República Dominicana y Haití comparten la Carretera Internacional, donde convergen una serie de manifestaciones socioeconómicas y culturales que impactan de manera positiva y negativa a ambos países; y en términos de recursos naturales esas expresiones son más evidentes, ya que los fenómenos que afectan o benefician a una de las naciones también repercuten en la otra de manera muy marcada.
La línea fronteriza entre República Dominicana y Haití mide alrededor de 400 kilómetros, de los cuales la Carretera Internacional ocupa aproximadamente 43 kilómetros de longitud si se mide desde el puente del río Libón en Villa Anacaona en el municipio Restauración hasta el del río Artibonito en el municipio Pedro Santana; tramo que tiene la categoría de Internacional debido a que de un lado de la vía es haitiano y del otro es dominicano.
La situación ambiental que se observa en dicho tramo es de interés nacional por la deforestación que afecta a la cuenca del río Artibonito, debido al cultivo de habichuelas (frijoles) y guandules y a los cortes de madera sin manejo forestal desde que se abrió esa carretera a partir de las primeras décadas del siglo pasado.
También es de interés nacional porque es el único trayecto, semejante a un camino vecinal por sus condiciones físicas, que facilita al visitante observar con amplitud panorámica hacia ambos lados; por ejemplo, si miramos hacia Haití podemos ver los poblados de Tilorí y del otro lado, en República Dominicana a Villa Anacaona; siguiendo en dirección este la comunidad haitiana llamada “La 75” (alusivo al mojón divisorio ubicado en esa zona), y al frente el paraje Cruz de Cabrera Abajo, el cual no tiene población en la raya fronteriza.
Otros poblados haitianos que podemos visualizar son “Los Algodones”, “Santamaría” y Calabacié, cuyos vecinos dominicanos son Guayajayuco, Rancho Higüero y Sombrero; también del lado de Quisqueya están Los Cedros, El Córbano, La Descubierta y Cerro de San Francisco y al frente, del lado haitiano, El Corte y Los Cacaos, como se observa en la cartografía.
Los Cacaos es la última comunidad y la más poblada después de Tilorí, del lado haitiano, con la desventaja, para el viajero, de que solo se puede compartir con su gente los días de mercado cuyo punto de encuentro está en la misma Carretera Internacional, porque su concentración poblacional está distante, a 1 kilómetros aproximado de dicha vía.
Todo ese trayecto es bordeando el Artibonito, la cuenca hidrográfica más grande de la isla La Hispaniola y el accidente geográfico más importante de esa vía, que desde territorios norteños de Dominicana recoge las aguas de los ríos Neita (Dajabón), El Peje (Santiago Rodríguez), Libón (que nace en Haití y entra a Dominicana), y del Joca que nace en la provincia San Juan. Esos ríos, con excepción de El Peje, desembocan en el Artibonito en los parajes de este tramo de la Carretera Internacional.
La línea fronteriza de ambos países está seriamente impactada por las prácticas agrícolas insostenibles que han llevado a cabo tradicionalmente ciudadanos del vecino país en componenda y bajo protección de los nuestros; influyendo también las condiciones climáticas y ecológicas particulares de la zona, como son alta irradiación solar, la poca pluviometría o cantidad de lluvia que se precipita anual, que oscila entre 1400 a 1600 milímetros de lluvia, pero con una distribución marcada en solo dos épocas en el año, altas pendientes que ocasionan la erosión de los suelos que se puede observar con tan solo pasar por el lugar, así como la extracción de especies maderables durante siglos, especies registradas en la toponimias de los parajes que se observan en la cartografía.
También sería incorrecto decir que la deforestación en la frontera es una problemática que ha surgido en las últimas décadas, porque ya a partir de 1940 se veía la deforestación y la erosión de los suelos en la Carretera Internacional, según publicaciones que se hacían para la época, lejos de preocupaciones ecológicas.
