Por eso miente, oh metáfora de fiebre
en lo más largo del hueso
esta vaina absurda de pensarme Malecón
sábado por la tarde cantándome quedito
I am not a ghost
I am not a ghost
Estoy aquí, pero no soy yo
Jonás Marthan
Visiones de afuera y otras cegueras
No sé qué hace al crítico. Pero el buen lector busca, más allá de la rápida alabanza, lo que se encuentra bajo lo superficial o la falsa idea del buen gusto. El lector busca y encuentra talento e inspiración. No es la autopsia al deseo. Es simplemente un buen lector que años después tropieza en su caja de tesoros con un triángulo literario: Muestra Gratis de René Rodriguesoriano es, y la redundancia que valga, una muestra de lo que vendrá en su narrativa. Sin miedo repito lo que he dicho antes y que como dijo alguna vez José Rafael Lantigua, sería bueno leer un buen ensayo o una tesis alrededor de esta obra. Lo terminaré escribiendo yo mismo no cabe duda. En veces quien escribe hace cosas porque quiere verlas escritas o las escribe para leerlas porque quiere leer algo así y no lo encuentra. La escritura del error y del fracaso, la escritura del tropiezo y la bravura en el mal hablar. Escritores como Edgardo Nieves Mieles, Gallego y/o Anuchka Ramos no me dejan mentir.
Muestra Gratis ha sido reeditado por Cielonaranja en la Biblioteca de las Letras Dominicanas. La reedición de un clásico cult como éste nos dice muchas cosas. Hay que tomar en cuenta que la primera edición de este poemario significó un corte visceral en la poética del momento. Raro libro este que sorprende no sólo por su contenido lírico: “Este poema puede estar oculto en cualquier pliegue de tu blusa, en un viejo aposento sucio y desarreglado, encallado en las lilas de un tiempo sin estribo”. El libro irrumpe también gracias al performance o transformance de su empaque, ya que viene en forma de caja de medicinas. En tiempos tan aciagos como los 80’s y los 90’s en la isla, Rodriguesoriano les dice muchas veces que no a los poetastros y busca una poesía en la calle, en las miradas morenas, en esas mujeres que no se dejan escribir. Y remata con poesía: “De tarde, cuando llueve vuelvo, buscarte en los badenes, bufa Camboy mi calle triste donde suma”. Oh my sad street. What a poem. What a song. Camboy… What’s in a name?
Reitero que el libro rompe no sólo por el empaque transformador sino por la poesía, también reveladora, problemática. La mejor poesía siempre es la de la pregunta, no la que da respuestas. Las respuestas están muertas en poesía. Rodriguesoriano, el atrevido publicista metido a malabarista del miedo, le saca maromas al relámpago y escribe sereno, sin que la policía de Balaguer lo disturbe: “La de los labios fríos como caverna angosta, la que enciende las aspas de los ventiladores, Alicia la que moja las paredes del viento y trina cantos sucios en las oficinas en los acantilados”. Hay que ser ciego para no sentir la carga más húmeda del erotismo de dos cuerpos, un monstruo de cuatro brazos que a la mejor tradición antillana, se cruza con Buda para mostrarnos el Kamasutra de la palabra. Lo he dicho antes, muy pocos escritores manejan la ironía de la palabra como lo hace Rodriguesoriano. Juegos violentos entre la táctica y el sintagma. What’s in a name? What’s in a game?
A Pedro Cabiya le escuché decir una vez en Puerto Rico, que para él lo más importante era el juego. Era una entrevista con Carmen Dolores Hernández. Eso me dejó medio loco por un tiempo. Me dejó peleando con él. Claro que no era cuestión de juego. Y me dolió viniendo de él, ya que yo me di cuenta “del otro camino” gracias a su escritura. Bueno, eso pasa con los buenos escritores y escritoras, si uno lee bien y no deja que gane el cinismo. Con el tiempo Diego Deni terminó teniendo razón. Ahora, como le escuché gritar a Lubrini, lo declaro a los sietevientos: Lo único que me importa es el juego y no lo que pueda ganar.
Como buen lector, Miguel de Mena se las jugó y se dijo a sí mismo: “Simismo, léete de nuevo el libro de René, ese libro con el que te peleaste cuando salió, como buen boxeador de las letras que eres”. Al parecer el texto golpeó y de qué callada manera. Veinte años más tarde, que lo son todo, el lector que es Miguel hoy, reanima la conversación con el texto. Razona de Mena, el lector, el editor: “A mí tampoco se me hizo fácil la lectura de Muestra gratis. La relación que establecí con la obra fue bastante contradictoria. En su primera lectura la combinación entre fascinación y rechazo me produjo una especie de contrapunto emocional”. Es lo que hace un buen lector. Es lo que hace un buen libro. Un buen libro no por el emocionante diseño de su portada o por las palabras rimbombantes en sus textos… Un libro que te pone a pensar, que te hace volver a él, porque la poesía no hay que entenderla. Te llama para que la escribas. Está ahí para que la vivas y la leas. Poesía sos vos.
Puedo concluir entonces, amigas y amigos que leen a los que leen, diciendo que con la reedición de Muestra Gratis por parte de Cielonaranja, queda demostrado que la literatura también pare prodigios saludables, amables. Un lector asediado por un texto, una lejanía que se acorta por una relectura, un vaso comunicante que se reanuda, un editor dominicano que es capaz de reflexionar sobre su escepticismo ante la obra, un lector dominicano que se refiere a algo que no entiende sin desprecio, sin ese presumir del que desconoce la duda. Un lector que relee en un país donde no se lee.
La literatura es un universo y existe una galaxia antillana, estoy seguro, en donde los astros chocan, se enredan y hasta se obstaculizan, pero de vez en cuando, cual isla sacada a la superficie por un movimiento tectónico o volcánico, aparece un lector o una lectora: rescata un texto, conversa con nosotros y nosotras, nos dice que cada poema es un pan, una medicina para soñar.