Este documento de análisis de coyuntura política fue elaborado en fecha 15 de diciembre del año 2015 y enviado para su consideración a los dirigentes  Guillermo Moreno y directivos de Alianza País,  Minou Tavárez, Max Puig y demás dirigentes de Alianza     por la Democracia (APD), y  Fulgencio Severino y demás directivos de Patria para Todos.  Posteriormente se le envió también al Foro Renovador, y a Fidel Santana, del Frente Amplio.

No es mi propósito pontificar acerca de conceptos  que la experiencia y la teoría política han establecido como principios fundamentales.  Lo hago como parte de la responsabilidad y el compromiso político que siempre he asumido. Aunque en esta ocasión no tengo una militancia partidaria; sí me siento en el deber de tratar de incidir en la consolidación de una democracia social, que solo se puede hacer realidad a través de los  actores progresistas,  si actuamos en correspondencia con las necesidades a que nos obliga la situación política actual.

¿Segunda vuelta o unidad de acción coyuntural?

La política, además de confrontación en la lucha por el poder del Estado entre clases, sectores y grupos sociales organizados,  implica la necesidad y la capacidad de concertar alianzas, pactos, convergencias  y coaliciones en momentos electorales,  guerras,  y durante lo que podríamos llamar coyunturas especificas en situaciones no criticas.

El político que ignore, o no desarrolle las cualidades para este quehacer, no podrá tener éxito en las luchas políticas; así como no lo podrá tener quien no tenga las condiciones imprescindibles para ejercer un liderazgo, es decir, capacidad para dirigir e influenciar a sus seguidores y a la población que se requiere para poder tomar y mantener el poder, que casi siempre ha de ser la mayoría, en las sociedades democráticas.

En los Estados de democracia social y de derecho el poder se encuentra fragmentado en los niveles del gobierno ejecutivo, el Congreso, la Justicia y los Gobiernos municipales, en sus diversas instancias.  En consecuencia, estos son niveles de participación en el poder que no pueden rechazar los partidos, movimientos y grupos políticos.  Y cuando se carece de la fuerza para ocupar lo que en nuestra democracia presidencialista es el máximo poder, es decir, el Poder ejecutivo, los grupos políticos no pueden desechar su participación en las otras instancias de poder, que podría lograrse mediante la concertación de alianzas electorales.

Alianzas las hubo desde la Antigüedad Clásica. Para solo mencionar algunas de las más significativas están las de César y Cleopatra, y la de Octavio y Cleopatra  para ésta recuperar su poder en Egipto y aquellos extenderse y consolidar su dominio en Oriente; las de los múltiples reyes  que como Isabel y Fernando; la de Enrique VIII de Inglaterra y la hija de emperador de Alemania Ana de Cleveris y Berg , o las de Churchill, Stalin, Roosevelt y Degaulle, que tuvo como objetivo táctico derrocar al facismo de Hitler, Hiroito y Mussolini en la Segunda Guerra mundial, o la de Lenin y Kerenschi, y la de Mao y Chan Kai-Sche.

  Ninguno de los aliados perdió su identidad política e ideológica; más aun, esto le permitió al Socialismo stalinista  aumentar su prestigio e influencia incorporando a trece países al sistema socialista;  y a Mao conquistar después  el poder en China.   Es innecesario nombrar todas las alianzas que se han producido en la historia de la humanidad, simplemente quiero atraer la atención de que no siempre las alianzas  implican pérdidas de las identidades de los participantes, pero que, sin embargo, contribuyen a aumentar y potenciar  sus respectivas fuerzas mas allá de si solo se mantuvieran separados.

Las alianzas pueden ser de diversos tipos, y en sentido general, pueden ser clasificadas en estratégicas y tácticas.

La primera busca unificar programas  políticos o/y estructuras organizativas de manera general o parcial con objetivos a mediano o largo plazos, con el propósito de fortalecer las instituciones y la incidencia política que los  líderes  y sus partidarios tienen como elementos definidores de su accionar.

Las alianzas tácticas en cambio,  solo tienen el propósito de expresar, en un momento determinado, una acción conjunta con objetivos más inmediatos y a corto plazo.

El partido o grupo que está  en condiciones de obtener o mantener el poder por si solos no requiere de alianzas, en sentido general; aunque las pueden realizar si estas uniones  forman  parte de una política de incorporar participativamente a sectores que consideren aumentaría luego  su capacidad en el ejercicio del poder  o lograr  o debilitar  a la futura oposición.

