"No existe prueba alguna que muestre que el tiempo es objetivo."
El tiempo es una magnitud física, un sistema al que se le pueden asignar distintos valores, el más común en la actualidad es el reloj atómico que está graduado para contar 9,192,631,770 vibraciones del Cesio para luego hacer un "tic". Al igual que la geometría o la religión, el tiempo es sólo una forma de comprender el entorno y como entidad no tiene asidero lógico. Al decir, por ejemplo, entre los ´80 y los ´90 hay 10 años evitamos enumerar el innumerable suceder de entre un punto y otro del continuo cambio de la materia; así como para Funes el perro de las 3:14 no es el mismo que el de las 3:04 (re-citando) por los incontables cambios que ha sufrido, para nosotros la manzana de 1980 no es la misma que la de 1990. El tiempo puede ser reducido a una necesidad del lenguaje explicado en el principio de economía lingüística.
No seria prudente pretender hablar del tiempo en la literatura por ser eso oficio de siglos de concilios y congresos para doctos de más de una versión del saber, con humildad habrá que referirse al tiempo en la narrativa, manteniendo claro, la diferencia entre éste y el "tiempo gramatical". La gramática ha sido objeto de estudios por mucho tiempo y hay enormidad de conceptos acabados a cabalidad pero el tiempo en la narración es tratado con indudable indiferencia incluso por los muchos narratólogos o pseudonarratólogos.
En estos días a este tiempo se le nombra "tiempo psicológico" un termino derivado, perdonando la vulgaridad, de psicología que sólo ampara uno de los múltiples fenómenos del tiempo en la narración. Según los acólitos del Dr. Berne, el tiempo psicológico está en relación a la consideración o vivencia interna del tiempo.
Correcto sería tomar definiciones más antiguas, pero más adecuadas como la de los formalistas rusos que dividían la organización del tiempo en dos; la Fabula, que es el orden cronológico de los hechos, y la Trama que es la forma en que se narra la historia. O mejor tomar la definición de G. Genette, no tan antiguo, que llamó tiempo de la historia al tiempo de la Fabula y tiempo del discurso al de la Trama, y que además sistematizó las relaciones entre uno y otro en relaciones de orden temporal, de duración, y de frecuencia.
Por el principio de verosimilitud sabemos que la narración emula el tiempo real pero incluye nuevos elementos indispensables para el relato (Para establecer una diferencia entre el tiempo real y el emulado llamaremos a éste último tiempo ideal). Dentro del tiempo ideal tenemos los elementos necesarios para los personajes (t. cronológico ideal y t. psicológico ideal) pero también se necesitan elementos temporales para el narrador como por ejemplo la pausa discursiva que da paso a las descripciones y reflexiones o la posible atemporalidad del narrador que va ligada a un sentido de omnipresencia.
Como se ve, no serían incontables las formas del tiempo en la narrativa, pero sí dignas de estudios más serios que los de los últimos días. Estudios que no sólo deben ser realizados por los analistas de las técnicas narrativas sino también por los escritores mediante creaciones concientes de dichos estudios.
"Si se pudiera decir: yo vieron subir la luna, o: nos me duele el fondo de los ojos, y sobre todo así: tú la mujer rubia eran las nubes que siguen corriendo delante de mis tus sus nuestros vuestros sus rostros."