Querido:

Para satisfacer tu petición del debo remontarme al hecho que originó nuestro encuentro. Lo referido se dio hace unos días cuando, en el anuncio del programa Versos ajenos de Pedro Antonio, se mencionó que iba a haber una parte enfocada en la relación del judo y la poesía. ¿Dime tú si eso no es para volverse loca? Pues eso mismo pensé y sin pensar le puse un comment que decía más o menos que lo del judo me había dejado loca y sin idea.

A esto nuestro amigo Disla preguntó algo así cómo: Oye, sin discriminaciones, con respeto, ¿qué eso de “loca?”.

Rey Andújar de inmediato respondió, palabras más o menos: Querido Frank, escribo así porque tengo un personaje llamado Megan y estoy trabajando en un texto en donde es la narradora. Entonces vivo metido bajo su piel la mayor parte del día. Esto no es casual, sino totalmente deliberado. Para escribir novelas, vivo en ellas; y los personajes son parte fundamental de ese juego.

Es entonces cuando tú, querido Tatis, pides que hable más de ello. Pues aquí estoy.

Mi nombre es Megan van Nerissing. Soy medio dominicana, medio holandesa, y medio del mundo. Te escribo desde Francia, específicamente la ciudad de Orleans. La historia es larga así que no voy a entrar en muchos detalles pero hasta hace poco vivía en Chicago y me he quedado en Europa debido al Covid-19. Qué te digo, Tatis. Andújar y yo tenemos siglos colaborando, desde los años de Chicago, o antes, si uno piensa que lo conocí mientras yo vivía en Michigan. Él estaba haciendo su tesis sobre Aída Cartagena Portalatín. Yo estaba trabajando la mía sobre el Adriano de Marguerite Yourcenar, y compartimos tardes e ideas; desarrollamos así una amistad hija del instinto, la trama, y un desmedido trabajo (trabajo de artesanos) literario e intelectual. Nuestra primera colaboración, Ecuatur, es una noveleta, ópera, o cuento corto, que habla de una muchacha que muere de amor en las calles de Quito. Dejé que él le pusiera su nombre al libro, Tatis, porque en ese momento no me interesaba mucho publicar y la idea del autor, el concepto, me daba urticaria, terror. Entonces decidí combatir ese miedo de frente y me dije: voy a ser escritora, pero no voy a autorizar nada. Jugué con la belleza, pero también con idea de ser un fantasma, una escritora en las sombras, y no la sombra de una escritora. ¿Que son las mismas palabras? Sí, claro que lo son Kimosabi, pero puestas de manera diferente y alargadas por el contexto, dicen mucho más. En este sentido: el texto debe defenderse solo.

Pero hay que ayudar al texto.

Y eso, amigo Tatis, es lo que hace Andújar cuando publica cosas por ahí. En ocasiones no las escribe él, sino que tiene una idea, la compartimos, y ya luego yo le doy forma literaria. Él tiene los contactos, sabe como josear para publicar por ahí. Me consta que no se prostituye pero anda pelando el diente a cualquiera que quiera publicarle algo, y eso amigo mío, no se lo critico pero, no lo quiero para mí. Yo soy mía, para mí, más privada, si se quiere.

Esto en Andújar no es nuevo. Sé que para trabajar ciertos personajes de Candela, La Buela, por ejemplo, él concibe el personaje desde las caderas. Entonces, en el trabajo físico que hace día a día en su laboratorio de la dramaturgia del escritor a partir de la dramaturgia del cuerpo, él empieza a buscar a ese personaje desde el cuerpo, y desde ahí, desde la dolencia o la sensación de las caderas, por ejemplo, el personaje, como la poesía, se piensa. Estas cosas él las trabajó cuando era teatrero con Lidia Ariza, Germana Quintana y Loraine Ferrand en un tiempo tan lejano que parece jurásico, pero que a la vez posee una llamita como el piloto de fuego de un barbiquiú, que mantiene el corazón a todo pulmón.

Y ya que hablamos de fuego, amigo Tatis… ahora que hemos tocado la semilla más íntima de la madera, puedo confesarte que en definitiva, Andújar escribe así también porque le sale del forro, lo cual no es malo, si se toma en cuenta de que para escribir hay que entregarse con todo, e irse a toas. Si tú no te crees tus personajes, ¿quién te los va a creer? Y no estamos hablando aquí de Pessoa ni de Atwood ni de Pedro Juan Gutiérrez o Frida Khalo, por ejemplo, gente que vivía pintándose y retratándose a sí misma. Pero eso es lo que uno hace, el que escribe anda buscándose, y la interiorización de los personajes es un gran elemento para elaborar un destino. Para ello, digo yo ahora parafraseando a mi maestra, novia, amiga, la Yourcenar, se necesita un toque de locura. Y yo estoy de acuerdo.

Sé tú misma. Besa el jugo del cielo. Sé almendra. Sé la pepita de mi centro. Sí, te hablo a ti, escondida en la voz cercana de tu oído de chinola y frambuesa.

No quiero despedirme, Tatis, sin resaltar que la verdadera protagonista de esta picaresca es la pregunta de Disla. Si Frank no hubiese elaborado una buena pregunta, no hubiésemos llegado a estas conclusiones. ¿Pero quién soy yo para hablar de conclusiones? El camino queda abierto entonces, Tatis, porque lo importante no son las respuestas sino las preguntas, el perfume de la duda, la pasión por la escritura, y el montón de oro del que cagó el loro que elegimos rescatar de nuestro pasado.