Antes de entrar en el análisis de lo que quiero esbozar ilustraré el contexto del concepto “chapear” para la edificación de quienes no tengan familiaridad con el término. Se conoce como chapeo al trabajo de podar la yerba que crece como maleza en los conucos u otros terrenos destinados a fines similares. A veces se opta por chapear la maleza a ras de tierra y a esto se le llama chapeo bajito.

Desde hace mucho tiempo el concepto de chapear había devenido en una interpretación sociológica, sobretodo en el arte de conquistar mujeres que ha tenido el hombre. Cuando un hombre ha tenido mujeres en demasía sin importar la cantidad se dice que ha llevado un chapeo bajito lo que significa que el concepto se aplicó primero en hombres que en mujeres.

¿Cuál es entonces la diferencia entre el hombre del chapeo bajito y la mujer chapeadora? Lo que hoy se conoce como “chapeadora” es quizás una mutación de lo que hasta hace pocos años se llamó “Megadivas”. Se les prefiere llamar capeadoras como metáfora del chapear la grama ya que al hacerlo se deja a la persona elegida sin dinero o con muy poco capital.

De esta alegoría han salido otros términos como llamarle “chapas” a las nalgas protuberante que, por lo general, ostentan estas mujeres y sobre todo si vibran.

Contrario al hombre del chapeo bajito, la mujer chapeadora es selectiva, procura que el hombre por quien se deje seducir tenga los recursos económicos suficientes para satisfacer sus exigentes gustos que, por lo general, incluyen lujosos carros, joyas, apartamentos, etc.

El hombre, basado en la premisa machista de que no se puede dejar pasar una, le entra a cualquier mujer sin importa quien sea, su función es coleccionarlas y agregarlas dentro de la inmensa lista que posee para contar historias. En cambio, la mujer chapeadora no busca contar historias, busca adquirir bienes y para ello utiliza el mejor de los recursos: su cuerpo.

Pero una vez más las mujeres son estigmatizadas pues al hombre se le celebra su hazaña y a la mujer se le condena su arrojo.

Conceptualmente existen vocablos que,  aplicados a una mujer no tienen el mismo significado que en un hombre.

Un zorro es un hombre con habilidades, una zorra es una puta; prójimo será el próximo, el hermano, prójima es prostituta.  Llamarle perro a un hombre no es lo misma que decirle perra a una mujer y lo mismo ha sucedido con el concepto de chapear.

Ni es menos moral la mujer que utiliza su belleza para conseguir lo que quiere o el hombre que acude a su arte de conquistador para destrozar el corazón de una mujer o jugar con sus sentimientos. Si es el hombre está bien, si es la mujer es prostituta y todo lo que la sociedad pueda atribuir.

No condeno ni juzgo actitudes, pero lo que siento es que si existe una moral que condena espero no lo haga por ser quien lo haga, sino porque el hecho en sí está mal o está bien.