Hace unas semanas me referí a la experiencia de la elección presidencial de 1996, en la que la organización física para el acopio de las actas incluyó atención a muchos detalles.  Continúo citando aquí el proceso de organización de esas elecciones, tal como lo describí en el libro “Las cuentas claras: trayectoria de Engracia Franjul de Abate: “Si el proceso físico pudo ser engorroso, mucho más desgastante fue el proceso de selección, validación y posterior formación de todos los integrantes de las mesas, que, según la ley electoral, tienen que ser cinco: presidente, vicepresidente, secretario, primer vocal y segundo vocal. Los jueces se propusieron buscar candidatos que fuesen de alto nivel, que pudieran estar a la altura de interpretar la ley si fuese necesario, resolver conflictos si los hubiese, responder o no preguntas del público y de la prensa. En fin, actuar como verdaderos representantes del estado ante un momento de cambio de mando. José María Cabral Arzeno, el presidente, gracias a sus amplios lazos sociales, consiguió la colaboración de muchos profesionales independientes y personas reconocidas. Fungieron como presidentes de las mesas los señores Frank Rainieri, Manuel Bergés Chupani y varios de la familia Barceló. En ese trabajo, el aporte de doña Engracia fue fundamental. Consiguió que no sólo el Grupo Popular sino algunos allegados de grandes empresas aleccionaran a su personal a trabajar en las mesas los días de elecciones. Con sus contactos en el mundo de la educación, también solicitó la colaboración de estudiantes universitarios de término.

Se recurrió a gremios, a las iglesias y al final era tan grande la necesidad de voluntarios, que una vez delimitada la presidencia y la secretaría por personal que se asumía imparcial, se negociaba con los partidos para que ellos mismos propusieran candidatos para los puestos de vocal, asegurándose, por supuesto, de que no hubiera más de un reconocido militante de partido por mesa. Todos recuerdan como momentos especialmente llenos de ansiedad a las últimas semanas antes de lo que se convirtió en la primera vuelta, buscando candidatos por doquier. Esta escasez se explica porque los militantes con mayor capacidad estarían asumiendo roles dentro de sus propias organizaciones, colaborando con el transporte de acólitos, trabajando en sus respectivos centros de cómputos. Ese año, además, el movimiento cívico Participación Ciudadana celebró la primera observación electoral, lo que implicó una reducción en los candidatos posibles a los puestos dentro de las mesas de la Junta.

Se redactó un manual de procedimiento y allí, una mentalidad como la de doña Engracia con visión de gerente, de administradora, fue un magnífico aporte. Sus compañeros la recuerdan por su liderazgo, laboriosidad, su presencia constante, puntualidad y rectitud”.  Si uso estos extractos  hoy es para recordar, ahora que estamos a tiempo, que la atención al buen funcionamiento del proceso requiere también de un personal con cierto nivel de preparación y preferiblemente familiarizado con los procedimientos a utilizar.  En la elección presidencial de 2016 miles de personas renunciaron días antes de las elecciones.  Yo lo viví como voluntaria. Me llamaron a ser observadora y vi personas con muy bajo nivel educativo fungiendo como vocal en la mesa en que participé.  Se necesita empezar desde ahora a buscar voluntarios que colaboren con efectividad en el proceso electoral.