El origen del mercado se remonta a los tiempos cuando hombres y mujeres empezaron a realizar intercambios para obtener bienes que necesitaban pero que no producían ni poseían. La búsqueda de alimentos y el intercambio de mercancías fueron de las causas principales que originaron los movimientos y desplazamientos que poblaron e interconectaron el planeta. Los primeros asentamientos humanos establecieron lugares especializados para facilitar las actividades de intercambio de bienes; los llamados mercados. Aunque, simultáneamente, en otros puntos de las comunidades se desarrollaban otras actividades comerciales, pero el grueso se agrupaba en los mismos.


Con el pasar de siglos, las poblaciones y las actividades productivas fueron creciendo, diseminando y multiplicando las transacciones y los puntos de intercambio. Se creó un amplio y complejo entramado de relaciones comerciales, conformando lo que actualmente se conoce como una economía de mercado. Dentro de la cual, las actividades económicas significan una parte muy importante de las dinámicas sociales, junto a otras también significativas, como son las políticas, las religiosas, las militares, las educativas, las de entretenimientos y las familiares, entre otras.

Las actividades económicas continuaron expandiéndose y teniendo una preponderancia creciente, penetrando prácticamente todas las esferas de la vida humana. Un gran impulso reciente lo ha proporcionado la presencia generalizada de dispositivos electrónicos (desktop, laptops, tabletas, teléfonos inteligentes, etc.) que permiten que estemos conectados permanentemente al mercado global. A partir de la Internet, una parte del mercado se ha deslocalizado territorialmente para tener una existencia virtual omnipresente.

Como resultados de una multiplicidad de factores, la economía ha venido convirtiéndose en el eje central de las sociedades actuales y buena parte de las decisiones que se adoptan se basan o están muy relacionadas con este aspecto. Se opera un tránsito desde economías de mercado a sociedades de mercado, en las que todo empieza a ser contemplado y valorado por su capacidad para generar beneficio económico. Paulatinamente, todo va adquiriendo un precio y teniendo un lugar en el mercado.

Michael J. Sandel, autor del libro “Lo que el dinero no puede comprar”, expresa que la economía de mercado contribuyó a la organización y potencialización de las actividades productivas. Mientras que la sociedad de mercado está haciendo “que los valores mercantiles impregnen todos los aspectos de la actividad humana”.  En su libro, y en algunas entrevistas, alude a una serie de asuntos que anteriormente no podían obtenerse por dinero, pero que sí pueden adquirirse en la actualidad. Por ejemplo: el permiso de residencia en algunos países, el acompañamiento por necesidades afectivas, el alquiler de vientre, los hijos para adopción, etc.

También resalta situaciones donde a partir del dinero que se paga se crean ventajas con relación a la mayoría de la población, como son: pasar delante en una listas de espera para alguna intervención quirúrgica o para recibir la donación de órgano, tener filas especiales en los aeropuertos para el rápido registro en líneas aéreas, alquilar celdas con mayores comodidades en prisiones, etc. Todo esto genera privilegios que aumentan la desigualdad, produciendo ciudadanos de distintas categorías, los cuales reciben tratos diferenciados en función de lo que pueden adquirir con su riqueza.

Igualmente, muestra ejemplos de lugares que anteriormente tenían nombres de luminarias deportivas y que ahora lo tienen de corporaciones privadas, como ocurre con algunos estadios. Señala que, inclusive algunos pabellones escolares y universitarios, llevan el nombre de personas que han pagado decenas y cientos de miles de dólares para esos fines.

Un aspecto interesante que destaca, es el gran incremento de los precios de los tickets de las competencias deportivas. Anteriormente podían asistir a los estadios personas de diferentes clases sociales y obtener asientos en función de su capacidad de pago. Hoy día, las finales de béisbol, baloncesto, futbol, tenis y cualquier otro deporte de masa, son incosteables para familias de bajo recursos y para gran parte de la clase media. Sandels destaca la importancia de la interacción de clases y del poder intercambiar en espacios públicos que generan experiencias comunes y de ciudadanía compartida. Estos contactos entre ricos y pobres ayudan al entendimiento mutuo y a la definición y construcción de proyectos compartidos.

El predominio de altos niveles de pobreza y el aumento creciente de la desigualdad contribuyen con la transición de economías de mercado hacia sociedades de mercado. Mientras mayores sean las necesidades será más fácil que la gente venda lo escaso pero valioso que tiene, como son sus cuerpos, sus órganos, sus hijos, su voto y cualquier otra cosa que pueda constituire en mercancía.

Las grandes necesidades y la subsistencia erosionan las barreras morales que cuestionaban algunas acciones de venta en el pasado, haciéndolas aceptables en muchos segmentos sociales y convirtiéndolas en parte de la cultura contemporánea; tal como ha llegado a ocurrir con el sicariato, en algunos países. La presencia creciente de valores del mercado, en cada vez más aspectos de la vida humana, han venido relativizando y flexibilizando la ética, reduciendo progresivamente las acciones que la población considera no transable y que no deben adquirirse por dinero.

La internalización de la lógica del mercado, conlleva la valoración de las prácticas sociales en función de la riqueza, la fama y las ventajas materiales que producen. De ahí la alta estima por las actividades artísticas, deportivas y las correspondientes a los nuevos emprendedurismos tecnológicos. Son muy atractivas, no sólo por la retribución personal que ocasionan, sino sobre todo, por la compensación económica y material que significan, lo que incluye poder, riqueza y reconocimiento. Así tenemos la fascinación por las celebrities y el poco interés por personas ejemplares, pobres, serias y solidarias, las cuales tienen poco valor social y no son una referencia atractiva a imitar. En función de lo anterior, la sociedad confiere un trato jerarquizado a quienes considera sus triunfadores (winners) y otro indiferente o discriminatorio a quienes percibe como perdedores (losers).

Otra consecuencia de la expansión de la consciencia economicista en las sociedades modernas, es la cuantificación de aspectos que anteriormente se les consideraba valor pero no un precio. Así se establecen montos monetarios por toneladas de emisión de gases invernadero, así como por defunciones, enfermedades y lesiones físicas de seres humanos. Todo se va monetarizando para hacerlo universal, equivalente e intercambiable. Y todo lo que tiene un costo, termina adquiriendo un precio y un lugar en las estanterías del mercado.