"DE TODO, QUEDARON TRES COSAS"

la certeza de que estaba siempre comenzando,

la certeza de que había que seguir

y la certeza de que sería interrumpido

antes de terminar.

 

Hacer de la interrupción un camino nuevo,

hacer de la caída, un paso de danza,

del miedo, una escalera,

del sueño, un puente, de la búsqueda, …un encuentro”

Fernando Pessoa

 

Aunque tenía pensado compartir con mis lectores unas notas acerca de las reformas de las leyes electorales y otros apuntes acerca de una ley de lobby (es muy preocupante la “desaparición” de connotados cabilderos) ante la publicación de un artículo desafiante de don Carlos Julio Báez Evertsz titulado “¿Es que aún existe derecha e izquierda en RD?” (https://acento.com.do/opinion/es-que-aun-existe-derecha-e-izquierda-en-rd-8911753.html) opté por dejarlos en la bandeja de salida y agarrar el guante ante la fuerza del lanzamiento.

Por alguna razón que no tiene nada de extraño, el tema de fondo del artículo es el de la hegemonía del trujillismo-balagueriano en el sistema político, durante la transición y también posteriormente. Recién desaparecido Trujillo muchos cuadros trujillistas fueron invitados a participar del naciente proceso político y fueron ellos ¡que sabían gobernar! quienes estrenaron la vía armada en septiembre de 1963 e reinauguraron la vía electoral en julio de 1966, cerrando el proceso de transición que vivía el país. Insisto en que ese proceso fue el final de la transición puesto que la participación en las elecciones significa la aceptación y el acuerdo con el nuevo régimen que la República vivió, y que todavía vive, en numerosos y gravitantes aspectos como la falta de independencia de los poderes del Estado, la ausencia de elecciones competitivas y la impunidad.

Pero el motivador artículo de Báez Evertsz acomete un tema casi clandestino, cuya magnitud se oculta a pesar de las evidencias, pero que explica la hegemonía trujillista hasta la actualidad.

¿Cómo ignorar la frecuencia de los “lavados de cara” a Balaguer por parte de “supuestos “héroes” de la izquierda que también lo son de la derecha”?

Más interesante aún, el autor se anota otro acierto cuando incorpora el tema de las “familias” y el concepto de “habitus" (definido como “sistema de disposiciones inconscientes producido por la interiorización de estructuras objetivas” según Bordieu). A ese respecto se nos abre un “campo” definitivamente provocador e inevitable: el de la reproducción endogámica de las élites, explicada en el artículo mediante la descripción de las familias y sus prácticas matrimoniales, abriéndonos un horizonte de investigación cuyos resultados podrían ser en definitiva los que nos permitan explicar y comprender no solo “cuando se jodió el Perú”, sino quienes fueron y son sus responsables.

Usualmente las investigaciones o los artículos especializados sobre el tema de las élites comienzan formulando la pregunta ¿quién nos gobierna? Y las respuestas, por lo general, entran en la polémica confrontando una realidad imposible de desconocer y de la que los teóricos de la democracia tampoco pueden escapar: NO gobiernan todos.

Las respuestas a esa fundamental pregunta se dan entre dos amplios rangos, desde el llamado “realismo democrático” y la “teoría elitista” de Giovanni Sartori hasta quienes defienden la idea de la “democracia participativa”. Como esta última no tiene referentes empíricos, casi siempre sus principales animadores resultan ser poco democráticos puesto que el nudo está en otra parte.

Si nos instalamos en la idea de que debemos conocer, describir e identificar adecuadamente a quienes gobiernan, nuestra mirada deberá precisamente posarse sobre los grupos sociales que han logrado que su interpretación del mundo tenga carácter hegemónico. Es decir, que han logrado apropiarse del poder de calificar la realidad, de establecer cuales son sus contenidos más relevantes, de imponer una narración del mundo, de la historia y de la política como si ésta fuera la verdadera. O sea, las élites.

Arribar a un marco que apunte a la descripción y comprensión de las élites desde la teoría basada en la genealogía y en la biografía servirá para articular una visión que nos permita conocer a profundidad el comportamiento de estos grupos sociales hegemónicos y el contexto que han logrado construir en nuestra historia reciente. Es demasiado evidente y, por lo tanto, nadie puede decir que se cree el cuento de que los cambios necesarios de construcción democrática, de asumir las graves carencias y las injusticias que afectan a grandes sectores de la sociedad dominicana los vayan a resolver antiguos y nuevos balagueristas (la biografía) o la descendencia del trujillismo (genealogía).

Por esa vía de análisis nos aproximaremos a la comprensión del por qué nunca hubo “justicia restaurativa o transicional”, que es condición de la democracia. No es posible obviar que esa ausencia es la fuente de la impunidad, pues si matar, torturar, hacer desaparecer, no merece castigo, ¿por qué cuestionar o castigar al que vende al Estado sobrevaluando o al que vende subvaluando los bienes del Estado?

Los efectos de lo anterior en cuanto a la “calidad de la democracia” no puede ser discutido. Buscar mayores explicaciones a lo que anotó Carlos Julio Báez nos pudiera ayudar a descubrir una “izquierda latente”, lejos de quienes hace treinta años que no leen los periódicos o de otros y otras que no discriminan mucho a la hora de votar o a la hora de cobrar.

Está claro que la ausencia de una “élite democrática” ha determinado la escasa calidad de la democracia dominicana.  Creo seguir el razonamiento del artículo de Báez si concluyo que todo nos lleva también a entender que parte de esa ausencia se debe a la renuncia de quienes debieron competir por la hegemonía y que a casi sesenta años de la desaparición física del dictador para ellos la cuestión básica sigue siendo según Báez Evertsz: “seguir, en definitiva, subidos en la máquina del Estado, para servirse de él en lo particular y en lo familiar. He ahí, en síntesis, lo que ocurre y por eso lucen iguales y confundidos derecha e izquierda en RD.”