rama donde
alguna cigüita anidaba…y volvía a sus letras,
sin tiempo para otra para otra cosa que no fuera su plática a solas con ella,
guirlanda de latidos,apresurando sus pasos, presto a servirle,
como si se le fuera el tiempo…
y llevando a cuestas, todos los vocablos bien compuesto, tesoro de siglos:
El diccionario de la Real Academia Española,
y cual amuleto, el manoseado libro de sinónimos y antónimos…
muchos días con su abrazo de luces, música, voces,
muchas noches con su recua de sombras flotando pacíficas,
o cuando había collares de aguaceros allá afuera, temible la tormenta asaltaba
como flecha…
pero luego, la tarde limpia, con más regocijo aún,
encerrado en su cuartito de la segunda planta, precario, escondido,
sin hacerle mal a nadie, “puliendo” sin ruido
atrapado a un desafío resonándole por dentro,
alarmado en la búsqueda y en ponerle un nombre a la alegría, a la vida, a la virtud
y al dolor…
“¡Dejen a Mumo tranquilo que está en su palomar!” -exclamaba Merceditas, su mujer, resignada a su ausencia…
El “altito” el lugar donde trancurrían sus días…
en el fondo, descendiendo el triunfo de los trinos, discurso de arroyuelos,
naturaleza hospitalaria, una montaña, la pradera y en los campos
habitando el bienestar, una vaca, un caballo, un rosal…
El volumen que arropo con mis brazos tiene carátula verde, frescura de una lluvia
que sólo sentí en mi patria, y un triunfo de lomas que encanta…
El volumen tiene carátula verde y en la portada, un hombrecito en miniatura
con brazos abiertos, mientras, las arrugas del entendimiento
interrogan la inmensidad, la creación, su asombro,
el latido del cielo, y detrás, una casita de madera
tibieza, reposo, simplicidad campestre, horizonte cálido…
auroras con rendijas de amanecer
¡oí trinos entre sus hojas, oí trinos clarísimos!
de tórtolas, canarios y cigüitas, píos menudos entre las letras, y sin tregua,
inquietud de los torrentes con sus sílabas de aguas y su canto ronco
esmeraldas de ternura por su tierra,
el volumen de carátula verde era también la alcancía cerrada con llave,
donde vinieron a parar los vestigios de amores malogrados con el nudo
apretado y la quemante amargura del “no se pudo”,
conferencia tácita lanzando al aire su multitud irresuelta de añoranzas, perdón retenido,
pan abandonado sobre la mesa…