Hace un tiempo, la consigna entre epidemiólogos y autoridades sanitarias alrededor del mundo era “pruebas, pruebas, pruebas”. Pero no bastan las pruebas. En estos días, la directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Dra. Carissa Etienne, declaró a la prensa que “la atención primaria de salud debe estar en el centro de la respuesta al Covid-19: detectando los casos, actuando para contener la transmisión y brindando atención oportuna en la comunidad. Las autoridades sanitarias locales tienen un papel central que desempeñar en la generación y análisis de datos para ajustar las medidas de salud pública a la realidad en cada ámbito".
Por eso propongo la consigna “datos, datos, datos”. La generación y análisis de los datos es fundamental para lograr la contención de la epidemia. Es una de las funciones esenciales de salud pública, que han sido desfinanciadas y poco priorizadas en el país, a través de las décadas.
Unos meses atrás, el gobierno dominicano, encabezado por el presidente Danilo Medina y acompañado por un amplio conjunto de autoridades del gobierno anterior, dieron lanzamiento, con bombos y platillos, del Centro de Comando, Control, Comunicaciones, Computadoras, Ciberseguridad e Inteligencia (C5i) del Ministerio de Defensa, anunciando que utilizarían la Big Data sanitaria en la guerra contra el Coronavirus. Supuestamente estos datos iban a servir para saber, en tiempo real, quiénes se habían contagiado, con quién se habían contactado en el pasado reciente, quiénes necesitaban hospitalización, quiénes requerían de una ambulancia, dónde había camas disponibles o unidades de cuidados intensivos.
¿Eso ha funcionado? No tenemos idea, pues nunca más se supo noticia alguna sobre su operación ni tampoco hemos tenido acceso a la data.
En las ruedas de prensa diarias del Ministro de Salud Pública del pasado gobierno, se veía detrás suyo una pantalla con datos diarios, supuestamente del C5i, pero a los que nadie tenía acceso. Algo que siempre me intrigó era que el dato con los hospitalizados diarios se mostraba en la pantalla y el ministro lo verbalizaba, pero jamás lo incluía en los boletines epidemiológicos. A partir de cierto momento, comenzaron a incluir el dato de la ocupación de unidades de cuidados intensivos, pero no el de hospitalizados. ¿Por qué? ¿Quizás por inercia, dado que no veo la razón de decirlo y mostrarlo, pero no escribirlo?
Tampoco incluyeron nunca en los boletines la situación de la disponibilidad de recursos en el sector público y privado, solamente el porcentaje de ocupación. Ni la situación de las pruebas de diagnóstico – qué pruebas se hacen, cuántas, a quién, quién las hace, cuáles son los problemas del Laboratorio Nacional, en fin, los problemas que desencadenaron en la situación actual de cuellos de botella y fracaso en la capacidad de dar seguimiento real a la situación de la epidemia.
Otro asunto prometido en aquel momento de lanzamiento del C5i – y solicitado frecuentemente por los periodistas que asistían a las ruedas de prensa – era saber dónde estaban los nuevos contagiados. Las respuestas siempre eran por provincias o municipios, extensiones territoriales demasiado grandes para permitir que la comunidad se integre en el proceso de contener la transmisión. Además de que esto contribuye a poner en riesgo a las personas en las llamadas “zonas calientes”, pues la población no sabe cuáles son. ¿Por qué la falta de transparencia? No lo entiendo. Estoy segura de que hay organizaciones sociales de base que estarían muy interesadas a colaborar con el gobierno en estos lugares.
"Hoy en día contamos con buenas herramientas: datos que muestran dónde están las zonas con mayor incidencia, protocolos de localización de contactos para que la transmisión sea menor y medidas de salud pública para reducir el riesgo de exposición…Los gobiernos locales y nacionales deben usar de manera estratégica estas herramientas, tanto las antiguas como las nuevas, para lograr el impacto deseado ", continúa diciendo la directora de OPS. De acuerdo. Necesitamos los datos.
Exhortamos a las nuevas autoridades a poner atención al tema de la producción y análisis de datos confiables, lo cual es la base de la inteligencia sanitaria, una de las tareas básicas de la función de rectoría. Y también a la divulgación de esos datos con transparencia, para que cualquier persona interesada pueda contribuir a dar seguimiento a las políticas públicas. No olvidemos que esos datos no son propiedad del gobierno ni de sus funcionarios; son propiedad de la sociedad dominicana.