La crisis económica que afectó el mundo a finales de 1929 derrocó dictaduras y democracias, impulsó al poder a hombres fuertes y generó revoluciones que buscaban mayor justicia social, económica y política. En el caso de las dictaduras española y cubana, la de Miguel Primo de Rivera Orbaneja y Gerardo Machado Morales, ese colapso global de las bolsas de valores, junto a otros factores específicos en cada caso, gestó el surgimiento de la Segunda República Española el 14 de abril de 1931 y en el segundo caso, el 4 de septiembre de 1933, cayó el gobierno autoritario y subió a la presidencia de Cuba Ramón Grau San Martín. En el lado opuesto, tanto en Alemania, como en República Dominicana, la crisis económica del 1929 fue un poderoso acicate para el ascenso de la dictadura de Adolfo Hitler el 30 de enero de 1933 y la de Rafael Leónidas Trujillo Molina el 16 de agosto de 1930. Juan Bosch en su obra Trujillo: causas de una tiranía sin ejemplo, establecerá ese vínculo entre la crisis económica y el ascenso de Trujillo. “El fondo de la vida dominicana siguió siendo débil. Y cuando se presentara la gran crisis mundial de 1929, ese débil fondo se quebraría en mil pedazos, y de la quiebra surgiría Rafael Leónidas Trujillo como dueño, no ya sólo del poder militar que había heredado de los yanquis, sino también del poder político” (Obras Completas, v. IX, p. 112). La crisis económica movió muchas sociedades de un extremo a otro del espectro político.
En el caso español el surgimiento de la Segunda República Española abrió las puertas al enfrentamiento de muchos sectores -que habían sido reprimidos durante la monarquía y la dictadura- con los simpatizantes de los gobiernos pretéritos. Desde comunistas y anarquistas, hasta fascistas y monárquicos, se enfrentaron en las calles, en revistas, la prensa y las urnas. Desde la izquierda hasta la derecha predominaban discursos autoritarios que consideraban la democracia como un grave daño a la vida política española, o en el mejor caso un medio para ascender al poder y establecer una dictadura de los más variados signos. Los menos, pero no tan pocos, defendían la democracia republicana como un fin en sí mismo y fueron los grandes perdedores al caer la República, sin negar los centenares de miles de hombres, mujeres y niños masacrados por decisión de quienes tenían las armas en un momento determinado.
El 15 de diciembre de 1931, es decir, a 8 meses del inicio de la República, sale el primer número de la revista Acción Española. Esta publicación reunía a un conjunto de pensadores, periodistas y políticos alineados con posturas monárquicas y con la rama católica más conservadora; todos opuestos a la existencia de la democracia y de la República Española. En la portada del primer número de la revista aparecía como director El Conde de Santibañez del Río, quien era propiamente Fernando Gallego de Chaves Calleja, ingeniero y poeta que defendía el retorno a la monarquía. Ramiro de Maeztu era quien publicaba el primer texto luego del editorial, y lo tituló Hispanidad. Luego aparecen ensayos breves de Manuel Bueno, Hipólito Raposo, Juan Valera y José Pequito Rebelo. En una sección titulada Las ideas y los hechos hay textos de Joaquín Arrarás, José Calvo Sotelo, Javier H. de Zaldívar, el Tte. Coronel Herrera y Miguel Herrero García. El resto eran recensiones de libros y una sección final llamada Boletín Financiero a cargo de Antonio Bermúdez Cañete.
Como muchas otras publicaciones que surgieron durante ese periodo -algunas no pasaron del primer número-, Acción Española editorializó en ese primer número sus criterios ideológicos y políticos. El argumento editorial comienza afirmando una cierta esterilidad del pensamiento político español de orientación socialista y liberal, valga decir de ambos extremos del espectro ideológico. “Desde que España dejó de creer en sí y en su misión histórica, no ha dado al mundo de las ideas generales más pensamientos valederos que los que han tendido a recuperar su propio ser. Ni su Salmerón, ni su Pi y Margall, ni su Giner, ni su Pablo Iglesias, han aportado a la filosofía política del mundo un solo pensamiento nuevo que el mundo estime válido (…) No hay un liberal español que haya enriquecido la literatura del liberalismo con una idea cuyo valor reconozcan los liberales extranjeros, ni un socialista la del socialismo, ni un anarquista la del anarquismo, ni un revolucionario la de la revolución” (Acción Española, Tomo I, No. 1, p. 1). Esta sequedad del pensamiento de izquierda y derecha del presente español (el de inicios del siglo XX) que señala el editorialista, es lo opuesto a la riqueza -modesta, según ellos mismos- que históricamente ha exhibido España en el campo de las ideas: “La tradición española puede mostrar modestamente, pero como valores positivos y universales, un Balmes, un Donoso, un Menéndez Pelayo, un González Arintero”. (Acción Española, Tomo I, No. 1, p. 1). Para los monárquicos y ultra-católicos de la revista hubo un pasado glorioso y un presente desastroso, el curso de la historia de España era degenerativo.
