La geopolítica de la Justicia es curiosa. En Alemania, una de las potencias económicas mundiales, la locomotora de Europa, un país con una renta por habitante cercana a 40 000 dólares, con un paro diminuto, allí, por una cantidad tan nimia como un puñado de centenares de dólares, tiene que dimitir un Presidente de la república.
En otros lugares, en una república donde más del 33 por ciento de su población vive en condiciones de gran pobreza, donde más del 40 por los hogares no tiene agua corriente dentro de la casa, donde se nos dice que el paro es de cerca del 14 por ciento -cuando todo el mundo ve que puede alcanzar más del 25 por ciento -, y dónde la renta por habitante es de 8564 dólares, muy desigualmente repartida. Es difícil, por no decir casi imposible, que se admita una denuncia a un ex presidente donde se le acusa de lavado de miles o millones de dólares.
Dos varas de medir y de actuar que reflejan el por qué, un país puede progresar y recuperarse de las mayores tragedias, porque hay un sentido de la dignidad de la Justicia y del Estado, y otros, apenas pueden avanzar
En Alemania tuvo que dimitir de la presidencia Christian Wull en 2012 por un escándalo de corrupción. Ayer viernes 12 de abril de 2013, la Fiscalía ha formalizado cargos contra él por haber aceptado pequeños favores de un empresario cinematográfico. Si la Audiencia abre un juicio, contra él, sería la primera vez que un jefe del Estado de la República Federal de Alemania se siente en el banquillo.
Nadie vaya a pensar que se trata de que obtuviera un porcentaje de dos dígitos por alguna obra de infraestructura multimillonaria (unas carreteras, construir un metro, hacer que se apruebe un contrato con una empresa extranjera lesivo a los intereses del país, etc.).¡No!, el ahora ex presidente simplemente aceptó el pago de “nimiedades” de un empresario.
Le pago el hotel a él y a su familia, le pagó una cena que no superaba los 12 mil pesos dominicanos, alojamiento por unos 27 mil pesos, y menos de 170 mil pesos aproximadamente para hacer una excursión junto a otras siete personas que sufragó un empresario.
¡Por menos de 200 mil pesos (unos 4000 euros) es imputado y perdió la presidencia del principal país de Europa y de una de las potencias económicas mundiales! Y pensar que hay países pobres dónde por esa cantidad un diputado no levanta la mano a favor de un contrato, ni trata de influir en la aprobación de una ley a favor de un empresario. Les parecería poco.
En un país super rico los fiscales son capaces de acusar y abrir cargos a un ex presidente por considerar que ha aceptado soborno, por muy modesta que sea la suma o regalos aceptados.
En un país pobre, con una población falta de educación, de salud, de vivienda, y de bienestar en general, un ex presidente puede campear a sus anchas pensando que no hay fiscal con arrestos ni con sentido de la Justicia para acusarle por soborno o lavado de sumas millonarias.
Dos varas de medir y de actuar que reflejan el por qué, un país puede progresar y recuperarse de las mayores tragedias, porque hay un sentido de la dignidad de la Justicia y del Estado, y otros, apenas pueden avanzar renqueando como país, porque la idea imperante es que, mientras más rápido se enriquezca un grupo desde el poder, más impunidad ante la Justicia existe para ellos. Y más aún, para “il capo di tutti capi” (el jefe de todos los jefes).
Por eso unos pueden cantar orgullosos” Deutschland über älles” (Alemania por encima de todo), y a otros nos queda recordar, con vergüenza, la estrofa del himno nacional que dice: “Ningún pueblo ser libre merece/ si es esclavo, indolente y servil”…
Santo Domingo, 13 de abril de 2013