El destape de la agitación para forzar en esta coyuntura una reforma constitucional con el objetivo de eliminar el transitorio 20 que prohíbe la repostulación de por vida al presidente Danilo Medina, y pretender la reelección en las elecciones del 17 de mayo de 2020, solo insufla vida al opositor Partido Revolucionario Moderno (PRM), una formación creada a la carrera tras la crisis del tradicional PRD en víspera de las elecciones de 2016, y, hasta ahora, con escasas probabilidades de ganar el Palacio.
Le ha brindado en bandeja dorada el tema perfecto que buscaba para capitalizar el malestar social y jugar a una división del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) que le permita colarse entre las posiciones encontradas. Como dice el pueblo: ¿A quién le dan que no coja?
El presidente Medina (2008-2012/2012-2016/2016-2020) agota su segundo mandato con buen posicionamiento, según los sondeos de opinión electoral. Pero con un “talón de Aquiles”: impedimento constitucional “de por vida” (transitorio 20), resultado de un acuerdo para resolver una crisis intrapartidaria provocada por la reforma que habilitó su repostulación.
He ahí el dilema. De un lado, una corriente económicamente poderosa lo azuza para que se embarque en un nuevo proyecto de rehabilitación. Del otro, una corriente postula al expresidente Leonel Fernández (1996-2000/2004-2008/2008-2012), por carecer de restricciones en la Carta Magna y haber salido también con buen posicionamiento.
Aunque en los comités Político y Central el presidente Medina lograría como en 2015 la santificación para una nueva reforma constitucional, que el Congreso también aprobaría, ahora correría sin el favor de la coyuntura local e internacional y tendría que echar por la borda su palabra empeñada (no volver) y el acuerdo firmado con el leonelismo, hace cuatro años.
Diferente a la primera vez, se prevé una presión social inusual y un panorama latinoamericano y caribeño sombrío. Aquí, la reelección ha sido suficientemente satanizada y en la suramericana Venezuela, por ejemplo, el presidente Nicolás Maduro es atacado con furia y bloqueado su gobierno por unos opositores locales y extranjeros encabezados por Estados Unidos, que han considerado ilegítima su reelección.
La única vía de una reforma hacia la batalla final de 2020, ahora es escabrosa, llena de curvas mortales, apta para suicidas y con escasas garantías de éxito electoral.
Y el mayor partido de oposición, el PRM, haría mal si no empujara el carro para que pierda los frenos y caiga al despeñadero. Su discurso manifiesto dista mucho de lo ocultado en su intención real.
Ese nivel de riesgos no ha de resultarle ajeno al presidente, poderoso secretario de la Presidencia durante los gobiernos de Fernández y reconocido como fino estratega del partido gobernante.
Tiene logros que cuidar: Las “visitas sorpresa” que, si bien no constituyen una revolución económica, han logrado asociar en cooperativas a grupos de agricultores y, con ellas, el mandatario, en lo personal, ha redituado una sólida empatía con campesinos que jamás habían visto a un presidente. La aplicación del 4% del PIB a la educación, la continuación de obras como el Metro, hospitales, Seguro Nacional de Salud (Senasa) y los procesos de digitalización con “República Digital”, más la estabilidad macroeconómica, representan un plus innegable. Y no son los únicos.
Pese a los ruidos cada vez más intensos, por su largo silencio y los gritos de reforma por parte de seguidores influyentes, un Danilo Medina estadista optaría por el camino más conveniente: anunciar su decisión de apoyar sin reservas al candidato que decida el PLD, porque –se entiende– sería garante de su obra y de la estabilidad de los suyos en la administración pública.
La otra ruta resultaría tenebrosa, llena de incertidumbre… con un fuerte olor a maltrato, que nada dolería a quienes son diestros en acomodarse a cada gobierno, o sus riquezas acumuladas les permiten vivir el resto de sus vidas en la comodidad de sus mansiones, sin dar un golpe.