En todo caso, las alianzas coyunturales no implican una unidad que haga desaparecer las individualidades de los grupos, movimientos o partidos que  se vean obligados por las circunstancias, no solo a practicarlas, sino a buscarlas; y aun mas, a saber  lograrlas, si han sido definidas dentro del marco de una comprensión global de las circunstancias donde se han precisados los objetivos a que han de servir.

Solo si las alianzas han  sido concebidas como un paso de acercamiento estratégico que a partir de la convergencia inicial busca la conformación de una sola organización en un futuro, eso podría ser llamado proceso de  fusión o integración estratégica de las organizaciones que participan. 

Las alianzas, pues,  requieren que las organizaciones que participan conscientemente estén bien definidas   con sus programas  y unidad de propósitos tácticos, lo que impide que las organizaciones que en ellas se involucren se diluyan  en el esfuerzo unitario.  Esto  obliga a educar a  sus  partidarios para que comprendan el alcance de las mismas.

Por eso B. I. Lenin, uno de los grandes estrategas políticos, estableció el principio cardinal de que “antes de unirnos y para unirnos debemos definirnos con precisión y claridad”.

Una alianza,  pacto, o concertación política,  tiene que definir  su alcance en función de la Captación de la coyuntura política  y de su  naturaleza, en la cual se  promueve o/y se realiza.  Y por supuesto, se tienen que tomar en cuenta las fuerzas acumuladas, las posibilidades de que se logre, las debilidades que implica insertarse de manera aislada en dicha coyuntura, lo cual requiere de que el dirigente o el equipo de dirección no se supra  ni se infra valore en sus potencialidades de acción política ni en la medición de la magnitud de las FUERZAS ACUMULADAS de que dispone al momento de la alianza.

No voy a hablar acerca de las coyunturas y sus diferencias, pues a ellas les he dedicado un libro que todos ustedes conocen.  Ni a la importancia de la valoración de las fuerzas que convergen en un momento dado, única manera objetiva de poder ejercer una valoración adecuada de nuestras posibilidades de la acción presente y sus consecuencias futuras.

Muchas de las cosas que se expresan, en ese, mi primer libro sobre estrategias políticas, escrito hace 40 años, pueden estar desfasadas o se deben reajustar, o ampliarse, corregirse, como yo mismo las amplié y corregí en algunos aspectos cuando escribí el libro TEORIA DEL PODER Y EL ESTADO EN LA SOCIEDAD CAPITALISTA, introduciendo una teoría del Estado moderno.  Esto ocurre casi siempre en la vida. Pero,  los principios contenidos allí,  a lo largo de mi constante lectura y vivencia de los procesos políticos de este y otros países, considero que siguen siendo válidos.

PARTE II

¿Cuál es el momento de coyuntura que vivimos en la República Dominicana?

1-. Vivimos una coyuntura de cambios no solo a nivel del poder político ejecutivo sino del poder legislativo,  judicial y municipal.

2-. Esta coyuntura de cambios se da en un momento electoral en el cual se está produciendo un reagrupamiento como nunca antes después de  1970  y  1978  había  ocurrido en el país, que podría significar  la reestructuración de gran parte de las fuerzas políticas y de la sociedad civil.

3-. Después del dominio político, casi absoluto  del PLD en todas las esferas, por primera vez ese partido muestra grietas de división interna y de descontento de sus partidarios y dirigentes que aspiran a puestos electivos. Estas diferencias dividen la organización y debilitan su unidad de fuerza, y han llegado a niveles de confrontación que incluyen desórdenes, muertes y heridos en las últimas elecciones internas para escoger candidatos,  propiciando la pérdida de la imagen de partido organizado y honesto, lo que se expresa en un creciente  desprestigio público.

4-. Experimenta también, el PLD, un resquebrajamiento de antiguos compañeros de alianzas estratégicas como los fueron la Fuerza Nacional Progresista,  que dirige la familia de Vincho Castillo,  del Partido Revolucionario Social Cristiano (PRSC), y de prestigiosos políticos como Minou Tavárez Mirabal, Manuel Jiménez,  entre otros.

5-. Y quizás, subjetivamente,  lo más importante es que la crisis de la justicia, la evidente corrupción, su impunidad y el crecimiento de la inseguridad pública han producido una debilidad de la credibilidad en un pilar que fue importante para el PLD, como  fue la publicación de sus álbumes  contra la corrupción y la proa que encarnaron en contra de la misma, algo que visto en perspectiva lo que ellos denunciaron como corrupción era minúscula con relación a lo que ha acontecido durante el ejercicio del PLD en el poder.   E incluso, parece evidente que existe una  lucha por el poder interno de ese partido entre el Leonel Fernández Reyna y Danilo Medina.  Estas diferencias, sin  embargo, pueden ser arregladas por conveniencia de continuar el PLD  en el ejercicio del poder.

