La selección natural es una de las ideas más importantes desarrollada por Darwin. Idea que se verifica incluso en nuestra política. En lugar de cucarachas, hiedevivos o ratones, usemos políticos para tratar de explicarla.
Partamos del supuesto que hay dos tipos de políticos – o, para usar un término biológico, dos especies –: Los serios y los corruptos. Naturalmente, entre ambos extremos hay matices, pero los ignoraremos para fines prácticos.
Habida cuenta de que los puestos gubernamentales son limitados, los políticos deben luchar entre sí para ocuparlos. Los que se adaptan mejor al medio ambiente político reinante se imponen a los que no lo hacen.
No hay que ser un genio para deducir que los políticos corruptos triunfan siempre en la lucha por los puestos estatales.
Los políticos serios, o lo que es lo mismo, los que tienen principios, fracasan estrepitosamente: Los pocos que llegan al gobierno duran menos que la alegría en la casa del pobre. Los ejemplos de Ulises Francisco Espaillat y Juan Bosch deberían ser suficientes. Hay otros, como por ejemplo Eduardo Estrella- de cuya seriedad podemos dar fe personalmente –, que aparentemente no llegarán nunca al poder. Por otro lado, debemos aclarar que entre los funcionarios actuales y pasados pueden contarse unos pocos serios. Pero estos, para sobrevivir, deben estarse tranquilitos y no mirar para donde sus colegas están haciendo de las suyas. Y si es verdad que no pecan ni de palabra ni de pensamiento ni de obra, lo hacen siempre de omisión.
En cambio, los corruptos campean por sus fueros. Podríamos compararlos con las bacterias que habitan los hospitales y que se han inmunizado contra todo tipo de antibióticos. Con la salvedad de que a diferencia de estas, aquellos nunca han sido vulnerables.
Piénsese en todas las denuncias que ha hecho Nuria, Zapete, Huchi, ACENTO y otros periodistas y medios de comunicación. Piénsese en todas las auditorías que se han hecho. Piénsese, en fin, en todos los casos de corrupción ocurridos durante casi cincuenta años de “democracia” dominicana y que han manchado a todos los gobiernos, sean blancos, colorados o púrpuras ¿Cuántos de los pocos funcionarios que han sido enjuiciados, han cumplido cabalmente su condena? Si no estamos equivocados, ninguno ( Y si lo estamos, agradeceremos que nos saquen de nuestro error). Lo más que se ha hecho – y hemos visto casos escandalosos recientemente – es destutanarlos y mandarlos para su casa, con todo lo robado, por supuesto.
Lo peor no es lo que ha pasado sino lo que va a pasar. Porque así como las lombrices resistentes al Padrax en polvo crecen y se multiplican, así hacen lo mismo los políticos corruptos. Los principiantes, viendo que sus métodos son eficaces, los imitarán. Los pocos políticos serios que existen, serán cada vez menos. Los pocos periodistas y periódicos que se resisten a convertirse en bocinas o en nidos de ellas serán cada vez menos. Y el pobre pueblo, que no ha conocido otra cosa, pensará cada vez más que ese vil comportamiento es el único posible, que es un comportamiento normal, que nada puede hacer para evitarlo.
Es decir, que si nuestro pasado y presente han sido tétricos, nuestro futuro será peor.
Nótese que a pesar de que hemos hablado de Darwin, nos hemos abstenido de usar el término evolución. Porque el resultado de esta lamentable selección natural es nuestra degeneración.