Es la danza un símbolo esencial de la identidad porque ella es parte del abanico de valores que identifican a una sociedad determinada. Por esas razones los Ballets folklóricos recurren a ella para explicarnos culturalmente desde la danza estilizada, no importa que algunas de estas danzas del repertorio ya no existen en la vida real, al menos son parte de la memoria danzaría del país y por tanto, son componentes de la identidad que se alimenta de la memoria del grupo.
Danza e identidad se hace muy importante cuando vemos que en el siglo XIX, al proceso de forjar nuevas naciones en Europa, recurrió al folklore como reservorio de la identidad y las raíces de un país, sin cuyos referentes culturales, no es posible fundar una nación.
El Romanticismo así lo entendió y por eso las danzas constitutivas de los Grandes Ballets clásicos del mundo, proviene de danzas campesinas, jugando un papel dual entre identidad y política.
Estudiar las danzas de un país, conocer su esencia constitutiva, es una tarea fundamental para darle corpus espiritual y divertimento a los pueblos y por supuesto, a su mundo lúdico. Por eso las danzas y sus formas de bailar identifican a los pueblos. Las formas culturales de bailar son una cédula de identidad: el merengue bailado por los dominicanos, tiene su particularidad que lo define como una manifestación de determinado país. No quiere decir que los hechos culturales tienen propiedad, más bien decimos, que los pueblos le asignan sello propio en la manera de relacionarse con esas prácticas, a través de sus apropiaciones y préstamos culturales.
Por eso es natural la relación entre identidad y danza nacional. Los pueblos se esmeran en sus danzas porque transmiten un discurso identitario que no solo produce identidad, sino orgullo de pertenencia. Es por tanto un fenómeno de gran significación identitaria.
Diacronía y sincronía de la danza dominicana: Las danzas modernas y contemporáneas
Diacronía y sincronía es el reto para modernizar y actualizar las danzas de un país. El folklore a veces se queda en el pasado obviando los cambios. Es visible hoy los aportes que hacen las escuelas de danza moderna en la redefinición de la danza en los tiempos actuales. No olvidemos que la danza como ya dijimos, es un capítulo de la historia y de un momento de la misma.
Gracias a estos esfuerzos de modernización de la danza podemos enriquecer la oferta danzaría nacional en la medida en que se integran a estas lecciones danzarías, la esencia o cordón umbilical de nuestras identidades y permite articular danzas modernas, clásicas y folklóricas en un mismo discurso estético y estilístico.
Una perfecta integración y visión global de estas escuelas de danza contemporáneas, es entender la universalidad y particularidad de la cultura. Este reto de transmitir la danza desde la cultura, implica un salto en la apreciación del hecho dancístico, lo nacional se enriquece con los vientos del mundo danzario internacional, como las escuelas, visiones, técnicas que permiten relanzar la danza nacional, desde una visión local, que, como matriz, permea al bailarín dominicano y si bien es cierto que las Escuelas de Danzas Modernas o Contemporáneas, no tienen por qué integrarse al pasado como obligatoriedad, aunque sin la esencia danzaría nuestra, el bailarín no puede multiplicar sus potencialidades ni empoderarse con sentimientos identitarios profundamente interiores..
Creo exactamente posible el cambio y la permanencia de un patrón danzario que permita ofrecer los componentes formativos y disciplinarios a la vez, complementándose con las danzas tradicionales al mismo tiempo.
La danza como patrimonio inmaterial
Es la danza un patrimonio inmaterial porque ella no se toca, no se puede materializar, pues los bailadores no son la danza, si no sus ejecutantes. Su materialidad se hace presente a través de ellos, pero ellos no son en sí la danza, sino los movimientos que producen y por tanto, los movimientos no se pueden coger con las manos, sino, observar con la vista y disfrutarlos.
La sonoridad motiva el movimiento o la danza en sí, que es también inmaterial. Su valor patrimonial le viene de la validación social, su contagio y masificación y por sobre todo, su relación con la identidad cultural de un país. En muchos países se han declarado ya patrimonios inmateriales, a expresiones danzarías particulares como la Tumba Francesa de Cuba, en nuestro caso, el merengue acaba de ser declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, ante todo por su importante marco representativo de la identidad cultural.
En cuanto a las danzas nacionales de valor patrimonial, contamos además del merengue con la bachata, pues otros ritmos son menos demandados por su contexto sagrado como los palos o atabales, que si bien tienen presencia nacional, su impacto popular es estrictamente del mundo de la religiosidad popular, con excepción de algunas partes del país donde los palos se bailan fuera del contexto sagrado-popular.
No obstante, el hecho de que la UNESCO declare y reconozca algunas danzas del mundo como patrimonio inmaterial, es suficientemente válido para valorar cuán importante es la danza en el conjunto de las expresiones cultuales de un país.
Es la danza también patrimonial porque en muchos casos, la danza transita la historia y los procesos socioculturales de un país, es testimonio de su pasado y testigo de sus trasiegos, es como si fuera la danza en estos casos, un documento histórico, no sólo porque ella tiene una razón para apasionar a los grupos humanos, así como mostrar su procedencia, los contratiempos del discurso identitartio. Es por eso que historia y cultura se acompañan en el camino de la construcción de las identidades y de la danza en sí.