¿Una República Dominicana sin Fuerzas Armadas, según estilos vecinos?

Quizás no se tenga la memoria suficiente, para recordar por qué instancias imperiales lograron el objetivo estratégico de destruir el ejército de Haití, la más fuerte institución de este país a partir de la invasión de los Estados Unidos en 1915. La razón esencial fue que el ejército de Haití había perdido su estructura jerárquica y su credibilidad institucional como organización castrense. El narcotráfico había penetrado hasta los tuétanos a ése ejército y su estructura, convirtiéndose en el inicio del agravamiento de  la larga crisis institucional que vivía este país y que  a fecha de hoy aún perdura.

¿Nos estamos colocando bajo la bota de la sutil tutela imperial, sin darnos cuenta, sin saber lo que ello significa para el futuro inmediato de la República Dominicana?…

Esta vorágine que parece no tener fin, arropa a un país en un tempo de transformaciones negativas, que tienen en vilo a la conciencia nacional.

Situados en este esquema, toda negación posible de la realidad y sus consecuencias, es complicidad absoluta con los posibles impetrantes…

Curiosamente, cuando asistimos al deterioro social e institucional de la República  Dominicana contemporánea, si se observa bien, en su tránsito, pareciera que va camino a parecerse,  en imagen,  semejanza y descuido, a la sociedad que tenemos al lado, a solo kilómetros, como si fuera una meta más fácil e inexorable…

¿ De no ser cierto el acerto, cuál es el modelo posible que busca la sociedad Dominicana a partir de una  cartografia explícita de tragedias públicas y escándalos sin posibles solucionesa la vista del colectivo nacional, que no sale de su espanto y repeluz?…

Obsérvese con cuidado: no hablo de conspiraciones extranjeras contra el país, me refiero al modelo de sociedad al que se encamina la República Dominicana, de seguir  las cosas como van.

El mal no viene de afuera: pero la frontera es vital

No habría que ser un especialista en seguridad, para entender que el punto nodal por excelencia sería la frontera Dominico-Haitiana y el tráfico de armas y drogas, estos dos elementos son los protagonistas claves, del desdibujamiento cotidiano de nuestros espacios urbanos y de nuestras relaciones sociales, sometidas al fuego de la disolución paulatina, ante la  impávida mirada colectiva, inerme y desconsolada…

Se estila con frecuencia en el pensamiento conservador, achacar los males internos a vectores exteriores, escondiendo de ese modo, las causas reales que originan esos males, no es el propósito de estos planteamientos con respecto a la Frontera, pero sería de ignorantes o ciegos descartar los problemas que se originan en ese espacio, como parte del paquete maldito de los conflictos de seguridad, se hace la salvedad que el contrabando de armas, según lo que hasta el momento se ha publicado, implica el espacio de los Estados Unidos de América/Santo Domingo, vía furgones de carga. Esta perspectiva más compleja aún, confirma un cuadro de cuidado…

Mientras la radio y los medios escritos tradicionales, se llenan de editoriales y con el bla, bla de las autoridades, el referente de delincuencia más endeble, la Frontera, sigue exactamente igual: denuncias van y vienen por parte de personas comprometidas con la mejoría social de la zona, que no son tomadas en cuenta, porque no interesa : el bandidaje ha logrado pericias inteligentes en el uso del disfraz oficial, para encubrir sus hechos, la mayoría de las veces impunes o dejados de lado con abusiva conveniencia.

De fuera hacia dentro, la Frontera seguirá siendo un punto neurálgico fundamental, para concebir cualesquier plan de seguridad nacional, ignorarlo es perder tiempo y mal gastar recursos importantes.

Mientras más vulnerable sea la República Dominicana en su frontera por tierra, mientras menos conciencia de su deber tengan los custodios de la misma, en esa misma proporción se estará abonando un letal caldo de cultivo para la seguridad nacional. Porque en este tema, algo que se suele ignorar la mayoría de las veces,  son  la formación y las instrucciones que planteen la responsabilidad moral de quienes vigilan la frontera, elementos  esenciales unido a una remuneración, que refuerce ese sentido del deber…

La ridícula teoría de la percepción de la violencia, o la violencia misma..

Esta teoría sobre la seguridad y no seguridad, sobre percepción y no percepción, tiene sus asideros simétricos en unas mediciones secretas, que se alejan con facilidad de la realidad real, valga la real redundancia.

La violencia en sí misma, no es una percepción, es una realidad concreta, todo lo otro  es una seudo filosofía que la sangre embadurna con frenesí revuelto y enlutado. Mientras más se pretenda decir que la falta de seguridad es una percepción, se le hace un flaco servicio a la propia delincuencia, porque encubre sus hechos reales y tangibles.

