Dada la estructura del sistema político y social dominicano, este solo puede ser atacado con efectividad desde afuera. Y eso es lo que ha hecho—sin intención—tanto el Foro Económico Mundial, como el embajador de Estados Unidos en el país, James – Wally—Brewster al afirmar, como sabemos, que República Dominicana es el octavo país más corrupto del mundo, tal y como lo dijo el Foro Económico, y que nuestro país es un amplio puente de tránsito de drogas hacia Estados Unidos, tal y como lo expresó el embajador Brewster.

Y ante tales afirmaciones el presidente Danilo Medina, no ha hecho lo que “nunca se hizo”, pues su reacción para nada sorprende. El presidente ante lo expresado por el Foro Económico Mundial y por el embajador Brewster ha presentado enérgica defensa, casi rayando en el cinismo al preguntarse ¿cuál corrupción? en un país atestado de ella. Y del mismo modo expresando que si nosotros somos puente de drogas, Estados Unidos es una autopista de destino de narcóticos.

Francamente quien esto escribe esperaba más del presidente Medina. El presidente ha actuado como actúa cualquier mandatario de una pequeña república bananera cuando grandes actores del mundo señalan las miserias de esa república.

Ante lo anterior, y para ser justos, también surge la pregunta ¿Y qué otra cosa podía hacer Medina, sino negar y defender el país? Ciertamente que era del todo improcedente que el presidente admitiera que nuestro país es un amplio puente para las drogas hacia EE. UU. y Europa. Tampoco era conveniente que el presidente, sin un solo preso por corrupción en cinco años de mandato, afirmase que está de acuerdo con que somos la octava nación más corrupta del mundo y la quinta de Latinoamérica.

En el más elemental rigor, y por mero instinto de supervivencia, es tolerado negar todo hecho o situación que, en caso de ser admitida, nos pudiese incriminar. Es lo que ha hecho el presidente Medina. El mandatario ha negado que este sea uno de los países más corruptos del mundo, pues, en caso de admitir eso,ipso facto sería el presidente de una de las estructuras de gobierno más corruptas de Latinoamérica. Y del mismo modo, Medina estaba obligado a negar que nuestro país fuese amplio puente para las drogas, pues, en caso de admitir eso,ipso facto nuestro país y el Estado que él gobierna sería pasible de ser denominado narco Estado.

El diagnóstico del Foro Económico Mundial respecto al nivel de corrupción de República Dominicana, y la afirmación del embajador Brewster sobre el hecho de que nos hemos vuelto un puente para las drogas circular hacia Estados Unidos y Europa no pueden ser aceptados por ningún gobierno en ejercicio. Tales afirmaciones son ideales para los actores de la oposición, sean partidos formales, intelectuales u organizaciones de la sociedad civil, pero al que está a cargo del Estado le corresponde enfrentar tales afirmaciones e, incluso, hasta negarlas, no importa que tan convencido esté del acierto de las mismas.

Danilo Medina no podía, mansamente, poner su cabeza en tal guillotina.  Tanto el embajador Brewster como el Foro Económico Mundial dinamitan toda posibilidad de sana y productiva colaboración con el actual gobierno morado al hacer las afirmaciones que han hecho, pues tales imputaciones—no importa lo ciertas que sean—no pueden ser aceptadas ni por activa, ni por pasiva por ningún gobierno que tenga sentido político del alcance y consecuencias de reconocer tales hechos, en lo local y en lo internacional.

Nuestro presidente, que ha liderado pro tempore importantes organismos multilaterales de América Latina, que ha comparecido en la ONU donde ha expuesto sus ideas, que ha presidido en el país importantes asambleas de organismos multilaterales hemisféricos, no puede, ante sus pares, ante los órganos crediticios y multilaterales exhibirse como líder de un tugurio caribeño con bandera e himno, lleno de robo, latrocinio y narcotráfico. Eso no ayuda a nuestro país. Eso hace daño a nuestra industria turística. Eso mancha a nuestro sistema bancario.

Pedirle a Danilo Medina que reconozca que somos puente de drogas y uno de los países más corruptos del mundo es exigir demasiado de Medina, así como de cualquier otro presidente en su lugar. En cuanto a mandatarios en ejercicio, solamente un loco se manifestaría de acuerdo con afirmaciones como las de Brewster o las del Foro Económico Mundial.