Después de una breve pero intensa, propositiva e inteligente campaña atípica de menos de dos meses,  sin acusaciones ni descalificaciones al resto de los competidores, que le hizo ganar la Alcaldía del Distrito Nacional en forma abrumadora y tomarse el período de transición en afinar los detalles de la abultada agenda de trabajo que prometió y asumió como compromiso de gobierno municipal,   no perdió tiempo David Collado en salvar diferencias partidarias para reunirse con el Presidente Danilo Medina y recabar la necesaria ayuda del Gobierno Central para llevar adelante la misma. Fue un paso correcto.

Tampoco se dilató en coordinar con el ministro del ramo, Gonzalo Castillo, el programa de obras públicas que requiere el ayuntamiento distrital, tal como hizo posteriormente con el director general de la CAASD, Alejandro Montás con quien suscribió un pacto para mejorar el suministro del agua a los capitaleños y acaba de hacer ahora con el Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo, monseñor Francisco Ozoria, para ir en auxilio de los barrios pobres.

Si de algo podemos sentirnos ilusionados los habitantes del Distrito de que al fin tendremos una ciudad capital limpia, organizada, ordenada y segura es de que contamos con un mayor que está enviando señales precisas de que ha llegado a la posición con ánimo de trabajar para resolver los problemas que nos aquejan y que no pierde tiempo en demostrarlo con acciones concretas.

Pese a que junto con el cargo recibió en herencia una enorme deuda que se hace ascender a dos mil millones de pesos, Collado no ha abierto espacio en su agenda a lamentaciones ni reproches a su antecesor.  Tampoco para criticar la gestión de este.  Su lema parece ser: sin mirar hacia atrás, de ahora en lo adelante hacer lo que es necesario hacer sin pérdida de tiempo.

En menos de dos meses fue al rescate de los cementerios de la Máximo Gómez y Cristo Redentor; solucionó de manera satisfactoria el problema del teatro Nurín Sanlley y los quejosos vecinos del entorno; dio inicio a la rehabilitación del parque Mirador Sur, principal pulmón y área verde de expansión con que cuenta la capital; se fijó un plazo de cuatro meses para llevar adelante el plan de readecuación del malecón y la plaza Fray Antón de Montesinos para convertirlos en sitio de recreación seguro y atractivo para dominicanos y turistas; reforzó de manera significativa el cuerpo de vigilancia en la Ciudad Colonial; acometió el proceso de recuperación de las aceras para devolverles su condición de vías peatonales.   

Para mejorar el equipamiento de los cuerpos de bomberos y la calidad de vida de estos, captó y comprometió el firme apoyo del sector privado en la figura de dos de las más relevantes figuras empresariales: Juan Vicini y don “Pepín” Corripio.

Es cierto que todavía queda mucho trecho por andar para cambiar la fisonomía de la capital y convertirla en espejo y tarjeta de presentación de la capital, como ha propuesto.   Pero más no se le puede pedir.  Hasta ahora ha hecho mucho más de lo que cabía esperar.

A Collado se le atribuye un gran futuro político.  Condiciones posee  de sobra. Pero por ahora, todo parece indicar y es lo más conveniente para el y la población distrital, que se entregará en cuerpo y alma a la tarea que ha asumido con tanto entusiasmo y para ejecutar la cual, ha manifestado el propósito de trabajar de cerca con la gente.  En este sentido, ya ha adelantado  pasos concretos visitando los barrios y reuniéndose con las juntas de vecinos.

Del buen desempeño de su gestión dependerá en gran medida el futuro de su carrera política aún en sus inicios y que en el tiempo pudiera proyectarlo a las más elevadas posiciones públicas. De esperar ni se precipite ni pierda el rumbo.   De sus manos, queda.