El pasado 30 de agosto, en la sala principal del Teatro Nacional, la compañía Globe Theatre presentó Hamlet, de William Shakespeare.
La presentación forma parte de una gira internacional que ha recorrido cientos de países con el propósito de divulgar una de las obras emblemáticas del teatro occidental.
La puesta en escena, dirigida por Dominic Dromgoole, constituyó una llamativa recreación de la obra shakesperiana, de ágil montaje, atractiva escenografía, musicalización revitalizante, fiel al espíritu original de la obra, sin dejar de experimentar en el uso de los vestuarios, los escenarios y las actuaciones.
La sala del teatro “Carlos Piantini” recibió mucho público, pero no el suficiente como para abarrotarla. Un problema concurrente con presentaciones de esta naturaleza, es que, además del fallo publicitario y el erróneo mecanismo de distribución de las boletas –entregadas a personas vinculadas al Ministerio de cultura de manera arbitraria- existe un problema relacionado con la ausencia de un público cultivador del teatro como experiencia estética.
Este hecho se debe en gran parte a que la educación dominicana ha carecido, históricamente, de un compromiso con la divulgación y el cultivo de las artes. La mayoría de los responsables de la formación educativa dominicana nunca han entendido el importante papel que puede jugar el teatro como medio de expresión y comprensión, de formación intelectual y constitución del carácter, como propulsor de ciudadanos libres y críticos.
Hoy, esta situación se empeora en el contexto de una cultura global que minimiza el papel de la educación humanística en la formación ciudadana y prioriza de modo exclusivo aquellos “saberes de la eficiencia” o de la utilidad, aquellos que permiten acrecentar la riqueza material de la sociedad.
Carentes de contacto con el teatro, tanto en la escuela como en el entorno familiar, los chicos crecen carentes de sensibilidad para apreciar las grandes obras de la cultura occidental, aquellas que han trascendido los límites históricos y culturales estableciendo arquetipos de actitud y de acción.
No podemos esperar entonces, que ante una presentación como la del Globe Theatre, podamos encontrar una alta tasa de receptividad entre esa población tradicionalmente excluida de la sociedad dominicana, excluida del disfrute de los bienes espirituales que han configurado la cultura occidental y cuya experiencia estética se reduce al consumo de los productos de la radio y la televisión popular dominicana.
El poeta Rainer María Rilke dijo que “nuestro mundo es un telón de teatro, tras el cual se esconden los secretos más profundos”. Podemos agregar que el telón de teatro es un mundo donde se muestran los enigmas más recónditos de la experiencia humana. Una de las funciones de la educación teatral es abrirnos la puerta de acceso a la placentera comprensión de estos enigmas.