Si los desconfiados siempre han dicho que amigo "es un peso en el bolsillo", así, Democracia con mayúsculas es tener un trabajo digno, un hospital abastecido, una escuela con maestros, desayuno y sin goteras. Lo demás son postalitas de revistas, discursitos para matar el tiempo y entretener políticos con caspa y señoras bien teñidas. Durante casi tres años, el tema delictivo nacional ha sido Cristian Agosto Figueroa, o como se llame en sus nueve cédulas y seis carnets de otorgamiento impune. Pero no se entusiasmen demasiado por el desmantelamiento de gran parte de su equipo de apoyo; existen otros dones en el norte, el este, el sur, y no necesariamente frutos del narcotráfico.

Son dones de lo ajeno, ricos mendigos del erario, príncipes del testaferrato, duques del tráfico de influencias, condes de fantasmales empresas, en fin, toda una monarquía que viene de los tiempos coloniales y llega hasta ayer como a las seis, surgida al amparo del ejercicio del poder y sus colindancias.

Hablo del paso por una secretaría, una administración general, una general dirección, una senaduría, un tráfico de influencias bien montado; y sin embargo, la sociedad civil y sus instituciones, usted y yo, los ciudadanos, no les damos "bola negra", a los señores sino todo lo contrario… y en los clubes sociales (y sobre todo en los antisociales) nadie le pregunta el origen de sus fortunas. Esas teclas no se tocan, porque, de alguna manera, ellas conforman el afinado piano que es hoy la sociedad dominicana: una altanera y alienada, simuladora e hipócrita conglomeración humana preñada de complicidades y males menores. Así se compone el son nacional y sus miserias, amor, entre marinas y colindancias, ya dije.

Entonces, lo que viene ocurriendo en nuestra sociedad es tan sencillo "como volverte a ver, simple como besar tus manos y volver a mirarme en tus ojos" que dice Umbrales. Se trata de que la impunidad y la delincuencia multimillonaria se han democratizado, y ahora también los Machepas children’s andan como si nada, con su bachatica y sus millones entre car wash con mesas con Blue Label, y, por supuesto, financiando o participando directamente como candidatos en los partidos políticos.

Hasta ahora, -cuando ha descendido hasta los barrios "bien" de las ciudades, y por falta de políticas sociales y empleo ha tomado el control solidario de los barrios calientes-, el problema no era la delincuencia, sino el origen de clase del delincuente. Así, el muchacho que roba celulares es un bandolero, pero quien evade el fisco o asesora genialmente para que otros evadan el dinero de construir escuelas y hospitales, es un empresario sagaz o un genio de la ingeniería financiera, respectivamente, ¡No te jode!

Entonces, mientras en el país la impunidad sea una fiesta, no nos quejemos tanto porque la delincuencia se nos haya echado encima; no es nada, señora, no es nada, son los lodos de años y años de polvos de complicidad social desde los gobiernos y sus instituciones, sus amigos patrocinadores, desde la sociedad civil, los clubes, los puticlubes y, por supuesto, desde todos los partidos políticos.

Pero ¡cuidado! Si la impunidad es una fiesta, tarde o temprano el país podría, -más temprano que tarde-, convertirse en un cementerio.