Cabe señalar que Tilori, La 75, Los Algodones, “Santamaría”, Calabacié y El Corte, entre otras comunidades haitianas que están en la misma raya fronteriza, no habían crecido tanto hasta el terremoto del 2010 que destruyó la capital haitiana. Estas comunidades haitianas se han incrementado en un porciento indeterminado de familias que llegaron a vivir en la línea fronteriza, por lasos de consanguinidad entre otros motivos, y pasan al lado dominicano a laborar la tierra, como se observa en la fotografía de Calabacié, tomada por el autor de este artículo en 1998.
Es importante señalar que el factor demográfico no es necesariamente determinante para la degradación, pero si suma presión ambiental en este contexto socioeconómico, lo que produce pérdida de identidad transfronteriza (riesgo permanente), convirtiéndose esa realidad en pasto de cultivo para las tergiversaciones de la Sociedad Mayor (Nacional Haitiana y Dominicana) sobre el mundo transfronterizo. Y esto es importante tratarlo con armonía y prudencia, para bien de ambas naciones, por el amortiguamiento cultural que se desarrolla en ese espacio, sobre todo, en la ruralidad fronteriza.
Miles de familias viven en esas poblaciones y un número muy alto se ha dedicado, históricamente, a cultivar de manera insostenible e ilegal en el territorio dominicano, porque se encuentran mejores suelos, aunque en proceso de degradación total debido a la perdida de sus bosques, inclusive los bosques de galerías o ribereños, que es la última cobertura que generalmente desaparece en una cuenca hidrográfica en República Dominicana, y en ese tramo ya son casi inexistentes.
Otra experiencia interesante de reforestación transfronteriza que se realizó con brigadas haitianas, cuando existía el subprograma de reforestación Frontera Verde, es el caso de Calabacié, en el lado de Haití, y en el lado dominicano en “Sombrero”, ya que cuando se trabajaba con las brigadas binacionales la presión ambiental era menor, porque éstas generaban ingresos para numerosas familias que dejaban de “cultivar” terreno sin vocación agrícola para reforestar, aunque no se lograron los resultados (2019) que se obtuvieron en otras comunidades transfronterizas con impactos positivos de repoblación forestal. Fue una lección aprendida de que reforestar, sin dudas, es vida.
Es bueno aclarar que “Sombrero” es con el nombre que la gente conoce ese lugar donde se repobló con pino, cedro y mango, además que un letrero hecho por una casa comercial lo designaba con ese nombre (2017), pero ese paraje realmente se llama Rancho Higüero y pertenece a la sección Guayajayuco, Distrito Municipal Río Limpio, Municipio Pedro Santana, provincia Elías Piña (ONE 2015).
El verdadero paraje Sombrero, también de Guayajayuco, está posterior a Rancho Higüero en dirección norte sur y para el 2010 solo vivían 17 personas, según el Estudio de la Pobreza (Morillo, 2012).
La degradación de los suelos en los casos de Los Cacaos, El Corte, Calabacié (Haití) y “Sombrero” (Rancho Higüero) fueron de los más lamentables debido a que en esas comunidades se plantaron más de 200,000 arbolitos y de ellos queda muy poca cosa, sólo vestigios de pino caribea, caoba criolla, cedros y arbolitos de mango aislados (2019), porque todo fue devastado por la quema indiscriminada como preparación de terreno para el cultivo de ciclo cortos, la presencia de animales y por la falta de mantenimiento y protección al clausurarse las brigadas que realizaban un trabajo loable.
El lector puede observar en la cartografía de “Sombrero” que para el 2011 se habían hecho líneas cortafuegos con más de 5,000 metros cuadrados para defender los arbolitos de las quemas periódicas que realizan los campesinos haitianos en terrenos contiguos para preparar terreno para cultivar habichuelas, maíz y auyama, entre otros, bajo condiciones de pagar con especies “a media” y “el 3 por 1” que les imponían los dominicanos civiles y militares a los campesinos haitianos en el pasado.
Con estas informaciones y ponderaciones, queremos hacer nuestro humilde aporte a los esfuerzos que en la actualidad coordinan las autoridades dominicanas y haitianas para el desarrollo de la frontera con la ejecución de proyectos de seguridad, salud, economía, y medio ambiente a partir del involucramiento de todos los sectores interesados de la zona, muchos de ellos con la experiencia de haber trabajado en la repoblación forestal.