Este año 2015, Trip-Advisor, una compañía ligada al turismo mundial y que mide la importancia de los hoteles y resorts a partir de las opiniones directas de sus visitantes, declaró a Caño Hondo como el mejor lugar para visitar. No me encuestaron pero hubiera dado mi opinión favorable. Escribí esta crónica después de una de mis visitas que espero le sirva a aquellos y aquellas que prefieren vacacionar donde se respeta la naturaleza sin sacrificar las buenas atenciones.

Es sencillo: camino hacia San Pedro, tomas ruta de Hato Mayor y sigues. No hay forma de perderse porque la carretera termina ahí: en el sur de la Bahía: en Sabana de la Mar. La carretera es aceptable en la mayor parte del trecho, digamos que en un 85%. Los pedazos malos usted casi los agradece, están donde se empieza a remontar la Cordillera Oriental y es tan imponente el paisaje que uno no tiene más remedio que dar gracias a esos hoyos y desvíos que nos obligan a disminuir la marcha o a pararnos, con la excusa de comprar mandarinas, jaguas, miel de abeja, naranjas, granos de café, rozas de cacao, o lo que se nos ocurra de lo que ellos ofrecen. Guineítos manzanos, por ejemplo. Es impresionante este país, nadie tiene que contármelo. Y se repite. Uno encuentra áreas similares a cientos de kilómetros de distancia, pero eso no le quita ni espectacularidad ni arrobo.

Caño Hondo

Los lugares son, a menudo, la fama que los precede; la historia detrás de ellos; o son, la compañía con quien viajas; el propósito que te mueve a andar cientos de kilómetros para encontrarlos. A veces son “secretos de estado” que solo conocen algunos privilegiados; y son, la más de las veces, puntos que te sorprenden; que te dejan boquiabierto, sin aliento: las nubes de allá abajo, remontando el macizo de la Cordillera Central en el cruce Constanza-Ocoa; Agüita Fría, el “hoyito de agua” donde nacen dos de los ríos más caudalosos de país: los Yaques, uno hacia el norte y el otro apuntando al sur; las costas del Suroeste, camino de Pedernales; La Bahía de las Águilas o de Samaná; los Haitíses…por mencionar algunos.

Caño Hondo es eso, un lugar para no olvidar. No es un hotel, propiamente dicho; tampoco es sólo el río que le da nombre. Es, digamos, un conjunto da cabañas, aunque tampoco es del todo apropiado, que se inventaron un grupo de empresarios locale, en el punto exactamente anterior al embarcadero de los Haitíses. Enquistado en uno de sus singulares y únicos promontorios (de los Haitises) en nada desmerita la belleza de la zona: la realza. Aprovecha, y esto podría ser el único elemento preocupante, el cauce del Caño para hacerlo cruzar por el medio de la propiedad, formando incontables charcos y piscinas naturales para el uso general. Sería preocupante el asunto si no fuera porque son tan conscientes ellos mismos que, a cierta distancia, reencausan el río de manera magistral. Es, un poco más adelante, donde se abordan los botes para visitar el área marina de los Haitíses. El caño desemboca en la pequeña bahía de San Lorenzo para luego adentrarse en la inmensidad de la gran bahía de Samaná.

Predomina el verde y el arrobo de las aguas. Predomina la tranquilidad y el buen trato de la gente que lo atiende. Predomina la buena cocina: las ya muy famosas “minutas” son mis predilectas y la comodidad natural de su entorno. Predomina la naturaleza como en pocos otros lugares de hospedaje que conozco. No importa que llueva (tanto mejor, el sonido de la lluvia en los techos y el olor a tierra mojada son añadiduras agradecidas) o haga sol. Sólo importa usted y su alma dispuesta a una muy buena aventura.

Caño Hondo en Sabana de la Mar.