España tuvo en su pasado una riqueza intelectual propia que le permitió avanzar en el tiempo, pero en algún momento comenzó a copiar ideas foráneas y esa fue la causa de su ruina. “…en otros países han surgido el liberalismo y la revolución, o para remedio de sus faltas, o para castigo de sus pecados. En España eran innecesarios. Lo que nos hacía falta era desarrollar, adaptar y aplicar los principios morales de nuestros teólogos juristas a las mudanzas de los tiempos”. (Acción Española, Tomo I, No. 1, pp. 1-2). Lo mejor del genio español –para los promotores de Acción Española– es referido al siglo XVI, pero a partir del siglo siguiente ocurre el proceso degenerativo que condujo a la situación que “padecían” al finalizar el 1931: la República. Y su causa fue el encantamiento de lo español por las influencias extranjeras. “La raíz de la revolución en España (entendiendo el término “revolución” como peyorativo), allá en los comienzos del siglo XVII, ha de buscarse únicamente en nuestra admiración del extranjero. No brotó de nuestro ser, sino de nuestro no ser. Por eso, sin propósito de ofensa para nadie, la podemos llamar la Antipatria, lo que explica su esterilidad, porque la Antipatria no tiene su ser más que en la Patria, como el Anticristo lo tiene en el Cristo.” (Acción Española, Tomo I, No. 1, p. 2). El punto de partida de su propuesta identificaba la causa de la esterilidad del pensamiento español a partir del siglo XVII por abandonar las raíces propias.
El pensamiento detrás de ese editorial es una ideología reaccionaria, nacionalista radical y teocrática, ya que concluye ese párrafo con la siguiente afirmación: “El ímpetu sagrado de que se han de nutrir los pueblos, que tienen valores universales es su corriente histórica. Es el camino que Dios le señala. Y fuera de la vía, no hay sino extravíos”. (Acción Española, Tomo I, No. 1, p. 2). Hay un “destino” marcado por Dios para el pueblo español y todas las desgracias que en su momento les ocurrían (1931) eran debido a que abandonaron el camino que seguían sus ilustres pensadores del siglo XVI y se dejaron seducir por la Ilustración y la Modernidad que provenían del lado oriental de los Pirineos y la costa opuesta a la española del Canal de la Mancha.
La destitución de la Monarquía con el surgimiento de la Segunda República, ocurrida al inicio de ese mismo año, era la consumación total de lo que ellos llaman la Antipatria. Si aún durante el reinado de Alfonso XIII y la dictadura de Miguel Primo de Rivera Orbaneja los procesos degenerativos que destruían el destino español estaban presentes, debido a la acción militante de las derechas y las izquierdas enfrentadas por el poder político, es con la dimisión del segundo el 28 de enero del 1930 y la destitución del primero el 14 de abril del 1931, que la nación cayó en el abismo. Este grupo de Acción Española, con el claro liderazgo de Ramiro de Maeztu, no fue únicamente la revista, sino también un grupo cultural y por supuesto una corriente política articulada en torno a lo que había sido la Unión Patriótica y posteriormente, a partir del 1930, se denominó Unión Monárquica Nacional. Maeztu asumió la dirección de la revista desde el número 28 hasta su clausura en 1936. El objetivo de ellos fue el retorno de la Monarquía española bajo un régimen autoritario, y para ello se esforzaron en el terreno de las ideas, la política y la conspiración, pero el destino de España era otro y en lugar de tomar el poder un Rey, tomó el control del Estado un militar y gobernó dictatorialmente desde el 1 de octubre del 1936 hasta su muerte el 20 de noviembre del 1975.
Proyecto de investigación: Connected Worlds: the caribbeans Origin of Modern World. This project has received funding from the European Union´s Horizon 2020 research and innovation programme under the Maria Solodowska Curie grant agreement N° 823846.