El espíritu dispendiandor de algunas sociedades ha llevado a la creación de la cultura de lo desechable. Dentro de esta práctica, en las sociedades consumistas se utilizan los objetos hasta el momento en que, independientemente de su estado, ya no se consideran útiles, luego se descartan. Por desventura, ese mismo tipo de trato suele dispensar Occidente, y muy particularmente los Estados Unidos, a algunos hombres que por su capacidad para influir en el destino de sus respectivos países, durante un buen tiempo han sido considerados como importantes socios y hasta amigos.
Hasta antes de las rebeliones de Túnez y Egipto, tanto los Estados Unidos como la Unión Europea mantenían buenas relaciones con el líder libio. Gadafi fue objeto de grandes halagos de parte de personajes como Aznar y Blair. Berlusconi, Sarkozy, Zapatero, y el Rey de España también fueron más que gentiles en poderaciones que hicieran sobre el líder de Libia. No obstante, a las declaraciones del señor Obama del día 4 del actual mes de marzo, en las cuales sentenciaba que "Muamar el Gadafi ha perdido la legitimidad para liderar, y debe irse", se suman las de los dirigentes de la Unión Europea, quienes han sido más directos y han dado órdenes al gobernante libio en el sentido de que debe irse ya. En este sentido, Sarkozy, ese mismo que hace poco se deshizo en elogios a Gadafi, ha madrugado en reconocer a los rebeldes libios como los legítimos representantes y arengando con lo que podría interpretarse como un "síganme los buenos" para que los demás países del viejo continente hagan lo propio.
No obstante, este tipo de conducta no se inaugura ahora, es vieja y recurrente. En forma relativamente reciente ya se había puesto en evidencia cuando Estados Unidos armó al Irak de Saddan Hussein y lo lanzó a la guerra contra Irán, su verdadero enemigo en la región, pensando que usando a Irak como punta de lanza podrían deshacerse de los ayatolas. Luego, en el momento en que adueñarse del petróleo de la antigua Babilonia era más importante que la geopolítica, con el mayor descaro del mundo tejieron la archiconocida red de mentiras acerca de las supuestas armas de destrucción masiva que poseía Saddan Hussein y se deshicieron de él y de toda su descendencia masculina, incluyendo niños muy pequeños.
Una suerte muy parecida corrió el General Manuel Antonio Noriega, a quien el jefe de la Agencia de Control de Drogas (DEA) entre 1985 y 1987, John Lawn le hizo un reconocimiento, y a través de seis cartas que le remitiera le agradecía su cooperación, al mismo tiempo que elogiaba su vigorosa política antidrogas. Podría suponerse que esa distinción hecha por el señor Lawn al General Noriega no era a título personal, sino que, por nivel jerárquico de este funcionario, era conferida por el gobierno norteamericano. Sin embargo, este el mismo Noriega que dos años más tarde fue derrocado y virtualmente secuestrado por el ejército de los Estados Unidos, nada más y nada menos que, en nombre de la lucha contra el tráfico de drogas. Ha de entenderse que los inventores el buenómetro y el manómetro para ser aplicado a personajes tercemundistas tienen servicios de inteligencia que todo el tiempo sabían quién era Noriega. Sin embargo, lo que se dice por ahí es que el derrocamiento y virtual secuestro del general estuvo relacionado con un ajuste de cuentas porque al parecer el hombre le servía a varios amos al mismo tiempo, uno de ellos no muy apreciado por el Tio Sam.
En torno al caso libio, el señor Obama señalaba, a principios de este mes de marzo, que Estados Unidos examina "toda la gama de opciones" para responder a "la horrible violencia" ejercida por Gadafi contra su pueblo. A este respecto vale la pena preguntarse ¿Quién ejerce horrible violencia contra pueblos sobre quienes ni siquiera sabe dónde viven? Para responder a esta interrogante vale la pena retrotraernos a ilustrativas frases que han formado parte de titulares de algunos periódicos en años recientes: "Mueren 51 civiles en bombardeos registrados hace tres días en el este afgano de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad" (ISAF – RTVE.es RTVE.es); "Al menos 76 civiles, en su mayoría mujeres y niños, murieron ayer viernes en un bombardeo de la coalición bajo mando estadounidense, en el oeste de Afganistán" (FP, 22 agosto 2008); "Un número indeterminado de civiles ha muerto o resultado heridos en un bombardeo del Ejército estadounidense registrado este lunes en la provincia sureña afgana de Kandahar" (Efe 5 de noviembre de 2008). "37 civiles mueren en bombardeo aéreo de EEUU en Afganistán (AP, 7 noviembre 2008); "Mueren ocho mujeres y niños en bombardeo de EE.UU. en Afganistán" (18 de febrero del 2009); "Más de 100 personas mueren por bombardeo estadounidense en Afganistán (El País, 6 de mayo 2009); Seis niños mueren en bombardeo de EE.UU. en Afganistán (EFE, junio 11 2009)
La "desgracia" del Coronel Gadafi, bajo cuyo gobierno Libia ha alcanzado el más elevado índice de desarrollo humano de todo el mundo árabe y la posición No. 53 a nivel mundial y los más bajos niveles de mortalidad y de analfabetismo de toda la región, se deriva de un problema muy básico. Hace ya un buen tiempo que los Estados Unidos viene experimentando serios problemas con el abastecimiento de petróleo, en función su elevada demanda, lo cual ha hecho que en determinados momentos tengan que echar manos de sus reservas estratégicas. Ante la situación levantisca que en la actualidad caracteriza a varios países árabes, han tratado de aprovechar la coyuntura para azuzar a la oposición Libia, de modo que le sirva de cortina de humo para deshacerse de un gobernante que, aunque hasta hace apenas días parecía un socio, se ha manejado con un nivel de independencia que ha impedido a los Estados Unidos servirse del país a su antojo.