En épocas pasadas, se usaban esclavos en labores para el provecho de la economía y desarrollo de una clase o nación dominante. La esclavitud era de importancia estratégica. Ahora, en paralelo al comercio, las actividades industriales y los servicios sociales, aparecen bandas y estructuras criminales de tráfico de drogas ilícitas que crecen por doquier con trazos privados/públicos de producción, mercadería, transporte y distribución de elementos de la drogadicción, que son utilizados como método de embaucar a gentes, hacerse ricos, y ser un vigoroso intento de impulso financiero.
El uso y tráfico de drogas se ha globalizado, y se pregunta, ¿Si hay verdadera voluntad para poner fin a la producción de los elementos primarios básicos que sirven para la elaboración de éstas? ¿Si hay maneras efectivas para neutralizar la producción, el transporte y la distribución de estos efectos dañinos? ¿O si es por dejadez, incapacidad, tolerancia y/o maliciosa participación que permite el apogeo de esta perniciosa proliferación en detrimento de la vida misma de la sociedad?
La raíz y fundamento de este mal, comienza en las tierras de siembra, ya que, si no se cultiva y se facilitan los componentes para la fabricación, no es posible el cultivo, la preparación de las sustancias narcóticas. Tomando el toro por los cuernos, se eliminaría y se acabaría la proliferación de estos demoledores[JI1] elementos, solamente si los gobiernos actúan con prudencia y determinada voluntad de controlar la siembra del forraje indispensable para su producción, permitiendo que sea dedicado sólo para fines científicos/medicinales, obstaculizando diligentemente la transportación de las substancias, si se persigue, se enjuicia, se penaliza la distribución de estos malhechores que están empeñados en este maléfico actividad ilícita, inmoral y destructiva.
Se entiende que lo que viene sucediendo se debe en parte al afán por hacerse rico, lograr posiciones de importancia en la sociedad y/o en el gobierno. Esta tendencia va arrastrando a un considerado número de personas y grupos a acudir al despliegue del narcotráfico con todo lo que representa.
En realidad, es la activa y penetrante gestión de la producción y tráfico de las sustancias que causan la drogadicción; y esto, añadido a la corrupción, la negligencia de la falta de modales de ética-moral, y las redes de contrabando que están presentes e influyen de manera preocupante en varias ramas de los partidos políticos, los gobiernos, las fuerzas armadas, la policía, los estamentos de la justicia, los parlamentarios y congresistas, las operaciones bancarias, los medios de comunicación, las viabilidades de transportes, las artes, los despliegues de espectáculos populares, y hasta en las comunidades eclesiales.
Por el momento, estos males citados y muchos más han efectuado cambios en las sociedades por la aparición de estructuras pandilleras, venas grupales de mafiosos, que son activos traficantes de narcóticos ilícitos, negociaciones enmarañadas, venta y tráfico clandestino de armas de fuego, contrabando de artefactos, y utilidades de todas clases.
Se puede argumentar, que, por ahora, la explotación rampante de la esclavitud, las fuerzas militares, las confabulaciones diplomáticas, las operaciones industriales, los acuerdos mercantiles, y las estructuras económicas del capitalismo, y la globalización, ya no son únicas en el acontecer del desarrollo de una sociedad, de una comunidad, o de un Estado. Esto es patente, porque hay capas en que circulan dinámicas y maléficas actividades que auspician y dirigen las utilizaciones que encausan desarrollo a todo lo ancho y largo de los pueblos de la Civilización Occidental.
Los gobiernos que auspician programas y acciones de persecución y enjuiciamiento para luchar contra la proliferación de las actividades del cultivo, elaboración, transporte y distribución de las drogas ilícitas confrontan serios problemas con los grupos mafiosos y suelen estar permeados por prominentes miembros de las fuerzas armadas, la policía, las cámaras legislativas, segmentos del cuerpo de justicia, y otras jurisdicciones gubernamentales. Encarar y terminar con el tráfico de sustancias ilícitas, no es fácil; pero, hay que seguir con la brega de terminar ese mal. La decisión de luchar y eliminar el tráfico de estupefacientes no debe ser postergado.