Entonces, se podría pensar, acorde a esta famosa tesis de la percepción que: ¿Cuando el trancazo vil llega a las calles, a las casas en los bancos, en la acera, entonces, solo entonces termina la percepción de que la violencia no existe y que la seguridad es real?…

Se han creado mitos sobre la seguridad nacional y uno de los problemas más graves en relación a este tema,  es que si la publicidad oficial está dirigida a fabricar la percepción que niegue la realidad, no se anda bien.

Y cuando la gente en las calles se alarma y se encierra en su casa, es evidente que la violencia no es una simple percepción, jugar con este término con el fin de encubrir la realidad, no le hace bien al país ni al propio gobierno, porque baja la guardia en la búsqueda de soluciones, a situaciones cotidianas que no son  producto de la percepción.

Muertes continuas, disparos, signos sangrientos en los medios (más muchos otros hechos que se maquillan, o directamente no se publican), no son alucinaciones o falsas percepciones, son expresiones concretas de que se ha llegado a un límite y que ocultarlo para manejar  la imagen del gobierno, no es lo más aconsejable.

Existe un triste consenso nacional en materia de seguridad nacional y violencia no enfrentada, la República Dominicana ha tocado fondo y un país que vive del turismo, no puede darse el lujo de estar en listas de violencia y con un índice creciente de turistas asaltados o asesinados, las consecuencias se harán sentir en las estadísticas de visitas de turistas al país, será cuestión de tiempo…

Por otro lado, tampoco es percepción el hecho de que  la comunidad nacional maneje el  acto reflejo de una impotencia marcada por la alta dosis de desilusión emocional, que le impide creer en sus propias fuerzas de ciudadanía alerta y dispuesta a recuperar espacios de convivencia pública, que se tornan sangrientos. Las calles han perdido el sosiego que las hacia transitables y a veces hasta festivas, vivimos un funeral de lo lúdico, que desfila en el silencio del espacio nocturno.

Lo social y familiar: el modelo de una sociedad en declive

La crisis de la delincuencia en nuestro país, se trenza con la crisis social y será de inteligentes encontrar el parte  de aguas de una y de otra. La religión, necesariamente, no está llamada a solucionar el problema.

La religión podría ser un elemento a tomar en cuenta, no descartable, pero pretender que sea la iglesia que de soluciones a situaciones de Estado, es una irresponsabilidad moral como cualquier otra y en todo caso, una evasión de responsabilidades con conocimiento de causa, que es la peor de las evasiones.

¿Una crisis de mandos castrenses incide en la presencia continua de protagonistas uniformados en hechos de sangre?…

Un tema como el señalado, pide una investigación a fondo, no es este el lugar para argumentaciones sin fundamentos, pero de todas formas, no deja de ser inquietante que quienes están para  dar  seguridad a la población, sean los mismos protagonistas de muchos hechos de sangre, tal  como el espectro mediático reseña a diario.

¿Se podría plantear hoy en la República Dominicana el tema de la violencia y la inseguridad sin hacer alusión al modelo social que hemos vivido en los últimos años y que rige expectativas sociales y planes de sociedad?…

¿Se podría analizar en la Republica Dominicana de hoy, la violencia y la inseguridad sin tomar en cuenta expectativas de vida y reclamos colectivos nacionales?..

Desde el punto de vista moral, como imperativo de argumentación, una crisis social no debería reflejarse, supuestamente, dejando resultados tan negativos desde el punto de vista de la supervivencia de la vida humana, eso sería lo ideal.

Se entendería que en una "sociedad de valores", nada de lo que se observa ocurra.

Pero la realidad es otra, en el registro sensible de la realidad de todos los días, hay tragedias familiares que han sido ampliamente reseñadas, de igual modo sobran las imágenes de indigencia y desamparo, entonces algo sucede en el propio modelo social que se vive, de nuevo, tampoco se trata de "percepción" ni de politiquería, seres humanos cargan con sus testimonios a flor de garganta y congoja.

Las tragedias familiares a la orden del día, son un síntoma digno de tomar en cuenta y al mismo tiempo extrapolarlo al modelo social que mal se vive…

¿O dónde habrá que buscar respuestas concretas de todas estas situaciones, en la Luna o en Jupiter?…

En síntesis:

Asumir de modo público este balance de dramas, en tiempos electorales, no es fácil, porque asumirlos implica

admitir de modo público, que el modelo social de 8 años, ha hecho más pobre a la nación y la ha situado en un límite, la ha llevado a un paraxismo, para decirlo de otra manera, que pareciera no tener retorno en su recomposición.

En este caso, entonces, sí es válida la idea de la percepción: quienes tienen el poder no logran tener la verdadera percepción de lo que ocurre todos los días y eso es grave, también en Roma, en su decadencia, hubo percepciones que derrumbaron los zapatas del imperio, la historia viva, es algo más que percepción.