Siempre supuse que las estrellas del arte y de los deportes, aquellas personas que son o han sido aplaudidos por multitudes y con quienes todos quieren tomarse una fotografía, eran seres distantes e intocables; gente que se sentía vivir en otra galaxia.

El domingo pasado fui al municipio de El Seíbo con mis amigos Ramón Mercedes quien preside la asociación de seibanos ausentes y el Dr. Frank Canelo, destacado médico naturista quien en un gesto de solidaridad y humanismo contribuyó  con Ramón a obtener médicos y medicinas para un operativo médico que se llevó a cabo en el sector de Giniandiana en Santa Cruz de El Seíbo.

Salimos al Seíbo a las siete de la mañana del domingo y nos acompañó, además el cantante puertorriqueño, que dice sentirse dominicano, Dany Rivera. Desde el primer minuto del encuentro me di cuenta que estaba frente a un hombre distinto a los clásicos personajes destacados de la farándula, cuando se desmonto del vehículo para atender la solicitud de un frutero que le pidió tomarse con él una fotografía. Este es un hombre humilde, cercano y de una cultura que asombra. La conversación con Rivera fue tan edificante que por momento me preguntaba para que necesita un cantante tanta cultura. En el camino al Seíbo escuchamos música y lo escuche hablar de música popular, más que como un intérprete, habló  como un intelectual y un maestro de la palabra hablada.

En la escuela Severina Cerda del sector de Ginandiana se llevó a cabo el operativo médcomo estaba previsto. La gente recibió feliz los servicios médicos especializados que llegaronde Santo Domingo. Ginandiana fue uno de los sectores más afectados por las inundaciones del rio Seíbo como consecuencia de la tormenta María. Dany  pareció sentirse a gusto entre aquella gente humilde  a quienes abrazaba cual si fuera un candidato en campaña y se tomaba fotografías con cada motoconchista que se lo pidiera. La recompensa recibida por el cantante consistió en un refrescante  mabí en la fábrica de la familia Otto. Rivera complació a la gente casi en todo , único que rechazó con una sonrisa y sin palabras, fue cuando una doñita le imploro “Dany cántame un pedacito de Madrigal”