6-. Y para finalizar, lo que caracteriza el tiempo actual como COYUNTURA DE CAMBIOS, con posibilidades de que estos se realicen, es el hecho de que la población lo percibe de ese modo.

Es decir, que se dan las condiciones objetivas y subjetivas que requieren los procesos de cambios políticos, revolucionarios o no, para que puedan hacerse realidad.

Las encuestas, a las cuales se les puede atribuir credibilidad, o no, en una serie de detalles, muestran un descenso de la simpatía política del candidato presidencial del PLD, Danilo Medina, y un crecimiento de los  candidatos del PRM, Luis Abinader y de ALIANZA PAIS, Guillermo Moreno.

7-. LAS COYUNTURAS DE CAMBIOS  SON MOMENTOS ESTELARES DE LA HUMANIDAD EN LAS QUE LAS FUERZAS SE  POLARIZAN  Y SE PUEDE PRODUCIR  UNA ALIANZA DE TIPO COYUNTURAL NACIONAL  que agrupe a todas las fuerzas opositoras en una COALICION  TACTICA; única forma de desplazar del poder  a quienes lo detentan.

En conclusión

Los dirigentes, militantes y simpatizantes de Alianza Pais y sus aliados actuales,  PATRIA PARA TODOS;  la propuesta electoral de Minou Tavárez Mirabaly el partido Alianza por la Democracia que la apoya, dirigido por Max Puig organizaciones  que se crearon  en lucha por la igualdad social,  contra la corrupción y un programa del ejercicio moral de la Administración Pública, y otras reivindicaciones-   es lógico que no deberían  mantenerse fuera de la  ALIANZA TACTICA COYUNTURAL POR EL CAMBIO,   por las siguientes razones:

1-. La participación separada de Alianza Pais, la APD y Patria para Todos    debilita la necesaria alianza nacional de oposición táctica-coyuntural por el cambio, puesto que sus votos se separarían de lo que es el  sentimiento y la percepción popular  en este momento.

2-. Le quitaría, además,  la posibilidad a estos sectores progresistas  de llegar a acuerdos de pactos coyunturales para fortalecer candidaturas regionales: alcaldías, regidurías, diputaciones, senadurías, etc., algo que es perfectamente posible, y merecido ante los ojos del pueblo que no verían esto como parte de la repartidera de cargos,  dada la fuerza real y la posición política que han venido acumulando; y las fuerzas se acumulan para integrarse al  ejercicio del poder político, al pasar de una política de oposición a una política de ejercicio del poder ejecutivo y/o regionales o municipales.

3-. Integrarse a esa unidad nacional coyuntural que hoy se requiere – y así es percibido por el pueblo – borraría la percepción, en una parte  de la población de que  los movimientos de izquierda y progresistas son  GRUPOS ELITISTAS que no les interesa darse un baño de pueblo ni participar en el entramado y siempre complicado mundo  de la  vida política. La lucha política requiere  apertura, calidez humana de sus dirigentes en el trato y  en la relación con sus aliados,  en un ambiente donde dirimir las  diferencias y tomar en cuenta a los demás, evidencian la inteligencia emocional, que requiere un dirigente.

Si Alianza Pais (AP) y sus aliados, Patria para Todos, Opción Democrática,   y     la Alianza por la Democracia  (APD) no son  capaces de entender que este es el momento histórico de insertarse en el proceso de una alianza táctica,  concertación o pacto de unidad con toda la oposición – aunque marcando las diferencias -, las consecuencias que podría derivarse de la misma, me preocupa, porque son de dos tipos:

-Debilitamiento de la gran unidad nacional que se requiere en este momento para impulsar el proceso de cambio y avance institucional en el país, aun con todas las contradicciones que se generan cuando son auspiciados por un abanico de organizaciones tan disimiles.

-El debilitamiento que al interior de la propia Alianza Pais, Patria para Todos, Opción Democrática,   y la APD se va a producir, debido a:

1-. Porque si la unidad nacional pierde por los votos que reduzca Alianza Pais y sus aliados, Patria para Todos, Opción Democrática,  y APD a esa unidad, el pueblo les va a achacar  el no haber aprovechado esta oportunidad para producir cambios sustanciales en la esfera del dominio político del país; y

2-. Porque Alianza Pais, Patria para Todos, Opción Democrática,  y APD, en un momento de POLARIZACION política electoral, podrían arriesgar, participando solos,  su bien ganado reconocimiento popular como fuerzas políticas que representan una oposición democrática y progresista en el país, y además su reconocimiento legal,   dado que el proceso de polarización de fuerza que  se está produciendo podría hacer que aún ciudadanos simpatizantes por  Alianza Pais, Patria para Todos,  Opción Democrática,   y la APD  no voten por ellos.

