El 3 de enero de 1934, en medio de la Gran Depresión, un año después de haber implementado el New Deal, el presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, inició su mensaje anual ante el Congreso expresando lo siguiente: “Me presento ante ustedes en la apertura de la sesión regular del 73º Congreso, no para solicitar artículos de la legislación especial o especifica; comparezco, más bien, para consultarles a ustedes que, como yo mismo, hemos sido elegidos para llevar adelante un mandato de todo el pueblo, de forma que sin partidismo podamos cooperar para continuar la recuperación de nuestro bienestar nacional e, igualmente importante, para construir sobre las ruinas del pasado una nueva estructura mejor diseñada para atender los problemas presentes de la civilización”.
En su obra, Discursos Políticos del New Deal, José María Rosales, considera a Roosevelt “como un presidente argumentativo, y no tanto por su relación de cooperación crítica con el Congreso y el Senado a lo largo de cuatro mandatos presidenciales, entre 1933 y 1945, sino por su exposición frecuente a la opinión pública en todo ese tiempo”.
A propósito del daño que le causará el COVID-19 a la economía mundial, la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, advirtió que tendrá las peores consecuencias económicas desde la Gran Depresión.
Con más suerte que el grandioso estadista norteamericano, que le correspondió gobernar durante la mayor parte de la Gran Depresión, la cual superó gracias a la efectiva aplicación del New Deal (nuevo contrato social), el presidente Danilo Medina solo administrará los primeros meses de la grave crisis profundizada por el contagioso coronavirus.
Los estilos de los presidentes Roosevelt y Medina son diametralmente distintos. Mientras el primero consulta a los congresistas y los trata como sus iguales, por ser, como él, mandatarios del pueblo, el segundo concibe al Poder Legislativo como un sello gomígrafo para la aprobación de sus iniciativas, tal y como lo dejó establecido en su desafortunada frase de campaña: “Yo quiero mi Congreso”.
Por otro lado, mientras el estadista Roosevelt se apoyó siempre en la sociedad y, como sostiene Rosales, para afrontar la crisis, “requirió también de un amplio compromiso político entre los partidos Demócrata y Republicano”, el presidente Medina, por el contrario, ignoró la propuesta de la oposición, encabezada por el candidato del Partido Revolucionario Moderno, Luis Abinader, de realizar una cumbre para enfrentar las adversidades del coronavirus.
Sin embargo, como un Llanero Solitario, el presidente Medina, prefirió monopolizar, con fines políticos, el manejo de la pandemia, facilitando la incorporación de su candidato presidencial, Gonzalo Castillo, entre otras actividades, a brindar transporte aéreo de personas y de medicamentos, con la finalidad de proyectarlo, mediante una avasallante publicidad, como un eficiente benefactor del pueblo dominicano.
Como se ha podido apreciar, a pesar de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) sugirió, enérgicamente, la unidad nacional de los países y la no politización del coronavirus, el gobierno de Danilo Medina ha hecho todo lo contrario, en su desesperación por aprovechar la pandemia para relanzar a su candidato, Gonzalo Castillo, quien ha gastado cuantiosas sumas de recursos, buscando ganarse, infructuosamente, la simpatía del electorado, para forzar una segunda vuelta en las Elecciones Nacionales Generales Presidenciales y Congresuales del 5 de julio del 2020.