¿En cuáles razones están tratando de fundamentar su aislamiento de participación en la alianza de unidad nacional que se está conformando y que se requiere  en este momento para desplazar del poder al PLD?

Alianza Pais, Opción Democrática  y la APD están apostando a que el proceso electoral devendrá en  una segunda vuelta, algo que me parece una justificación que no tiene sentido político; porque no se puede dejar para mañana lo que se puede hacer hoy. 

Y en segundo lugar, porque dejaría fuera de su participación en el poder en los diversos cargos electivos a Alianza Pais, Patria para Todos, Opción Democrática,  y a la APD,   teniendo ya ganado los méritos para incidir en la política y en el poder, algo a lo que, de asumir esa actitud de aislamiento, estarían renunciando, autocondenándose y marginándose  de jugar un papel de oposición en cargos de poder con menor incidencia y simpatía que las que han  ganado hasta ahora en la población. 

Este es el momento de amarrar y cosechar lo sembrado,  dando un paso que, a su vez, podría servir para mostrar la capacidad de gestión, el compromiso ético y la actitud anti-corrupción al enfrentar, en la vida misma -más allá que el discurso-  el ejercicio  del poder.

Este es el gran reto a que están avocados estos sectores democráticos, progresistas y de izquierda; y que deberíamos  asumir con todos los riesgos y responsabilidades que esto conlleva.

Lejos de posibles temores a que la  participación en el poder político del país a los niveles congresuales y municipales pueda terminar quebrando la moral política de estos sectores progresistas, sería una línea de fuego que podría acrisolar sus cualidades morales y de servicios, por la oportunidad que les brindaría en convertirse en vitrinas de eficiencias administrativa y responsabilidad  y el cumplimiento de su política social.

En mi concepción, no se trata de desplazar, o no,  al PLD del poder.  De lo que se trata es de la posibilidad y necesidad de que la izquierda, en esta coyuntura de cambio, pueda participar en los niveles de los poderes  municipal  y congresual, y exponga sus ideas, programas y concepciones  políticas.

No estoy de acuerdo, en consecuencia,  con una política de ausentismo en la unidad coyuntural nacional que se está conformando en el país.  Es más, de haberlo hecho con más tiempo, mayor hubiese sido la participación en el reparto de poderes que esta implícito en toda negociación de alianzas, en correlación, por supuesto, de acuerdo a la correlación de fuerzas.

Aun existe la misma necesidad unitaria; pero el tiempo está limitado para lograr la incorporación negociada y no solamente para dar un apoyo incondicional como el que proyectan algunos realizar si se diera una segunda vuelta.  Dentro de menos de diez días vence el plazo de presentación y escogencia de candidaturas para lograr la incorporación negociada a las candidaturas, que sería la forma de participación en una alianza política, que permita que la izquierda participe en el ejercicio del poder, gane o no Luis Abinader o Danilo Medina.

La espera de una segunda vuelta para apoyar una alternativa de cambio, ya sea de apoyo incondicional o de participación en la administración de un posible nuevo gobierno es un absurdo político.   De hecho, de darse una segunda vuelta la izquierda o los llamados sectores progresistas carecerían de la autoridad y el especio para establecer ningún tipo de negociación, puesto que de todas maneras sus partidarios terminarían apoyando a la oposición.

La segunda vuelta puede ocurrir en realidad; e incluso puede ser el resultado de la ausencia de capacidad de participación unitaria de los sectores progresistas en una unidad nacional que quizás pueda  evitarla.

Pero lo que resulta incomprensible es que la izquierda revolucionaria y los sectores de izquierda, democráticos y progresistas  dejen de participar en el reparto del poder que implican las candidaturas congresuales, municipales y distritales, a las que tienen derecho por la acumulación de fuerza que han logrado. No se pueden sustraer de  contribuir a la democracia,  que aportaría  las funciones públicas  que ejercerían,   con su experiencia e idoneidad.

Ningún prurito  ni alegado “principismo” podría ser argumento para que, en un momento de cambio como el actual, justifique su  ausencia de participación en los poderes posibles; más bien esa actitud podría ser considerada como un ausentismo.